Cuestión de intensidad
El candidato del PSOE, Manuel Chaves, empezó su campaña con un llamamiento al electorado para que se movilice y acuda a las urnas el próximo 14 de marzo. Por experiencia propia, Chaves sabe que la abstención es el peor enemigo de los socialistas. En las elecciones de 1994 y 2000, cuando la participación se situó entre el 67% y el 69%, la distancia entre el PSOE y el PP se estrechó. Hace diez años, quedó reducida a cuatro escaños (45-41), y hace cuatro, a seis diputados (52-46).
En 1996, con una participación del 78%, unos 10 puntos más que en los otros dos comicios, la diferencia entre socialistas y populares se elevó a 12 diputados (52-40).
¿Qué pasó en 1996? Que en los dos años anteriores, PP e Izquierda Unida habían impuesto en el Parlamento autonómico una alianza tácita, que dio lugar a la llamada legislatura de la pinza. Chaves acudió a las urnas tras dos años de enorme tensión en la vida política andaluza y haber tenido que prorrogar los presupuestos autonómicos al no contar con mayoría suficiente en el Parlamento para lograr su aprobación.
El Partido Popular, con Javier Arenas como candidato, acudió a la cita electoral de 1996 con el convencimiento de que, por primera vez, podía ganar en Andalucía. Sin embargo, el electorado de izquierda respondió a los dos años de inestabilidad política, se movilizó y Manuel Chaves logró una mayoría que le permitió pactar con el Partido Andalucista, formación con la que gobierna en coalición desde hace ocho años.
Estas lecciones del pasado no las olvidan ni unos ni otros. Y si Chaves sabe que la participación es fundamental para ganar y lograr una mayoría holgada, incluso mayoría absoluta, como apuntan casi todas las encuestas de los últimos meses, el PP también es consciente de que una movilización masiva del electorado andaluz perjudica sus intereses. Una constante que reflejan todos los sondeos es que los votantes andaluces se consideran de centro-izquierda, es decir, el espectro ideológico en el que se ubica el PSOE.
A tenor de los datos de los que disponen, los dirigentes del PP entienden que el electorado del PSOE se está movilizando, pero no tanto como dicen las últimas encuestas, que apuntan a que habrá una participación superior al 80%, algo que nunca ha ocurrido en la historia de las elecciones autonómicas (el máximo se produjo en 1996, con un 78%).
De ahí que en el PP se hable de la necesidad, que nada tiene que ver con lo que luego ocurra, de hacer una campaña de baja intensidad, es decir, una campaña no muy cañera, no muy crispada, que contribuya a no dar motivos al electorado de izquierda para acudir de forma masiva a las urnas. La campaña de Teófila Martínez está diseñada para cumplir este propósito y se ha intentado que la candidata prime las propuestas sobre la crítica catastrofista, con especial cuidado en las formas.
Pero una cosa es el diseño y otra es la realidad y en el primer mitin de campaña Martínez equiparó a Chaves con el nacionalista vasco Xabier Arzalluz.
Cuestión de intensidad.
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