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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La memoria de los sacrificados

Repasando la prensa reciente, una noticia me ha recordado que el Palacio de Altamira o Alcàsser de la Senyoria de Elche está siendo remodelado, después de saber esto me ha asaltado una duda que, a la vista de experiencias cercanas, creo conveniente expresar para que tome nota quien corresponda.

Afortunadamente, en los últimos tiempos diversos grupos han reivindicado, con más o menos éxito, la recuperación de una parte de nuestra historia tan importante para explicar nuestro presente como la Guerra Civil y sus secuelas de muerte, destrucción y prisiones que abatieron a los pueblos del Estado español, en general, y a sus trabajadores/as en particular durante 40 años. Aquella derrota nos ha dejado numerosos testimonios, tanto de las operaciones bélicas como de la cruel represión que tuvo lugar durante la guerra y hasta 1975.

Uno de ellos son los grafitos que "adornan", con olor a tortura, muerte y pena, diversos rincones, utilizados como calabozos tras la guerra, situados junto al adarve de la muralla del Alcàsser. Se trata de mensajes que nos dejaron los presos, en algunos casos su último recuerdo antes de ser conducidos a la fatídica pared del cementerio junto a la que los falangistas los acribillaron para así poder cubrir nuestra ciudad de despotismo y corrupción, lo cual no ha impedido (ni siquiera con la famosa Ley de Partidos) que aún haya individuos que se presentan a las elecciones con ese negro nombre.

Ya se cometió el error de enlucir, de forma indiscriminada, los nidos de ametralladoras o bunkers del Clot de Galvany. Es, por todo lo dicho, una cuestión de memoria, pero también de profundo respeto a quienes lucharon por la libertad contra el fascismo, no repetir el error y conservar esas voces de ultratumba que nos recuerdan el enorme sacrificio ofrecido por aquellas gentes que, como cuenta mi querida amiga Josefa Torregrosa, luchadora veterana, murieron con el puño en alto sabedores de que, algún día, su generosa inmolación dará sus frutos. Que así sea.

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