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Reportaje:Elecciones 2004 Andalucía

Asuntos de familia

Los partidos políticos han registrado crisis y conflictos internos en la legislatura que han marcado su trayectoria

A la par que el debate político en torno a los asuntos generales, en la legislatura que expira cada partido ha tenido el suyo propio. Las crisis más notorias han sido las de Izquierda Unida y el Partido Andalucista -que nada más comenzar el mandato perdió dos de los cinco escaños logrados-, pero también son reseñables los conflictos provinciales del PP en cuatro provincias y la a veces dolorosa adaptación de los socialistas a las nuevas formas de José Luis Rodríguez Zapatero.

El calendario interno del PSOE suele reservar el primer año de las legislaturas para la celebración de sus congresos. Ese es el punto de partida de lo que ha sucedido después en el PSOE de Andalucía, donde la entrada de Mar Moreno en diciembre de 2000 al frente de la vicesecretaría general y la salida de José Caballos del área de Política Institucional, que continuó al frente del potente grupo parlamentario, se interpretaron como el inicio de una nueva etapa en sintonía con la dirección federal de Zapatero.

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Este partido sufre dos meses más tarde un zamarreo interno que pone a prueba la pregonada cohesión, a raíz de que el vicepresidente tercero y responsable de Política Municipal de la ejecutiva, el malagueño Rafael Centeno, pronunciara una frase considerada xenófoba en el Parlamento y que los socialistas se apresuraron a atribuirla al diputado del PP Matías Conde. Se pone en cuestión entonces determinadas formas de ejercer la política y empieza a visualizarse nuevos equilibrios internos que en sus dos polos representan Moreno y Caballos.

En el tiempo también coinciden otros dos hechos que hacen crujir las vigas socialistas: la aplicación a trancas y barrancas de la ley de Cajas y una nueva edición de los conflictos territoriales entre provincias. El bálsamo que cura la herida lleva por nombre la segunda modernización, en la que los socialistas incluyen la posible reforma del Estatuto de Autonomía.

La mayoría absoluta de José María Aznar en 2000 ha marcado de forma definitiva la trayectoria del PP en Andalucía, un partido que ha tenido que jugar a la defensiva para justificar muchas de las polémicas decisiones del Gobierno en vez de hacerlo a la ofensiva, para intentar articular un proyecto alternativo. La soledad del PP en el Parlamento ha sido evidente, pese a que logró sus mejores resultados en la historia autonómica (46 diputados) y se situó a seis escaños del PSOE, algo en lo que ni los más optimistas de las filas populares confiaban.

En estos cuatro años, el PP se ha tenido que acostumbrar al liderazgo de su presidenta, Teófila Martínez, mucho más difuso que el que ejercía su antecesor, Javier Arenas. En el Parlamento, las intervenciones de Martínez han suscitado polémica tanto por la forma (a menudo muy agresiva) como en el fondo (ha presentado preguntas a Manuel Chaves que no tenían apenas actualidad y dejó escapar la crisis de gobierno que hizo el PA para poner a Antonio Ortega como consejero de Turismo).

El PP ha sufrido crisis internas en varias provincias, en concreto en Huelva, Jaén, Almería y Córdoba. En ésta última, la dirección fue destituida de un plumazo y su entonces presidente, Enrique Bellido, expulsado del partido. Unas crisis en las que Martínez, a quien le disgustan las cuitas internas, ha preferido delegar en su secretario regional, Antonio Sanz. El principal alivio se produjo tras las elecciones municipales del año pasado, cuando consiguió el gobierno de seis de las ocho capitales de provincia.

Como el PSOE, y también el PA, IU inició la legislatura con un congreso, condicionado por la terrible sangría de votos y escaños (más de la mitad). Los críticos perdieron por poco frente a Diego Valderas, quien, pese a ser el nuevo coordinador, no había conseguido escaño en la Cámara. Hubo algo de sosiego, pero duró poco, apenas sobrevivió a la primavera de 2001, y en seguida la crisis interna se hizo omnipresente, pues lo ajustado del resultado en la asamblea, lejos de forzar el acuerdo, convirtió el debate de la organización en una partida en tablas sin final. Con el líder fuera del Parlamento, IU ha luchado como ha podido contra la reducida dimensión de su grupo, y ha alcanzado el protagonismo con el decretazo, la huelga y la guerra de Irak.

Una nueva asamblea andaluza a finales del año pasado, con una leve subida de Diego Valderas, puso fin a la legislatura, donde ha brillado únicamente la originalidad y capacidad para articular propuestas alternativas, sin duda la mejor baza de IU.

La forma en que el PA celebró su ligera subida electoral (de cuatro a cincos escaños) fue el anticipo de lo que sería después su trayectoria. Pedro Pacheco, el candidato, acusó al secretario general, Antonio Ortega, de torpedear su campaña y abandonó el partido llevándose dos escaños. Después, Ortega, consejero de Relaciones Institucionales, se pasó a Turismo y Deportes para adquirir más popularidad, lo que abrió una espita con el presidente del partido, Alejandro Rojas-Marcos, que ha aflorado en toda su plenitud ahora, en plena campaña. Sin embargo, el PA ha amortiguado su crisis con el pacto a la Junta, que le ha servido para tener influencia a través de amplios campos de gestión.

Esta información ha sido elaborada por Luis Barbero, Lourdes Lucio e Isabel Pedrote.

Pacheco y Pimentel

De las trayectorias internas de los partidos políticos en esta legislatura han salido dos nuevas formaciones, fruto de las discrepancias: el Partido Socialista de Andalucía (PSA) de Pedro Pacheco y el Foro Andaluz de Manuel Pimentel.

El primero consumó su ingreso en el PSA, que se fue gestando mientras él decía estar en periodo de reflexión, a finales de 2001. Su estreno fue local, en las elecciones municipales de 2003, donde obtuvo un resultado irregular y disperso. Tras 24 años de alcalde de Jerez (Cádiz), Pacheco no fue por primera vez la lista más votada, posición que alcanzó el PSOE. Sin embargo, un pacto con el PP le permitió seguir en el equipo de gobierno, presidido por la popular María José García Pelayo, lo que, de cara a las autonómicas, comprometió de alguna manera el principal mensaje de su nuevo partido: el nacionalismo netamente de izquierdas.

Manuel Pimentel formalizó su baja en el PP en 2003, antes de las municipales, cuando también decenas de militantes populares abandonaron el partido por el apoyo a la guerra de Irak. Pimentel había sido la mano derecha de Javier Arenas en Andalucía, como secretario general del PP-A, y también ministro de Trabajo. Sus divergencias con la Ley de Extranjería y otros postulados del Gobierno habían propiciado su marcha. Desde entonces, Pimentel se ha manifestado contrario al PP en casi todas las polémicas de envergadura.

La coalición Foro Andaluz surgió tras un lento proceso de debates y pequeños coloquios y se disolverá tras las elecciones para no mantener una estructura de partido.

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