Atrapados en la burbuja inmobiliaria
El pago del alquiler y los bajos sueldos dejan a una joven pareja sin dinero para ir al cine
Antonio tiene 26 años, Beatriz 25. Son guapos y jóvenes, pero no son felices. Él es de Cádiz, aunque vive en Madrid desde 1999. Ella, madrileña. Son pareja y los dos curran en el aeropuerto de Barajas "para una empresa de handling (operaciones de equipaje)". Son coordinadores de vuelo: vigilan la carga de las maletas, atienden al público, y, de paso, aunque eso no está en el contrato, desenganchan los aviones.
Ambos hablan inglés y francés, y cobran 1.000 euros netos mensuales cada uno. Tienen contratos temporales: trabajan seis meses y pasan uno en el paro. "Así la compañía evita hacernos fijos". Viven juntos desde antes de Navidad en un apartamento alquilado (por 750 euros al mes) del pueblo de Barajas. "Está cerca del curro y así gastamos menos en transporte".
Beatriz estudió Turismo y habla "muy bien" inglés y francés. Gana 1.000 euros netos
Antonio, piloto en paro, pagó 12 millones de pesetas por su título. Ahora, factura maletas
El problema es que Antonio, que es "piloto comercial en paro", tuvo que pedir un crédito para poder pagar los 12 millones de pesetas viejas que le costó el título. Y paga de cuota 335 euros al mes. Más 375 euros de alquiler suman 715 euros. "Así que me quedan 285 para comer, pagar el gas, la luz y el agua". ¿Y van al cine alguna vez? "No, no nos llega, es muy caro, pero hemos comprado un DVD por 60 euros y ahora vemos en casa las pelis que bajan nuestros amigos de Internet".
Tras explicar en una sola frase la razón de la piratería mundial, Antonio y Beatriz cuentan que no han visto El Pisito, la célebre película de Marco Ferreri y Rafael Azcona, que en 1958 narró la ácida tragicomedia que suponía encontrar una vivienda en la España franquista. Así que quizá no saben que desde hace unos días los dos están reviviendo aquel drama, y que enfrente tienen una competencia bastante más feroz y numerosa que la que había entonces y un océano de burocracia por lo menos igual de complicado que el que afrontaban José Luis López Vázquez y Mari Carrillo.
El martes pasado Beatriz y Antonio entraron en las oficinas de la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid (EMV) para tratar de encontrar un piso más asequible que el suyo, "un alquiler con opción a compra".
Llegaban desencantados del Instituto de la Vivienda de la Comunidad de Madrid, donde les ofrecieron "76 apartamentos en Leganés y 23 en San Martín de la Vega". Pero los novios no cumplían el primer requisito: estar empadronados allí durante dos años.
Les mandaron a la EMV y no les fue mejor. La amable funcionaria les informó con diligencia irónica: de momento no hay promociones, hubo una en enero pero era en venta y no en alquiler, y claro ya estáis fuera de plazo, aunque tomad este teléfono y llamad en un par de meses a ver si hay suerte.
Suerte. Todo depende de eso, al parecer. De eso, y de los puntos y los baremos. Pero aunque uno tenga muchos puntos y cumpla todos los baremos municipales posibles, tampoco así es fácil acceder a una vivienda de protección pública (VPP). La última oferta madrileña de esas casas, decimotercera convocatoria del Plan Primera Vivienda, saca a la venta 774 pisos (454 de protección pública y 320 con protección sobre suelo tasado) en la periferia de la capital: Sanchinarro XII, Carabanchel, Vallecas, Pradolongo II (Usera) y Villaverde. La EMV ha recibido más de 77.000 solicitudes, así que sólo un 1% de esos 77.000 peticionarios alcanzará el sueño de poseer su propio piso.
Según el atractivo prospecto azulón de la EMV los tamaños y precios de esos pisos oscilan entre los 50 metros cuadrados útiles (88.003 euros por un dormitorio) y los 94 metros, 115.000 euros y cuatro dormitorios.
Resulta desolador ver esos baremos, porque el perfil ideal para ser preadjudicatario de una vivienda (o sea, estar en la lista provisional de admitidos) supone casi un cuadro depresivo: lo que más puntúa es haber perdido la casa en los últimos dos años por ruina, expropiación o rehabilitación acreditada por el juez (te dan 30 puntos). Pero también conviene tener una minusvalía de más del 65% (25 puntos); pertenecer a una unidad familiar con seis o más miembros (25 puntos), ser víctima de violencia doméstica (10 puntos), cabeza único de familia (10 también), menor de 35 años o mayor de 65 (otros 10), ganar entre 1,5 y 2,5 veces el salario interprofesional (ni más ni menos: 5 puntos, y si ganas más de 4,5 veces te eliminan), o ser mayor de 35 años y vivir todavía en el domicilio paterno (5 puntos).
En caso de empate a puntos, gana la lotería el que haya sacado el número más alto en un sorteo (que se celebra al principio del proceso para evitar suspicacias); según Raquel, funcionaria de la EMV, "el sorteo se hace sobre todo para evitar colas, pero da igual, encontrar un piso barato es imposible, una locura".
Así las cosas, nada más internarse en la procelosa selva inmobiliaria madrileña, Antonio y Beatriz están ya desanimados, casi desesperados. Y las elecciones del 14 de marzo les parecen una cosa tan lejana como Marte. "Definitivamente, yo me hago apolítica", dice Beatriz. "No pienso votar. Vimos un anuncio en la prensa que decía 'Viviendas a 150 euros al mes'. Llevamos un mes llamando a 10 o 12 teléfonos, te pasan de uno a otro y nadie te ayuda. En Internet no hay información, hemos rellenado 50 formularios, hemos perdido muchas mañanas y gastado mucho dinero en móvil y en gasolina para nada".
"Este Gobierno sólo favorece a los empresarios y a la gente de 40 o 45 años", continúa; "pero a los jóvenes y a los obreros no nos ayuda nadie. Sólo te ayudan si quieres montar una empresa, pero en lo demás, nada de nada. La vivienda es lo más importante para que los jovenes podamos empezar, pero nadie hace nada". Antonio, más tímido, dice que no tiene predilección por ningún partido. "Pero veo lo que hacen los políticos y Teófila Martínez ha luchado mucho por Cádiz, mi ciudad, el doble o el triple que el alcalde anterior".
Él tiene claro que votará "a cualquiera menos al PP" en las elecciones autonómicas andaluzas, "porque si gana, Teófila sería presidenta y entonces se iría de Cádiz". ¿Y en las generales? "No sé, igual voto en blanco".
"Es que en las provincias la política se nota más", dice Beatriz. "El problema es que Madrid es muy grande y los impuestos que pagamos ni se notan. O te ayudan los padres o no hay nada que hacer". Antonio: "Si estás asentado, bien, si no, ruina total". Beatriz: "Estás perdido, no puedes evolucionar, con los trabajos y la vivienda así es imposible desarrollar lo que eres. Sí, puedes irte de casa de tus padres, pero no evolucionas".
¿Y el PSOE mejoraría las cosas? "No podrá", dice Beatriz. "Esto es un círculo vicioso, para mejorar ciertas cosas hay que quitar dinero de otras y no creo que puedan". "Los empresarios se les echarían encima", comenta Antonio.
La conversación deriva en quejas, tristeza y desesperanza. Beatriz y Antonio son desencantados prematuros. Como ellos hay cientos de miles de jóvenes en España.
Atrapados en la burbuja inmobiliaria, con trabajos precarios, independientes sólo muy relativamente de sus padres, han invertido mucho esfuerzo y dinero en prepararse bien, son jóvenes y listos, se quieren, tienen un coche pequeño, una tele, un DVD y una casa de 60 metros. Pero la vida no les gusta. Beatriz estudió Turismo, y sabe que el trabajo lo encontró sólo por su nivel de inglés.
De todos modos, no está tan asfixiada como Antonio, que desde "la crisis aeronáutica provocada por el 11-S" teme mucho que su título de piloto sea sólo papel mojado. "Si no pagas una millonada por horas de vuelo, las compañías no te cogen. Es el colmo. ¡Tener que pagar por trabajar!".
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