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Reportaje:

El peligro de ser gigoló

La policía desmantela la red que estafó a un cordobés prometiéndole dinero por acompañar a señoras adineradas

Hace falta estar muy desesperado para creer que se pueden conseguir duros a cuatro pesetas. Un cordobés de 28 años, que prefiere mantener el anonimato y que se hace llamar Pepe, lo estaba, y cayó en la trampa. En noviembre pasado estaba parado y escudriñaba las páginas de anuncios buscando trabajo. Su atención se centró en un reclamo que buscaba chicos potentes para acompañar a extranjeras adineradas prometiendo un Potosí por sus servicios.

Pepe está casado, y tiene un crío de año y medio. No le contó nada a su esposa y decidió llamar a una línea 902. "Me dijeron que cobraría 6.000 euros por acompañar a una mujer cuatro horas; yo sólo quería acompañarla, no quería sexo", explica. Pero desde que llamó no hicieron más que pedirle ingresos. Que si la cuota de inscripción, que si un seguro para las joyas, que si el encuentro dual se convertía en un trío con el consiguiente seguro extra. Pepe creía que ganaría 12.000 euros y siguió pagando.

"Me dijeron que cobraría 6.000 euros por acompañar a una mujer cuatro horas"

Durante un mes, Pepe realizó siete ingresos por valor de 7.200 euros a la vez que aumentaba su cabreo por las largas que recibía. Pepe explica que "estaba ciego" y que sólo quería que se produjera el contacto para que le pagaran los servicios y le devolvieran el depósito. Incluso tenía una cita en un hotel de Córdoba, pero Pepe cree ahora que la supuesta señorita a la que debía satisfacer era la misma que le sacaba los ingresos. El día que habían quedado le llamó su supuesta clienta con una excusa. "Ponía acento de extranjera, pero yo creo que era la misma", comenta ahora.

Con un cabreo monumental y sin su cita y recompensa económica, Pepe denunció ante la policía y decidió plantarse en las oficinas de la supuesta empresa de contactos para hablar cara a cara, y reclamar su dinero. Le dieron una dirección en Madrid y allí se fue, acompañado de un primo que vive en la capital. Paseo de la Castellana, número 44. Pepe no encontró la empresa, sino las oficinas del Registro Mercantil.

A Pepe le habían limpiado 7.200 euros que había ganado en la construcción, la joyería, en el campo, como peluquero, vendiendo cupones porque es asmático y tiene una minusvalía. Cuenta que desde 1997 está buscando trabajo estable, llamando a todas las puertas y recibiendo portazos. Estaba desesperado y ahora le han levantado los ahorros de su familia.

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Ahora que se ha enterado de que la policía de Málaga ha desmantelado la red que le timó, Pepe no hace más que preguntar cuándo le devolverán el dinero. Seguro que no será tan rápido como él lo fue perdiendo. Dice que ha estado a punto de quitarse la vida, que su mujer casi le abandona, que incluso sus amigos le han dado la espalda por lo que hizo. Pepe asegura que está mejor con su mujer, aunque la relación sigue algo tirante. Ahora trabaja aparcando coches para una asociación de minusválidos, aunque sigue pidiendo a gritos un trabajo mejor. Pero lo que Pepe ha aprendido en todo este tiempo es que nadie da duros por cuatro pesetas.

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