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MICHAEL EISNER

Con capacidad para intimidar

Michael Eisner está harto de que le pidan que se jubile. No le molesta que quieran retirarle con 62 años. Le irrita que sean otros los que pretendan escribir su futuro. El 3 de marzo, los accionistas de Disney decidirán la renovación de Eisner en el cargo o su despido inmediato, pero las apuestas se inclinan por lo primero.

Quienes han tratado con él destacan siempre su capacidad para intimidar a cualquier interlocutor. Tal es el poder de su sombra de influencia que nadie o casi nadie se atreve a enfadarle. Los pocos que lo han hecho han sido víctimas de su ira, como Jeffrey Katzenberg, que dejó la compañía por incompatibilidad personal con su jefe. Ambos acabaron enfrentados en un tribunal por el pago de los porcentajes que pedía Katzenberg, especialmente porque los últimos grandes éxitos de la empresa, La Bella y la Bestia y El Rey León, eran suyos.

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Katzenberg ganó y cobró más de 100 millones de dólares que a Eisner le dolieron como si fueran suyos. Tanta manía tenía a su subordinado que en el juicio tuvo que reconocer haber dicho de él: "¡Odio a ese enanito!". Es cierto que Katzenberg es bajo, pero se vengó: su nueva compañía, Dreamworks, decidió que el malvado príncipe Fahrquart de su película Shrek, de corta estatura, tuviera el rostro digitalizado de Eisner.

Con 20 años al frente de la compañía y un bypass de por medio, Eisner quiere seguir en el cargo que ocupa a pesar de que no estaría mucho tiempo en el paro si dejara Disney.

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