Arqueólogo de un libro de Tintín
VUELVO A CASA deslumbrado porque he conocido Petra. ¿Qué es en realidad la antigua capital de los nabateos, escondida en el desierto de Arabia, entre cañones, en la actual Jordania? Petra, la ciudad rosa ("Rakmú" susurra una estela que sería su nombre, "la de los muchos colores", pero a mí me suena como el ronroneo de un gato negro y hermoso); Petra, del griego piedra, nombrada en la Biblia, ¿qué secreto escondes? Ciudad residencial y caravanera, joya de la arquitectura helenístico-romana, ciudad funeraria con sus imponentes tumbas reales y patricias, anexionada a Roma por Trajano, visitada por Adriano, caída después en desgracia, redescubierta para el Occidente en 1812 por el suizo Burckhardt, ¿qué me susurras, esta mañana de enero azul desprovista de turistas?
Accedo a ella por el fondo de una garganta llamada el-Siq y el descubrimiento del edificio de nombre el Khazneh Firaoun (el tesoro del faraón) es toda una experiencia sensorial. Su fachada es intrigante: una urna casi irreconocible sobre su frontón, dos águilas o buitres custodiándola, una victoria (niké) en el centro, una cabeza de medusa, los gemelos eternos Cástor y Pólux con sus caballos, todo casi borrado por el tiempo pero aún discernible. Vuelvo a ser el niño arqueólogo de un libro de Tintín o un aventurero romántico de no sé qué película de Hollywood. Después, ya todo es una sucesión de tumbas labradas en la roca, beduinos en burro o a camello ofreciéndose a llevarte a bordo, un teatro romano a la izquierda y magníficas tumbas. El día ha llegado casi a su fin y el sol dora los ocres de la piedra. Una ráfaga de enero barre fría la hondonada, y hay que emprender el camino de vuelta por el mismo Siq de la entrada. Le doy la espalda al Khazneh Firaoun, beso la piedra con las yemas de mis dedos y echo a andar. Gato negro de felices augurios desapareciendo suave y secreto en el desierto de Arabia, gracias por un viaje precioso.
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