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Columna
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A controlar la prensa

Se avecinan elecciones y el patio de los partidos (que es particular) quiere dificultar la información independiente y fomentar la emisión de gases tóxicos. Incluso Batasuna se ha permitido esta semana "denunciar" (salatu: adoran este verbo) la política de exclusión informativa a que les somete EITB, y eso que los aludidos difundieron largo y tendido los lamentos de Permach por su presunto apartheid. Ignoro a qué pueden referirse los gauleiters batasunos, porque salen hasta en la sopa. Muchos nos manifestamos en contra de su ilegalización, pero algunos disentimos de las medidas compensatorias: la verdad es que uno conecta la señal autonómica y no ve más que a Pernando Barrena amenazando a Nafarroa Bai o intentado explicar por qué todas esas tonterías sobre el derecho a la vida le parecen un "interés partidista". La pataleta de Batasuna por el tratamiento que recibe es similar a la de cierto publicista del Foro Ermua, reciente mérito a la orden de la medalla, quejoso de que en Euskadi se le ningunea, pero que en cierto programa de debate de ETB ha aparecido más veces que veces aparecían ovnis en la prensa de los años setenta.

Para engendro informativo el que prepara el PP blindando a su candidato: ni preguntas de la prensa ni debates televisivos. Por otra parte, la campaña electoral diseñada por Gabriel Elorriaga para Mariano Rajoy mete en el dibujo de España a una multitud apretadísima. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Prietas las filas? ¿Será acaso una metáfora sobre la situación inmobiliaria? No hagamos bromas al respecto, pero puede que la campaña de Elorriaga, más que sobre España, hable sobre el precio y el tamaño de los pisos, e inspire a la ciudadanía a votar en una vengativa dirección.

Los partidos están dispuestos a batirse el cobre por salir en los medios (no hay más que ver los lamentos batasunos, en forma de lúgubre amenaza) pero prefieren evitarse las incomodidades que comporta. Recordemos al ministro Trillo cuando, ante la legítima pregunta de una periodista, le tira un euro con todo el desprecio con que un hidalgo español trataría a un marrano. La ordinariez a la que están llegando los políticos sí que merece una denuncia. Lo confirma esa costumbre que ahora quieren imponer al convocar ruedas de prensa. Sale un individuo y se pone a leer un papelito, y luego lo dobla, y se despide, y no acepta preguntas. Ni preguntas ni aclaraciones, quizás bajo la presunción de que su servicio de prensa escribe como los ángeles y nada hay que glosar. Arzalluz puso de moda esta costumbre de declamar, imperturbable, ante un ejército de mudos involuntarios.

Atraer hasta la sede partidista a 20 o 30 periodistas es más cómodo que limitarse a enviar una nota de prensa. Además, el resultado resulta más vistoso. Uno envía a los medios una nota y apenas obtiene media columna de prensa. Pero uno lee la misma nota ante los medios y obtiene además fotos de agencia, cortes de voz e imágenes televisivas. Si además nos evitamos las preguntas comprometidas, el asunto sale muy rentable.

Los periodistas tendrán que acostumbrarse, por increíble que parezca, a que los políticos no acepten sus preguntas. ¿Cómo es posible? ¿No era ésta una democracia acrisolada? El domingo pasado, el presidente saliente hablaba sobre la renovación de su partido y soltó sin anestesia esta prodigiosa frase: "Yo, que estoy más ahí que aquí, digo que los que estamos ahí nos fiamos de los que están aquí". Pero ¿puede pasar un periodista sin preguntar qué demonios es lo que dice ese individuo? El mundo político está lleno de ovnis, ovnis de aquellos antiguos, que sobrevolaban las portadas veraniegas de los periódicos. Por cierto, aquellos enigmáticos pilotos nunca aceptaron preguntas de la prensa.

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