Dicen que ETA...
Alguien ha dado una buena idea a ETA. Una idea brillante. Una forma eficaz, barata y carente de riesgo para convertirse en centro del debate político en un momento especialmente delicado. ETA ha anunciado una interrupción de su actividad terrorista en el territorio catalán. Exclusivamente en Cataluña: ahí está la clave. Un anuncio de tregua en general, como el que hizo tras la firma del Acuerdo de Estella, metería a ETA en un lío: se discutiría sobre su verosimilitud; se le exigiría mucho más, un cese definitivo de la violencia; se desdeñaría por las fuerzas políticas nacionalistas, que insistirían en la ilegitimidad de ETA para condicionar el presente y el futuro de los vascos; y, sobre todo, un anuncio de tregua generalizada obligaría a ETA a prepararse para una complicada e incierta gestión de la misma. Nada de esto ocurre con este anuncio de tregua territorialmente acotada. El lío, a partir de aquí, lo tienen otros, y ETA puede limitarse a contemplar desde la barrera, imagino que con enorme regocijo, cómo son otros los que se ven sometidos a un proceso de intenciones, exigencias acumuladas y críticas desdeñosas. Si no se tratara de una organización que trafica con la vida, la libertad y la seguridad de las personas, deberíamos reconocer en este anuncio una jugada maestra, un espectacular golpe de efecto, de esos que devuelven a quienes lo protagonizan el control perdido de la agenda política.
¿De verdad alguien sigue creyendo que es posible influir desde fuera en esa caja negra que es ETA?
No sé si el origen habrá que buscarlo en maese Carod de Perpiñán (él lo ha negado y es merecedor del beneficio de la duda, aunque antiguas declaraciones dan pie a la sospecha razonable) o si está en el uso, mejor hablar de abuso, que el PP y su tropa de legionarios ideológicos han hecho del desgraciado viaje al país de las pesadillas del citado Carod. Por mi parte, más bien me inclino a considerar la segunda posibilidad. En realidad, no es de mucha importancia quién o quiénes han prendido la chispa, pues lo que resulta evidente es que el diseño de la estrategia es atribuible exclusivamente a la rasputinesca inteligencia política de ETA. Que ETA anuncie esta tregua limitada a Cataluña no tiene nada que ver con ninguna evolución de esa organización terrorista hacia la política. Deberíamos saber ya de sobra que, para ETA, la política no es nada más que la continuación de la guerra por otros medios, sin cuestionar para nada los medios terroristas. ¿Qué existe una nueva situación política en Cataluña? Quien asesina desde supuestos políticos no está para estas pequeñeces. ¿De verdad alguien sigue creyendo que es posible influir desde fuera en esa caja negra que es ETA?
El anuncio de tregua no tiene nada que ver con ninguna negociación con el líder de Esquerra; no es algo que dependa de lo que Carod pudo o no decir en aquella reunión de primeros de enero. De ser algo, Carod ha sido, lo que no es poco, un tonto útil; y a estas alturas del drama debería reconocer que cometió un grave error, no de oportunidad, sino de fondo. Tonto útil, probablemente entontecido por arrullos de paz procedentes de Euskadi, pero nada más. Parece evidente que sin la reunión de Perpiñán el presente anuncio no se hubiera producido, pero es igualmente evidente que dicho anuncio no es consecuencia de esa reunión. Conviene insistir en ello. Sobran, pues, llamamientos a la asunción de responsabilidades políticas tales como la ruptura del tripartito catalán. Por cierto, de nuevo Rodríguez Ibarra vuelve a mostrarse como el menos solidario de los líderes socialistas: va a su aire y, aunque se vista de principios, empiezo ya a pensar que lo único que busca es seguir haciendo marchar a su propio tren, aunque para ello tenga que reducir a astillas al conjunto del PSOE: es una forma de marxismo. Ni siquiera deberíamos dar muchas vueltas al qui prodest. Que la noticia favorece los intereses electorales del PP, complica las expectativas del PSOE y precariza la posición de Maragall es más que evidente. De ahí a pensar en conspiraciones media un abismo. Otra cosa es la estremecedora vocación de los más altos dirigentes de este partido, gaviota al fin y al cabo, de sentirse a sus anchas convirtiendo la política en estercolero.
Una lección deberíamos sacar todos tras este tragicómico episodio, y ésta es que nadie puede soñar en cabalgar al monstruo y volver entero del viaje. Saquemos a ETA de nuestra política.
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