Shírov aguanta el brío de Kaspárov
Una gran lucha entre dos genios, que terminó en tablas, inauguró ayer la 21ª edición del Wimbledon del ajedrez. El español nacido en Letonia, Alexéi Shírov, 5º del mundo, aguantó bien el tipo frente a su peor rival, el ruso Gari Kaspárov, número uno desde 1985, a quien no ha ganado nunca en 28 partidas desde 1992. El otro español, Paco Vallejo, ex campeón del mundo sub 18, hizo tablas por cuarta vez en dos años con el ruso Vladímir Krámnik, 2º del escalafón. El húngaro Peter Leko, vencedor en 2003, derrotó al azerbaiyano Teimur Radyábov, de 16 años.
Kaspárov se negaba a darle la mano a Shírov desde 2000, cuando el español le acusó, sin pruebas ni indicios, de haberse dejado ganar por Krámnik en el Mundial oficioso de Londres. Ayer parecía que el árbitro principal, Juan Vargas, sabía algo: preguntó a Shírov un minuto antes del comienzo si aceptaría un saludo de Kaspárov. Shírov, tan genial y creativo en el tablero como hipersensible en lo personal, se molestó: "No debes preguntarme eso". Poco después irrumpió el ruso, y tendió su mano, que fue estrechada.
Arreglado ese asunto, al español le quedaba otro mucho más profundo: 16 derrotas, 12 empates y ninguna victoria contra Kaspárov hasta ayer. Además, su bestia negra venía, como siempre, muy bien preparada, y ambos hicieron los primeros 20 movimientos a toda velocidad. Para disfrute de aficionados presentes e internautas, la posición resultante era muy compleja, apropiada para dos mentes volcánicas. Pero Shírov mantuvo el temple esta vez, y confió en su intuición. La lucha duró casi cuatro horas y fue formidable.
De momento, los focos del mejor torneo del año están centrados en Kaspárov. Activo opositor político del presidente ruso Vladímir Putin, vislumbra su declive o retirada porque cumplirá 41 años en abril, pero no concibe otro puesto distinto al de líder mundial que ostenta desde 1985. Sus seis rivales en el torneo (Liga a doble vuelta) le mostrarán miedo o se lanzarán cual tiburones al olor de la sangre. Depende de cómo le vean durante las primeras rondas. Por ahora, cumple los ritos anuales: cuando llegó, con sus inseparables madre y entrenador, la almohada y el juego de café que deja cada año al marcharse estaban preparados en su suite. Los empleados del hotel Aníbal, cuyas paredes están decoradas con retratos de ajedrecistas, aseguran que Kaspárov sonríe más que nunca. Pero, ayer, cuando se encaminó al escenario con paso militar, volvió a ser El Ogro de Bakú.
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