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Reportaje:Elecciones 2004 Andalucía

El lento camino hacia el bipartidismo

El Parlamento andaluz, desde su creación, ha ido evolucionando hacia la dualidad casi completa entre el PSOE y el PP

Desde su creación, el Parlamento de Andalucía ha ido aproximándose al reparto entre socialistas y populares, sobre todo en las dos últimas legislaturas, en las que el papel del resto de las formaciones (Izquierda Unida y Partido Andalucista) se ha reducido significativamente hasta convertirse en grupos con los que los partidos mayoritarios pueden contar si no alcanzan la mayoría suficiente para formar gobierno. Pese a que tanto IU como PA se resisten a desempeñar la función de meras bisagras e intentan evitar que el foco informativo apunte hacia su política de alianzas, lo cierto es que les resulta muy difícil esquivar las especulaciones de la aritmética parlamentaria.

El camino hacia el bipartidismo de la Cámara autonómica discurre en paralelo al crecimiento y consolidación del Partido Popular, que inició la autonomía -bajo la nomenclatura de Alianza Popular (AP)- con resultados muy discretos, pírricos si se comparan con la situación actual, pues en 1982 apenas rebasó el 17% de los votos y sólo consiguió 17 escaños de los 109 que componen la asamblea legislativa andaluza. El PSOE, sin embargo, fue predominante desde el comienzo de la era autonómica, mientras que los andalucistas e IU han registrado picos sorprendentes de una legislatura a otra.

La inercia del liderazgo de sólo dos partidos discurre en paralelo a la consolidación del PP
Izquierda Unida y los andalucistas registran picos sorprendentes de una legislatura a otra

Los partidos pequeños ven la tendencia al bipartidismo como una amenaza que no se corresponde con la complejidad social, empobrece y reduce la diversidad política que sí existe entre los ciudadanos. Están seguros de que es un fenómeno coyuntural, fruto del desacierto y los errores de sus propios partidos, que no va consolidarse, ya que, por regla general, el voto en las elecciones autonómicas es "más relajado" y alejado del concepto de utilidad que en los comicios generales. "Se exploran nuevas posibilidades", dice la dirigente de IU Concha Caballero. El secretario de Comunicación del PA, Javier Aroca, por su parte, relaciona directamente el pluripartidismo con las opciones nacionalistas: "Donde hay partidos nacionalistas, no hay bipartidismo".

El mapa político antes de las primeras elecciones autonómicas de 1982 era muy variado: ocho partidos presentaron candidatos en todos los distritos provinciales, pero únicamente cinco lograron representación. La criba se llevó por delante, además, un buen puñado de formaciones de izquierda. El centro-derecha y la derecha concurrieron divididas: por un lado, la UCD (15 diputados), y por otro Alianza Popular en coalición con los demócratas cristianos y los liberales (17). La extrema derecha, Fuerza Nueva, fue el sexto partido, y con 34.742 votos se quedó fuera. Los socialistas batieron su récord en porcentaje de votos (52,56%) y escaños (66), el PCA fue minoritario (8), y el PSA, testimonial (3). Pese a que ha sido la única legislatura con cinco formaciones, la aplastante mayoría del PSOE, que excedió en 11 escaños la absoluta, dejó poco margen al colorido político.

Cuatro años después, en 1986, el sistema está asentado y se produce un fuerte avance de Izquierda Unida, que dobla con creces su potencial y se coloca en los 19 escaños. Junto con el PCA, IU reúne bajo un mismo cartel a pequeñas formaciones comunistas, antibelicistas y de raíz jornalera que en los pasados comicios se presentaron separados. El centro-derecha y la derecha siguen divididos, lo que se traduce en una manifiesta debilidad: UCD desaparece, y la fuerza heredera (CDS) obtiene un 3,3% de votos que le borran de la Cámara, mientras que AP-PDP-PL aumenta, pero apenas rebasa el cuarto de la tarta parlamentaria (28) escaños frente a los 60 diputados que mantienen los socialistas. Los andalucista, aunque suben en votos, descienden hasta los dos escaños, el resultado más bajo de su historia.En la tercera legislatura de 1990 los partidos minoritarios experimentan unos de sus comentados altibajos. Por un lado, IU pierde de una tacada ocho escaños (se cambia a Julio Anguita por Felipe Alcaraz), y por otro, los nacionalista -ya bajo las siglas del PA y la cara de Pedro Pacheco-, aumentan otros tanto hasta situarse en 10, su mejor marca.

El PSOE, que tras las candidaturas de Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, inauguran la etapa de Manuel Chaves, se coloca en una mayoría absoluta aún más holgada, con 62 parlamentarios, mientras que los conservadores, unificados para entonces en el Partido Popular, bajan dos escaños (26). Su candidato Gabino Puche, no pertenece a la corriente emergente de José María Aznar y ya se prepara la irrupción de Javier Arenas.

En el próximo mandado (1994-1996), conocido como la pinza, es cuando el bipartidismo se hace patente de una forma clara en Andalucía. El PSOE baja a 45 escaños (-17) y el PP sube a 41 (+15). El secretario de Organización, Luis Pizarro, tiene una teoría para explicar este salto. "Desde este momento el PP concentra a toda la derecha, que se hace homogénea. Ahí está el centro-derecha y la extrema derecha también, por lo que no tienen competidores en su espectro, mientras que la izquierda es más plural". De hecho, Izquierda Unida ha vuelto a dibujar un pico al lograr 20 escaños y el PA hace lo mismo, pero en sentido contrario y se precipita hasta los 3. Los nacionalistas acusan en las urnas una de sus crisis internas e IU coge el aire de los errores socialistas en el ámbito nacional y la pelea de guerristas y renovadores. La principal conclusión de este seísmo electoral es la pérdida de la mayoría absoluta del PSOE.

No obstante, IU inicia una trayectoria descendente en la quinta legislatura por su proximidad al PP durante la pinza (-7 escaños). Los políticos consultados de PSOE y PP coinciden en este punto: los ciudadanos ponen nota a la gestión. "No se trata de hablar de bipartidismo, sino de que IU y PA son incapaces de dar soluciones y los votantes prefieren decantarse por uno de los dos modelos", dice José Luis Sanz, vicesecretario de Organización del PP. "Cuando se hace mal, se paga", agrega Pizarro.

El electorado de izquierdas se recompone en la quinta legislatura, ya que el espacio que deja IU lo ocupa el PSOE, que se queda a 3 escaños de la mayoría absoluta, por lo que forma una coalición de gobierno con los andalucistas que devuelve la estabilidad al sistema político. En la última etapa (2000-2004) los resultados apenas se alteran y, a efectos de la aritmética parlamentaria, no afectan en nada. Los socialistas (52 diputados) se alían otra vez con el PA (5), y el PP avanza posiciones, tras recortar la distancia con el PSOE, que se reduce a 6 escaños y al 6,3% de diferencia de votos.

La sexta legislatura tiene ya un marcado acento bipartidista, pues Izquierda Unida pierde de nuevo espacio (6 diputados) y su posición y de la del PA es casi testimonial en relación con los dos grandes colosos. Los sondeos que se manejan para la cita del 14 de marzo ofrecen una fotografía del Parlamento andaluz muy parecida a la actual. El debate está, por lo tanto, entre los dos partidos hegemónicos.

¿Malo o bueno?

Hay quienes piensan que el bipartidismo es a la organización política lo que el duopolio al mercado, y que aquellas formaciones que son dominantes no van a facilitar cambios. Los partidos pequeños, y en mucho mayor grado los extraparlamentarios, se lamentan, por ejemplo, de la inercia de los medios de comunicación -públicos y privados- de primar a las fuerzas de más implantación y penalizar a las minoritarias. Y también del escaso apoyo económico y bancario, que suele ser proporcional al poder político.

No opinan así los que están en la punta de la pirámide. "El bipartidismo no es ni bueno ni malo, es una situación que se produce por la voluntad del electorado", sostiene José Luis Sanz, vicesecretario de Organización del PP andaluz. La reflexión de su contrario en el PSOE, Luis Pizarro, secretario de Organización en Andalucía es muy similar: "No hay mucho qué decir, quizás los partidos pequeños deberían analizar por qué los electores responden poco a sus propuestas". Sanz, sin embargo, matiza que, desde el punto de vista de la aritmética parlamentaria, que no haya más que dos fuerzas no beneficia a nadie.

Concha Caballero, de IU, discrepa. Según su tesis, el bipartidismo facilita que las dos formaciones protagonistas tengan un grado de coincidencia muy alta, especialmente en lo económico, sin necesidad de cambiar. "Es la alternancia con matices, pero sobre el mismo modelo". Para Javier Aroca, secretario de Comunicación del PA, los grandes beneficiados de la tendencia hacia la dualidad de la Cámara son PSOE y PP "porque ya pueden ser sin tapujos una sucursal de Madrid".

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