"El caudal de la poesía del rock todavía está por descubrir y explotar"
Miguel Ángel García Argüez (La Línea, Cádiz, 1969), licenciado en Filología, llamó tempranamente la atención de los lectores con una interesante plaquette titulada Las tijeras y el yogur. Su confirmación como poeta llegaría con el libro Ecce Woman, con el que obtuvo el premio José Manuel García Gómez. El texto teatral Don Quijote va al psiquiatra, la novela Los Búhos y el libro-documental El Pan y los Peces, fruto de una profunda investigación sobre el nacimiento y ocaso del poblado de Sancti Petri, fueron conformando su bibliografía y destacándolo como una voz singular y poderosa entre los nuevos escritores andaluces. Influenciado por el cine y los clásicos literarios, el cómic y las guitarras del rock duro, García Argüez ganó el premio Encina de la Cañada con su último poemario hasta la fecha, La Venus del Gran Poder, que acaba de ver la luz.
"En España hay en este momento una buena hornada de músicos poetas"
"Uno pide siempre a un poema que desate sensaciones y emociones ocultas"
Pregunta. Ecce Woman, La Venus del Gran Poder... ¿Por qué todos los títulos de sus poemarios reúnen sexo y religión?
Respuesta. La verdad es que hasta ahora no había reparado en ese detalle, debe de ser algo más subconsciente que voluntario. Quizá venga de esa intención de sacralizar y desacralizar a la vez a la figura femenina y los tópicos amorosos, que es una constante en mi poesía.
P. ¿Qué peso tiene la provocación en sus versos?
R. Ninguno, o al menos no mayor que el que es propio a la poesía misma desde su origen, por su capacidad de remover los corazones y las conciencias, por ser una violación de la norma lingüística, transmitir cosas y tocar fibras que las palabras, en su uso común, no alcanzan. Uno pide siempre a un poema que sacuda, que desate sensaciones y emociones ocultas, que despierte algún mecanismo adormecido en el interior de nosotros mismos y ponga patas arriba las reglas semánticas.
P. ¿Y el desenfado, sigue acompañando a sus poemas?
R. En este libro mucho menos que en el anterior. En Ecce Woman el tono humorístico se hacía más evidente, a veces llegaba a ser incluso paródico. La Venus del Gran Poder es más respetuoso con el lenguaje y la tradición. De hecho, la parte central del libro es una revisión del Cantar de los Cantares. Tiene mucho de tributo a lo que uno ha leído, sin que eso implique posiciones reaccionarias.
P. ¿Cree que siguen vigentes términos como poesía urbana o realismo sucio?
R. Esas etiquetas son muy peligrosas. A menudo a los críticos y a los filólogos nos ayudan en tareas de clasificación, pero suelen ser reduccionistas, lo mismo que hablar de barroco o de neoclásico. Se quedan chicas para mi poesía y para cualquier poesía que aspire a una plenitud.
P. Usted reivindica la poesía del rock a brazo partido.
R. Sí, desde mi primer libro. Ha sido y es una de las vías de expansión poética más eficaces y populares, aunque la Academia siga sin darse por enterada. Su vigencia es para mí incuestionable. El caudal de la poesía del rock todavía está por descubrir y explotar.
P. ¿Cuáles son sus poetas musicales favoritos?
R. En España hay en este momento una buena hornada de músicos poetas. Los que tengo más escuchados son Fernando Alfaro y Nacho Vega, que está haciendo cosas excepcionales. Y, entre otros muchos, Antón Reixa: es sorprendente que sus textos estén en un disco, y no en un libro.
P. ¿Su investigación sobre Sancti Petri es lo más duro que ha escrito?
R. Fue un trabajo muy fuerte como vivencia humana, creo que no soy el mismo desde que lo escribí. Mi idea del paso del tiempo, mi relación con los viejos, muchas cosas han cambiado para mí desde entonces. Pero en el sentido de dejarme el pellejo en el ordenador, creo que no he vivido nada como El bombero de Pompeya.
P. Su novela Los Búhos también debió de tener algo de experiencia límite.
R. Bueno, la escribí en los años de la Facultad, y la tenía medio olvidada en un cajón hasta que surgió la oportunidad de editarla. Es una novela de aprendizaje, que rinde homenaje de algún modo a algunas lecturas adolescentes como Yo, Cristina F o Nacida inocente. Hoy seguramente no escribiría de esa manera, pero le tengo cariño por lo mucho que aprendí durante su escritura, cuestiones técnicas, ese afán del primerizo por tantearlo todo, por cuestionarlo todo, fue algo catárquico.
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