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Reportaje:

25 años de Carnaval blanco

San Sebastián busca revitalizar la fiesta de los disfraces, deslucida con el paso del tiempo

Maribel Marín Yarza

Con los Carnavales donostiarras ocurre lo mismo que con la Semana Grande; que llegan en medio de debates sobre su identidad y sobre la escasa participación ciudadana. Ni siquiera los políticos tratan de ocultarlo. "Es verdad que estas fiestas se han ido descafeinado en los últimos años y que están un poco de capa caída; se ha perdido participación, animación y, sobre todo, humor", reconoce el concejal de Turismo, Denis Itxaso (PSE-EE). "Pero queremos revitalizarlos con un programa que anime a algo más que la simple contemplación".

El Carnaval donostiarra, que celebra el 25 aniversario tras su recuperación en 1979, ha evolucionado contra su propia esencia, según el historiador y cronista local, Javier Sada.

"En 25 años no ha habido la más mínima crítica social o política", dice Sada

"Ha sido blanquísimo... En 25 años no ha habido la más mínima crítica social o política", apunta, cuando estas fiestas son para invertir el orden establecido. "Hoy además, sólo se busca el espectáculo y la gente de las comparsas va más preocupada por marcar el paso que por pasárselo bien". ¿Es cuestión de carácter? "No se trata de eso, sino de que con el tiempo se le han ido cortando las alas al pájaro para luego echarle la culpa de que no puede volar".

Sada fue promotor de la recuperación del Carnaval junto al ilustrador Tomás Hernandez y al presidente de la Asociación de Vecinos del Antiguo, Valentín Anguiozar, en un momento de cambios políticos en el que apoyar estas fiestas se entendía como una forma de rechazo de la dictadura. Durante los cuatro primeros años, las cuadrillas y familias vivieron la fiesta con intensidad en las calles. " Las cosas salen cuando hay voluntad y el Centro de Atracción y Turismo (CAT) la tenía". Pero con los años, continúa, se han ido recortado los presupuesto, las infraesctructuras y el programa, cada vez más controlado y con menos espacio para la espontaneidad. "También entiendo una cosa, que hablarle hoy a un político de los Carnavales es como hablarles de la estratosfera. Están con su plan Ibarretxe, sus escoltas... Como para decirles que hay que disfrazarse".

El diagnóstico de Sada no cae como un jarro de agua fría sobre Itxaso, que coincide en parte con su reflexión. Su equipo ha adoptado ya las primeras medidas de un plan de choque para "un nuevo Carnaval". "Sabiendo", dice, "que no se recupera de un año para otro". Lo ha hecho, mirando a sus raíces, recuperando elementos centrales de las fiestas del XIX, cuando tenían un carácter local pero destacado en el calendario. Por ejemplo, el viernes habrá un gran pregón "como antaño" en la plaza de la Constitución, con la participación de las comparsas; se recuperará el concurso internacional de fanfarres y la comparsa de percebes. Pero también se sumarán nuevos atractivos para invitar al desmelene: las noches del 19, 20 y 20 se celebrará una gran fiesta de música y disfraces en la plaza de la Trinidad y se instalarán dos túneles de lavado, peinado y maquillaje gratuito para que la gente ya no tenga excusas para no disfrazarse.

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Pero Sada insiste: "El carnaval está malherido y no se puede hacer nada con una tirita". Conoció su esplendor a principios del siglo XX, cuando San Sebastián trataba de atraer el turismo de invierno. En 1923 Primo de Ribera lo prohibió.

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