Genes de portero
Nieto e hijo de guardametas, Jorquera es el candidato a defender el marco del Barça hoy ante el Atlético
El filial del Barça volvía en autocar a Barcelona, después de arrancar un punto del campo del Hércules (2-2), escuchando por la radio el partido de los mayores. "Penalti y tarjeta amarilla a Valdés, que no podrá jugar contra el Atlético" se escuchó por los altavoces. Fue entonces cuando los chavales empezaron a corear su nombre y Albert Jorquera se convirtió en foco de las bromas. Minutos después recibía en su móvil un mensaje escrito: "Vete preparando, Víctor no juega contra el Atleti". Era de Gabri, con el que compartió piso cuando los dos soñaban con cambiarse juntos en el vestuario del Camp Nou. Él, como todo el barcelonismo, dan por hecho desde hace una semana que hoy el portero del Barça vestirá de naranja y no será turco, puesto que Rüstü tiene el inconveniente de que ocupa plaza de extracomunitario y las tres que permite el reglamento parecen reservadas para Ronaldinho, Saviola y Márquez. Pero ayer Frank Rijkaard mantuvo una duda que a Jorquera no le inquieta demasiado: "Lo llevo bien. Sé que tengo posibilidad de jugar. Pensaba que pasaría la semana más nervioso".
"Es de Bescanó" -un pueblo de Girona-, resume un compañero del primer equipo, tan catalán como veterano pese a su juventud. Haber nacido allí permite afrontar cualquier reto con cierta dosis de pragmatismo: "No me hago ilusiones. Lo pienso, pero como no depende de mí...", relativiza quien el pasado 17 de enero, dando pedales a la bicicleta estática del gimnasio anexo al vestuario del Camp Nou, sólo horas antes del partido ante el Athletic de Bilbao, recibió una orden del entrenador: "Dále fuerte que juegas tú". El técnico holandés, que le había descubierto el pasado mes de agosto con ocasión de la gira por Estados Unidos, decidió aquel día que Rüstü se quedara en el banquillo y que a Valdés, con gripe y en cama, le sustituía él. Seguramente, Albert, en su debut, pensó en su abuelo Enric.
Todavía guarda aquella camiseta "de color verde, muy chula", su primer uniforme de portero, la que defendieron con seis años los niños de Bescanó porque la Joyería Fortià compró las camisetas, diez de color amarillo y una de color verde, la del número 1. "Las pagó mi abuelo", cuenta. Relojero hasta que abrió una joyería en Girona, Enric defendió la portería del Bescanó mucho antes que Albert: "Nunca le vi jugar, ni a él ni a mi padre. Me hubiera gustado mucho, pero ni siquiera tengo una camiseta suya". Como su abuelo, su padre se dedicó de mozo a evitar goles los domingos por la mañana, pero en el pueblo vecino, Anglès. "Está claro, lo llevo en los genes, tenía que ser portero", asume Jorquera. "Yo sólo quería ser portero, del Barça claro". Por eso, su ídolo no tuvo nunca nombre, sólo una responsabilidad: evitar goles defendiendo al Barça. Primero fue Urruti -"pero casi no me acuerdo", dice-, luego Zubizarreta, que en su calidad de director general del Athletic vivió en el palco del Camp Nou su estreno ante el equipo rojiblanco. "Y habló muy bien de mí después", recuerda agradecido.
Zubi, fue al primer portero que vio jugar. No fue en un partido cualquiera: fue la inolvidable noche en que el Barça le ganó al Sevilla por 5-2, Djukic falló un penalti en Riazor y el dream team ganó la Liga. Poco después, Oriol Tort y Martínez Vilaseca, responsables de las categorías inferiores del Barça, le vieron jugar con el Vilobí y se lo llevaron a la Masía. "Al tiempo, mi abuelo y mi padre dejaron de aconsejarme sobre como tenía que jugar". Ahora los recibe de Busquets, a quien vio jugar muchas veces cuando Zubi se fue a Valencia y con quien trabaja en el filial. "Me ha contagiado", cuenta, "su tranquilidad al afrontar lo que viene". No olvida que por espejo tuvo incluso a Lopetegui: "Jugó poco y nunca tuvo suerte, pobre".
Esta tarde, cuando en el rincón reservado a los niños en el vestuario del primer equipo vuelva a ponerse la camiseta naranja, ya no se acordará de que el jueves se perdió la clase de estereoscopia por culpa del entrenamiento con el primer equipo. Tras abandonar los estudios de empresariales -"me apunté porque me obligaron en casa", reconoce-, inició los de gemología aunque, más allá de seguir con el negocio familiar, le apasiona la naturaleza. Por eso no dudó en acompañar a su novia, Sabrina, a un cursillo de submarinismo. Ella, bióloga, estaba obligada, Albert no. Él sólo tiene una obligación: Parar todo lo que pueda esta tarde, contra el Atlético. Sería su segundo partido en el Barça y esta vez ha tenido tiempo de pensarlo. "En el campo, llegada la hora, da igual si lo has visto venir o te ha llegado por sorpresa". En cualquier caso, en Bescanó todos, incluido l'avi Enric, saben que nació portero; portero del Barça.
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