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Columna
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La foto

Todos quieren salir en la foto. Todos han aprendido que salir en la foto es capital, que sin foto no hay vida, ni futuro, ni votos. La foto es lo que cuenta. Por eso todos marchan precedidos por un fotógrafo que no cesa de disparar su máquina. El único objetivo que persiguen y aman es el de las potentes reflex con las que sus fotógrafos de cámara les retratan para ilustrar carteles imposibles.

Nos inundan estos días de febrero con millares de fotos de John Kerry. La foto de Kerry es el único argumento que ofrecen sus colegas del Partido Demócrata norteamericano para demostrarnos la excelencia del presidenciable. Los demócratas piden al partido que cierre filas en torno a Kerry, es decir, a la foto de Kerry. John Kerry, por su parte, pide que se le juzgue por su vida, es decir, por su foto. ¿No es la cara el espejo del alma? ¿No dicen que a partir de cierta edad uno tiene la cara que merece? Aparece Kerry como héroe del Vietnam en una foto. Aparece con chupa de cuero subido en una Harley. Aparece vestido de jugador de hockey sobre hielo. Aparece abrazando a su mujer; comiendo una hamburguesa (por el momento, nunca leyendo un libro).

La foto es lo que cuenta. Lo sabía bien Goebbels y lo sabía bien Benito Mussolini. Esta semana ha sido publicado en Italia Il Duce proibito. Es un libro de fotos. Fotos de Mussolini (a caballo, esquiando, abrazando a su nieto) que Mussolini censuró en su día. El dictador no daba en esas fotos la imagen deseada. En unas se le veía gordo; en otras bajo; en otras con aspecto de bracero vestido de frac. Cuentan que desde 1931 todos los periódicos italianos tenían una circunstanciada lista de directrices dadas por el Duce, antiguo director de periódicos, para seleccionar y publicar sus fotos. La oficina de prensa del dictador trabajaba a destajo desde los años veinte.

Todo ha cambiado con la democracia, pero nada ha cambiado a la hora de sacarse la foto. Nuestros políticos siguen retratándose con el mismo objetivo ilusorio: mostrar su mejor cara, revelar esa imagen ideal que entre sus asesores y ellos mismos han llegado a tomar por verdadera. Zapatero y Rajoy (tan difícil) se pondrán en las manos de un equipo de peluqueros, esteticistas y maquilladores. Asesores de imagen y fotógrafos. Su segundo trabajo es y será soportar sesiones infernales de fotos, con el riesgo añadido de que alguno termine aficionándose -Narciso ante el espejo- y se enganche a la heroína de los flashes como cualquier munícipe.

Nada nuevo en el fondo. En el año 51 de nuestra era, el emperador Domiciano (nos lo cuenta Suetonio en la Vida de los doce Césares) cuidaba su imagen, aunque no hubiera máquinas de fotos ni fotógrafos, con auténtico esmero. Tanto que suprimió las actuaciones de los histriones por temor a que le ridiculizaran. A algunos, sencillamente, los mando crucificar, como a un discípulo del pantomimo Paris. John Kerry, por fortuna, sólo despedirá a sus asesores si la foto les sale movida.

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