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Columna
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La estatua de Balzac

El primero al que le solté una bofetada preventiva era un Montesco. Nosotros llamamos así a nuestros rivales, que no es que tengan ninguna característica especial, pero se les nota y mucho. Lo vi, le propiné el sopapo y me quedé tan ancho, pues los Montesco son pérfidos pero chiquitines. Acababa de leer unas declaraciones de Bush Jr., en las que justificaba la invasión de Irak con el argumento de que Sadam no tenía armas ADM pero podía tenerlas, y pensé que aquel tipo confirmaba mis más íntimas sospechas. Siempre estuve convencido de que los Montesco no tenían intención de agredirme, pero que podían tenerla. Naturalmente, soy una persona muy racional y en toda ocasión trato de oponer argumentos a mis más oscuras y firmes tendencias. Tras leer las palabras de Bush me dije que había muchos países en posesión de armas ADM, pero que nuestros enemigos terroristas el arma de destrucción masiva más eficaz que habían encontrado era el cuerpo humano, toda una lindeza tecnológica que se podía fabricar en la oscuridad de una caverna. De ahí concluí que el señor Bush no sólo tenía razón, sino que se había quedado corto, y que lo que la invasión de Irak había demostrado era que los iraquíes además de poder tener armas ADM las tenían, y a manta.

Bueno, es posible que nuestros enemigos terroristas no se conformen con su cuerpo serrano y estén también en posesión de uranio enriquecido y a punto de fabricar una minibomba nuclear para el año 2009, como decía Timothy Garton Ash el pasado domingo. La verdad es que después de leer su artículo comencé a ver Montescos por todas partes y se me ha quedado la mano hinchada. En su artículo, Garton Ash propugnaba una política preventiva: todo lo que se haga en aras a evitar lo peor está bien hecho y no ha de ser cuestionado. Se trata de una política infalible porque, si lo peor ocurre, se habrá tenido razón, y si no ocurre, también, porque se habrá impedido que ocurriera. El resto son efectos colaterales, que es de lo que se suele ocupar la política democrática, pero a la teocracia del Mal esas cosas le parecen minucias. El MI6 británico se habría equivocado respecto a Irak, pero no respecto a lo que ocurre el año 2009 en el artículo de Garton Ash. Lo terrible de ese artículo es que condiciona lo que ocurre en el 2009 a la desconfianza suscitada por el error actual: si diéramos crédito al error, olvidándonos de que lo es, nos salvaríamos. Nada de comisiones, pues, y corramos un tupido velo.

Nada de contemplaciones, por lo tanto, y bofetada al Montesco. La teocracia del Mal, que es nihilismo consumista decorado con estampitas, propicia la paranoia. Suelte usted todos sus terrores, que son muchos, y prevéngase de ellos. En su desesperación nihilista, la justicia no podrá hacerle desistir de sus desastres. ¿Por qué ha asesinado usted a un Montesco? Porque él quería matarme. No hay pruebas de ello. Pero "yo sé" que lo quería, y he vivido como si lo quisiera. Un tormento, sí, pero los Montesco existen, y me rodean. Y no soy el único al que le ocurre esto. Ayer, sin ir más lejos, me encontré con mi amiga Paloma y me comunicó que había suspendido su boda con Marcelo y había roto con él. Su argumento fue que, una vez casada, habría tenido que matarlo para impedir que él la matara, y que quiso evitar ese trance.

En el artículo de Garton Ash, la estatua de Balzac, obra de Rodin, contempla a sus pies con dolor atormentado el espectáculo posterior a la explosión de la bomba: 50.000 cadáveres y más de 40.000 heridos. Tal vez en lugar de dolor atormentado exhibiera una sonrisa sarcástica si en ese momento la ocupara el alma de Vautrin. O tal vez de desdeñoso orgullo si quien la ocupara fuese Frenhofer, el protagonista de su Obra maestra desconocida. En su empeño por crear la obra perfecta, Frenhofer pinta la nada, en la que se resiste a no ver el retrato de la mujer amada. Envidiosos, les dice a quienes no ven nada. También en esta obra maestra de la prevención que quisieron vendernos, algunos no podemos dejar de ver no nada, sino la nada.

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