Nuevo arte
Hace unos cuantos días, observé que en el extremo del paseo de Recoletos que da a la plaza de Cibeles estaban instalando una caseta atunelada, con chapa galvanizada tipo bionda. Pensé, lo digo con absoluta seriedad, que se trataba de algún modelo antiguo de galpón móvil para guardar las herramientas de los operarios municipales, que, aunque amortizado, el Ayuntamiento no había osado desechar por motivos presupuestarios.
Como soy bastante despistado, tardé varios días en percatarme de que se trataba de una de las "obras de arte" expuestas en las calles de Madrid, conclusión a la que llegué no tras una madura reflexión y admiración de semejante lata, sino porque en el póster bélico que cubre la entrada del falso túnel, figura impreso el nombre de las entidades que patrocinan la exposición (Dios las perdone). Por si fuera poco, parece ser que la finalidad del cobertizo no es otra que "disfrutar", vía ordenador, con la voladura virtual de cualquiera de los edificios de Madrid, acto encomiable y de enorme trascendencia cívica, digno en consecuencia de ser financiado con fondos públicos.
Un par de días más tarde me topo con otra sorpresa: en la calle de Alcalá, donde comienza la Gran Vía, encuentro varios fragmentos de esculturas tirados sobre una tarima en la acera. Esta vez ya no me pilla de sorpresa y mi experiencia me lleva a reconocer de inmediato otra de las obras de arte patrocinadas por nuestros generosos mecenas institucionales. En este caso, forzoso es admitir la calidad que hubiera tenido la escultura... de estar completa. Llega, incluso, a parecerse al original de la plaza Mayor que trata de emular. Pero así, a pedacitos, parecen fragmentos rescatados de la chatarra de algún taller de escultura, cuyos artistas no parecen muy hábiles en la técnica del vaciado.
Ese mismo día contemplo, con espanto, la plaga de pájaros que ha invadido el palacio la Casa de América. ¡Ha vuelto Hitchcock! Pero el mayor horror lo experimenté ayer, en el otro extremo del paseo de Recoletos (plaza de Colón). No cabe pensar que estén construyendo allí, en mitad del paseo, un apartamento, por lo que se trata con toda probabilidad de otra de las "obras de arte" con las que nos regalan las instituciones locales.
Esta chef-d'oeuvre consiste precisamente en una obra, de las de cemento, que podríamos describir como cuatro ladrillos mal puestos con sus andamios. ¡Habráse visto! Como si no tuviéramos suficientes obras en nuestro querido Madrid. Aún no hay huellas del mecenazgo, pero no es difícil de adivinar.
No he tenido la desgracia de ver el resto de las nuevas obras de arte que ornamentan Madrid, aunque, ahora que lo pienso, me estoy imaginando que las banderitas de colores que adornan las farolas de la calzada del paseo de Recoletos, también forman parte del cotarro. Sin comentarios...
Señora concejal de las Artes (antes Cultura) del Ayuntamiento de Madrid; señor consejero de Cultura (antes las Artes) de la Comunidad de Madrid; como contribuyente me pregunto: ¿no tienen algo más serio e interesante en lo que gastarse el dinero de los madrileños? La prodigalidad, o sea el despilfarro del patrimonio privado, aboca a la inhabilitación del pródigo.
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