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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El precio de la vivienda y los políticos

Ahora que las elecciones están más cerca en los cerebros de los políticos que en el calendario, parece que nos acabamos de dar cuenta de la disparatada evolución de los precios de la vivienda.

Gobierno y oposición se afanan en idear planes milagro para "forzar" hacia abajo los precios de algo tan necesario como es la vivienda. Además de preguntarme por qué ahora y no hace unos años, cuando empezó toda esta espiral, reflexiono sobre lo desapercibida que está pasando la pe-

ligrosidad de que el precio de la vivienda invierta su tendencia y los precios comiencen a bajar.

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No hay que ser un genio en economía para saber que, si bien la subida generalizada de los precios no es positiva, las consecuencias de una economía con los precios en continuado descenso son, potencialmente, mucho más dañinas.

Una vivienda, en la infinita mayoría de casos, es un bien que compramos con financiación ajena. Si suponemos que la aplicación de estos planes milagro redujera los precios de la vivienda en un 10% anual, tendríamos que, tres años después, la vivienda que en su día nos costó, por dar una cifra, 20 millones de pesetas de las de antes, ahora sólo valdría 14 millones.

Lo peor de todo es que seguiríamos pagando un préstamo de 20 millones por algo que sólo vale 14. La morosidad se dispararía, pues saldría más rentable dejar de pagar el crédito y comprar un piso de similares características, pero mucho más barato. Con el aumento de la morosidad, las consecuencias para el sistema financiero, para los bancos, serían ciertamente preocupantes, y con ello ya tendríamos los pilares de una crisis que nos afectaría a todos.

No es de recibo la espectacular subida de los precios de la vivienda que estamos soportando año tras año. Todas las medidas de corrección deben buscar la moderación de dichas subidas. Todo plan que persiga la bajada de los precios de manera continuada, además de demagógico y electoralista, podría significar peor remedio que nuestra actual enfermedad.

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