Objetivo fácil, mensaje claro

La insurgencia iraquí ha tenido desde sus inicios el pasado mayo dos objetivos claros: los soldados ocupantes y los iraquíes que cooperan con ellos. Primero, fueron los asesinatos y amenazas a los intérpretes. Desde septiembre, se generalizaron los coches bomba contra comisarías de policía (al menos 300 agentes han muerto en esos atentados). El ataque a los centros de reclutamiento de Iskandariya y Bagdad parece reforzar el mensaje: quienes ayuden a las fuerzas de la Coalición están en peligro.
Para algunos iraquíes, y sin duda para quienes respaldan a los insurgentes, los nuevos policías y soldados son "colaboracionistas que han traicionado a su patria". Con esa lógica, les convierten en objetivos legítimos, aunque se trate, como en los dos últimos casos, de civiles desarmados.
La mayoría de los observadores coinciden en que "son objetivos fáciles", menos protegidos que los acuartelamientos de las fuerzas de la Coalición. Además, tienen una alta visibilidad, ya que en la medida en que constituyen la espina dorsal del nuevo Irak, la Administración ocupante tiene interés en mostrar su imagen como cuerpos para la protección de los iraquíes frente a las tareas de represión que ejercían con anterioridad. El comandante John Frisbie, del Ejército de EE UU, niega que el centro de reclutamiento atacado ayer estuviera poco protegido.
"Había agentes del Servicio de Protección de Instalaciones", asegura Frisbie en referencia a uno de los múltiples cuerpos policiales. Eso era cierto dentro de la caja de reclutas, pero fuera nadie protegía a los aspirantes a soldados. Además, aunque EE UU ha gastado al menos 3.000 millones de dólares en entrenar, equipar y desplegar a los 150.000 miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes que ya se encuentran operativos, la realidad es que su imagen sigue siendo muy frágil.
Mal uniformados, armados con viejos fusiles Kaláshnikov y escasos de munición, su presencia en las calles de las ciudades iraquíes parece un mero ejercicio de voluntad, cuando no una pantalla de protección para los militares estadounidenses.
Los 140 dólares que recibe de paga un agente de policía o un soldado raso no parecen compensar tanto riesgo. Y, sin embargo, siguen acudiendo por centenares a las oficinas de reclutamiento.
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