Tierras extrañas
La Diputación de Almería organiza una exposición sobre historias de emigrantes e inmigrantes
Joaquín Egea Moreno tiene 65 años y es natural de Senés (Almería). Cuando tenía 23 años se vio obligado a emigrar y eligió Francia para hacerlo, aunque un año después se marchó a Alemania. Como él, hay muchos andaluces y almerienses que se vieron obligados a abandonar su casa y su familia, dejando atrás su tierra natal. La Diputación de Almería quiere organizar la exposición De la emigración a la inmigración para que recoja las vidas de estas personas y también las de aquellos que deciden venirse a Almería buscando un destino mejor, explica Muñiz.
A las ONG que trabajan con emigrantes e inmigrantes se les está haciendo llegar la información y, entre tanto, algunas de las historias ya están sobre las mesas.
Un ejemplo es la historia de Joaquín Egea. Él, como casi todos su hermanos, dejó un día España para poder ganarse la vida. Pasó 12 años de su vida fuera de su tierra natal y para él es inolvidable. Por eso ha presentado su historia y gran cantidad de fotografías al concurso organizado por la Diputación de Almería.
Su estancia fuera de España y, en concreto, en Alemania "fue muy buena". "Me trataron como si fuera de los suyos, ésa es la verdad", afirma.
Joaquín trabajó en las vías durante sus cuatro primeros años en Alemania. Los siguientes, estuvo reparando puentes de hierro para el ferrocarril. Su relato se llama Historia de una realidad, la de un emigrante almeriense retornado. En él deja ver la nostalgia del que dejó atrás su vida y pasaba los días soñando con volver, "aunque sólo fuera de vacaciones y un par de días".
Joaquín recuerda perfectamente y con detalle cómo fue su llegada a Alemania: "De aquí salimos en un tren que iba hacia Kornweshteim, en Stuttgart (Alemania), sólo iba yo de los muchos que salíamos desde Almería, porque mi grupo salió antes que yo. Me quedé en tierra porque no tenía certificado de penales. Cuando lo conseguí, subí al tren y en Madrid nos montaron en otro tren de inmigrantes y fuimos hasta Colonia. Una vez allí nos llamaban por los altavoces y nos ponían un cartón en el pecho con un número y el lugar al que íbamos. Nos facturaban a nuestro destino, como si de un paquete se tratara".
Casi 30 años después de su regreso, Joaquín Egea reconoce que es imposible olvidar los buenos y los malos ratos de su época de emigrante. Habla de la "desesperación y amargura" de los primeros momentos en suelo extraño, "cuando tenía que pasar exhaustivos reconocimientos médicos que no se terminaban nunca".
Joaquín Egea mira ahora a los inmigrantes que llegan a Almería. "Creo que lo pasan peor, por lo que veo en televisión o leo. Ellos se disponen a morir y se arriesgan a ello. Nosotros pasábamos unos severos reconocimientos e íbamos con el alojamiento buscado y un contrato de trabajo. Éramos dioses al lado de ellos", afirma.
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