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Columna
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Sin cables, sin rollos

A principios de los ochenta, Basic se convirtió en la pesadilla de muchos niños españoles. La informática despuntaba como una disciplina moderna y cargada de futuro a la que había que enfrentarse y dominar. Los padres de aquellos chavales alegaron ser demasiado mayores para embarcarse en el aprendizaje de un nuevo idioma digital (bastante tenían con memorizar cuál era el significado de "encendido" y "apagado" en el on y off de sus transistores analógicos). Sin embargo, a los críos nos apuntaron a academias de informática para aprender un lenguaje que, como el esperanto, se ha demostrado improductivo.

Con el tiempo los ordenadores se convirtieron en máquinas gobernadas por programas intuitivos e iconográficos y nadie se consideró un inculto por desconocer una lengua que ya sólo utilizaron los programadores. En los hogares el PC se reveló como un aparato útil para hacer trabajos escolares y jugar a videojuegos, pero no resultó ser el electrodoméstico vital que prometía. Hasta que llegó Internet. Entonces sí que nos cambió el mundo, y no el 11-S. Ahora es difícil concebir la vida sin la world wide web. ¿Cómo pudimos buscar información durante el bachillerato? ¿Cómo éramos capaces de esperar días hasta que una carta llegase a su destino? ¿Cómo teníamos la osadía de comprar revistas porno en los quioscos? Hoy el mundo no se movería igual sin Internet. Sin embargo, España es uno de los países desarrollados más atrasados en las conexiones a la Red.

Sólo el 34% de los madrileños tiene acceso a Internet desde su casa. En la era de las comunicaciones y de la globalización en la que vivimos, prescindir de este servicio significa ser un analfabeto. Uno de los grandes inconvenientes es que, poseer Internet, está supeditado a la capacidad económica, no ya para comprar un ordenador, sino para sufragar una línea de alta velocidad o una tarifa plana que permitan una mínima fluidez. Internet debería ser un bien social promovido y subvencionado por nuestra comunidad.

La semana pasada, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz- Gallardón inauguraron los CAPIS, Centros de Acceso Público a Internet. Se trata de 21 puntos digitales en diferentes distritos de la ciudad que ofrecen conexión a la web. Además, nuestros políticos confesaron su propósito de que, en un futuro no muy lejano, ningún hogar madrileño carezca de entrada a la Red. Aparte de la insignificancia de los CAPIS, que suponen 177 ordenadores para tres millones de habitantes de la capital, el problema y, por tanto la solución, va más allá. No se trata únicamente de hacer llegar Internet a las casas, sino de romper con el monopolio de Telefónica, que copa el 90% de las conexiones, y así abaratar los costes de las líneas, más caras que en Corea, Portugal, Alemania o Estados Unidos.

Hace dos años y medio tres jóvenes madrileños crearon un proyecto llamado MadridWireless. Su propósito es levantar una red inalámbrica gratuita basada en el software libre para poder interconectar los ordenadores de todo aquel que se quiera unir a la propuesta. Hoy hay más de trescientos madrileños disfrutando de este servicio promovido por voluntarios que se suman a la iniciativa de una manera anárquica. Todo el que quiera formar parte de MadridWireless puede crear un nodo en su casa, una especie de antena que irradia a cientos de metros. Si alguien posee Internet también tiene la opción de compartir gratuitamente su conexión inalámbrica con los vecinos, a los que les basta con sintonizar su ordenador con las ondas que desprende el emisor (toda la información en www.madridwireless.net). Este sistema de conexión a Internet sin cables ya funciona en muchas salas de espera de aeropuertos, en varios hoteles o incluso en la cafetería de algún Corte Inglés. El Ayuntamiento podría ofrecerlo gratuitamente, desde grandes antenas, a toda la ciudad.

Es decir, mientras que el Gobierno alfabetiza tecnológicamente el país con lentitud y torpeza, la imaginación, el esfuerzo y la solidaridad de algunos ciudadanos permite que muchos otros puedan consultar el correo, chatear o incluso acceder sin cables y sin costes a la inmensa red mundial a través de ordenadores portátiles, agendas electrónicas o incluso móviles. En definitiva, MadridWireless es un ejemplo de la voluntad de globalización alternativa de unos vecinos y de la resuelta decisión de repartir recursos y conocimientos a todos aquellos que nunca aprendimos Basic.

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