El suelo es el que brilla
A Aribert Reimann (Berlín, 1936) le tienen tocado últimamente los temas de inspiración española. Después del estreno en Múnich en 2000 de su estupenda ópera La casa de Bernarda Alba, basada en la tragedia lorquiana (se representó en Peralada en 2001 con un montaje idóneo de Harry Kupfer), ahora ha recurrido en su nueva obra para soprano y orquesta, encargada por el Festival de Canarias, a Juan Ramón Jiménez y, en concreto, a su poema Tarde: "A veces, las estrellas no se abren en el cielo. El suelo es el que brilla igual que un estrellado firmamento".
La voz es utilizada como un elemento instrumental en las primeras secciones y, al final, la cantante se abandona a la palabra poética de Juan Ramón, en un contraste intencionado entre el cielo y la tierra, las estrellas y el suelo que brilla.
Staatsorchester Stuttgart
Director: Lothar Zagrosek. Con Claudia Barainsky, soprano. Obras de Aribert Reimann (estreno mundial), Carl Maria von Weber, Richard Strauss y Beethoven. XX Festival de Canarias. Auditorio de Tenerife, 6 de febrero.
Defiende con convicción su papel la soprano coloratura Claudia Barainsky (que ya fuera Martirio en Bernarda Alba), una cantante que "sabe expresar ideas por medio de la voz", como ha afirmado Reimann.
El trabajo, de unos 22 minutos de duración y con una plantilla orquestal de 31 instrumentistas, tiene un suave carácter experimental en sus sucesivas oleadas o diálogos entre voz y orquesta. Se escucha con agrado y no responde al concepto de música "seca y dura", como le gusta decir a Reimann de sus composiciones, sino que es más bien una música liviana, insinuante.
El oficio de Reiman se percibe en la cuidada estructuración y también en la proliferación de matices. Todo ello lleva a una obra más contemplativa que dramática, más evocadora que unidireccional.
Weber, Strauss, Beethoven
Se complementó el programa con una obertura de Weber llena de ligereza, una pieza vocal de Strauss para lucimiento de la cantante y una enérgica, poderosa Quinta de Beethoven donde deslumbraron las violas y los violonchelos.
La orquesta se mostró muy identificada con los criterios de su director, Lothar Zagrosek, y tuvo una prestación espléndida en conjunto, pero no llegó, ni de lejos, a la magia inenarrable de Salomé 24 horas antes.
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