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FUERA DE CASA
Columna
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La cena puede esperar

Dónde te apetece cenar hoy?, preguntó él. Ella, que no se deja influenciar por la publicidad de Iberia, contestó: pues aquí, en Madrid. ¿Y qué te gustaría cenar? Ya sabes que soy vegetariana. Fácil, y barato. Para que luego no vaya escribiendo cosas García Abad. ¿Dónde se comen hoy las mejores verduras de la Corte?, preguntó él. En La Manduca de Azagra, señor. Pues eso. En ese restaurante que construyó el mejor continuador de Rafael Moneo, el inquieto e imparable Patxi Mangado, responsable del diálogo arquitectónico más atrevido de la nueva Pamplona con la vieja ciudad amurallada, El Baluarte. Mangado está en Madrid liado con la plaza de Dalí y con otros proyectos que se le van sumando, supera las nostalgias de las verduras de su tierra en La Manduca. El mismo lugar donde Foster, Siza, Nouvelle y otros renovadores de nuestras ciudades se regalaron el placer de las alcachofas, los pimientos de cristal o de los cardos de La Rivera. Allí, con buen olfato verdulesco, querían cenar los monarcas y familia. En el restaurante se presentó un encargado de protocolo de la Casa Real. Se identificó. Solicitó mesa para catorce, además de la lógica reserva de mesas auxiliares para los escoltas. Juan Miguel, el cocinero de Azagra, el chef de la manduca, sorprendido, pero civilmente tranquilo, le hizo ver la imposibilidad de la cena real. Todo estaba reservado. Es más, se lamenta el chef, "¡hasta tuve que decir no a un paisano que también pretendía mesa!". Otra vez será. Los reyes también tienen que esperar turno. No está mal, para ir terminando con servidumbres, que alguien sea capaz de decir, como en el cuento, que el rey está desnudo. No estamos en los tiempos de reales peloteos. Cosas tan normales como esa cena que no pudo ser nos acercan republicanamente al mejor espíritu juancarlista.

El peligro de no tener mesa para la cena fuera de casa es tener que adivinar quién viene a la televisión esta noche. Imaginarse delante del telediario de la noche con otro navarro, digo, es un decir, contándote las razones para prevenir los peligros de las armas de destrucción masiva, las ventajas del hundimiento de algún petrolero o las menudencias de los alcaldes acosadores. En fin. Menos mal que nos queda el digital. Aunque tampoco hay que perder la esperanza televisiva pública y generalista. Ahí está la baraja de sabios al estilo Zapatero. Una sorpresa. Cuando durante una comida me lo contó un amigo estoico, amante de placeres paganos, crecido en un Mediterráneo descreído de pecados carnales, experto en verduras y aceites, pensé que estaba de farol. En la misma mesa, siempre fuera de casa, también estaba otro amigo, epicúreo, de tierra de flagelantes y buenos vinos, experto en disparates cotidianos, que tampoco daba mucho crédito. Pues sí, lo que se contó en compañía de pocos, pero muy energéticos personajes de la izquierda cultural, se hizo público y oficial. Serio y firme, el candidato socialista anunció los primeros cinco sabios que, desde su independencia, diseñarán el modelo futuro de la televisión pública. De la sorpresa al análisis. Fernando Savater, bien, con él volveremos a las películas de aventuras, a lo mejor de la recuperación de la infancia y a la defensa de los cortes en las películas, para poder hacer una visita al baño o prepararnos una copa, incluso dos. Victoria Camps, bien, un poco de ética nos puede hacer mejores, estéticamente hablando. Enrique Bustamante, bien, nos brindará con análisis de lo que hemos visto y teorizará por lo que veremos. Fernando Lázaro Carreter, bien, velará por la corrección en el lenguaje, y además no se negará al cine español popular, estilo La ciudad no es para mí. Emilio Lledó, bien, mejor, excelente, porque ya era hora de que llegara a la televisión alguien que no tiene televisión. Una mirada virgen, intocada por las perversiones del lenguaje televisivo. Yo, que soy un indisimulado fan de los documentales de La 2, siento la llamada de la selva, la vuelta a casa, el regreso a los paraísos perdidos y televisados. El camino del estoico nos lleva al placer saboreado en tragos cortos. Y la aportación epicúrea nos excitará después de haber reflexionado. Los estoicos estarán en lo público. Los epicúreos, en lo digital. Ésa será la siguiente revolución, el cambio del retroceso, la derrota de lo banal. ¿Será una señal del cambio en te-uve-e el programa Memorias de España? En el primer programa, digan lo que digan los obispos, quedó bien claro que los españoles descendemos del mono. Palabra de García de Cortázar. Espero que esos monos sigan evolucionando y lleguemos a ver, aunque nos duela, lo que nos pasó en los años treinta, república, guerra y derrota incluidas. Estoy deseando la llegada de los sabios, al menos el modelo prometido por la oposición, tengo mono de los anuncios, quiero volver a dar una oportunidad a la pública. Quiero ser estoico, sin dejar mi veta epicúrea.

Obispos y asustados en general con la ¿revolución sexual? Atentos a las pantallas. Viene el último Almodóvar, curiosamente también coproducido por TVE -mi enhorabuena a Jordi Bosch-, y saltarán todas las alarmas. He visto, conmocionado, La mala educación, el más sincero y brutal retrato de cierta hipocresía que se esconde bajo unas sotanas. Es muchas más cosas. Ya tendremos tiempo de volver a su más desnuda, dura y necesaria película. Gracias, Pedro. El infierno te espera.

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