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Columna
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Felicidad

Estoy feliz, inmensamente feliz, loco de felicidad porque el único problema de España es la falta de liderazgo de Zapatero. El resto son falsos problemas, cortinas de humo que lanza ese señor para disimular sus miserias. Esto es Jauja. ¿Y para qué necesitamos a ese señor si el único problema es él? Miren su casa. Primero fueron los tenores y las sopranos, y hasta los niños cantores de México, los que le hicieron un ¡purrust, José Luis! Pero es que ahora hasta Constantina López, sí señores, hasta Constantina López le echó en cara el día pasado que no sabe qué número de zapato calza. ¡Que no saben ustedes quién es Constantina López! Yo tampoco, pero alguna habrá que se llame así y cualquier día nos enteraremos de sus peripecias. Y cómo se puede pretender entregarle el Gobierno del país a alguien que es incapaz de decirle a Constantina López que está equivocada y que él no calza el 17 sino el Ser de Parménides. Ya son ganas de complicar el paraíso. Cuarenta y tres millones de personas de alto poder adquisitivo nos dijo el Ser de Parménides que tenía este país. Tiene bigotes el Ser, y yo aquí ahorrando para comprarme una maquinilla de afeitar.

Considero que el error de Medem ha sido que ha terminado asumiendo el papel que le asignaban sus adversarios

¡Ay, qué irresponsable me siento! No, ingenuo no, porque al parecer la ingenuidad es una virtud política. Es el último concepto en torno al que se filosofa. Pero salvo que Carod pretendiera que lo pillaran, salvo que su intención fuera cargarse el tripartito, cargarse el PSOE y trincarse hasta la Trilateral, fue un ingenuo, un pardillo. Otra cosa es la consideración que nos merezca su ideología, o su presumible ambición política, que fueron las que le llevaron a reunirse con el diablo, pero monsieur Carod fue, además de todo lo que le quieran añadir, un ingenuo. Mas yo no quería hablar del señor Carod, sino de la felicidad. Fíjense, por ejemplo, en lo que le dijo hace unos días el señor Rajoy al único problema de este país. Le pidió que explicara cuál es su política antiterrorista. Al parecer no se ha enterado de que es la misma que la suya. ¿Y entonces el señor Carod? Ya ven que siempre regresamos a él, pero si pactar con él supone cuestionar el Pacto Antirrerorista, tendremos que convenir en que éste termina fijando una centralidad y unos márgenes llenos de sospecha en la política democrática. ¿Se podría pactar con garantías fuera del Pacto? La pregunta no es superflua. Pero no nos pongamos serios.

También es como para hacernos felices que el otro gran problema de este país sea el señor Medem. No he querido ver su película, a pesar de todo lo que me insistió un amigo mío, supongo que con la intención de sacarme una columna incendiaria. Pero lo que más me preocupa a estas alturas no es que se me incendie una columna, sino que se me incendie el hígado o cualquier otra víscera. Y podía haberme ocurrido, tras haberle oído decir a Meden lo de la mirada limpia. Creo que el diablo puede hacer excelentes películas, pero desconfío de la capacidad cinematográfica de la Santísima Trinidad. Y luego estaba lo de las montañetas y lo de la fijación a la tierra de los vascos. La sociedad vasca es muy urbana y aquí sólo tienen fijación a la tierra los cadáveres. El resto es ideología, y exotismo a lo Mérimée con Aitor en lugar de Carmen, o sea, pastueño. Asi que, ya ven, me abstuve.

Por lo demás, creo que Julio Medem tiene derecho a hacer su película, con todas las montañetas que le vengan en gana. Y los espectadores tienen derecho a criticarla. Claro que tampoco la crítica está a salvo de ser criticada, y en el caso de Medem aquella ha rozado a veces la censura. En mi opinión el error de Medem ha sido que ha terminado asumiendo el papel que le asignaban sus adversarios.. Alguien lo acusó, creo que injustamente, de ser el cineasta del régimen -nacionalista- y considero que él ha terminado arropándose en ese régimen en lugar de guardar cierta distancia y de asumir alguna crítica. Una reacción muy humana, pero que tiñe la mirada de un color del que seguramente se creía exenta. Aunque me parece inadmisible, con todo mi inmenso respeto por el dolor de quienes se la pusieron, la pancarta que le desplegaron en la ceremonia de los Goya. En ella no se le criticaba una visión esquinada del problema vasco, sino que se le sugerían vinculaciones criminales.

¿Peligra la libertad de expresión? Tampoco esta pregunta me parece superflua.

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