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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El sueño del turbio destino

Ese infierno intuido como una tormenta inevitable en Las ocasiones (1939), y que era metáfora de la existencia, en un cierto momento deviene historia. Tras las premoniciones, la guerra se impone con fuerza sobre el escenario de la vida: "todo está abrasado y exprimido / por un polen que silba como el fuego/ y aguijonea como la ventisca". Parece que en La tormenta y otros poemas (1956), sea la historia la que irrumpa en la vida. Es verdad que el infierno se ha hecho realidad, pero sin embargo también es cierto que la vida misma es demasiado similar a la historia. La tormenta que se abate sobre el mundo es la demostración trágica de que la vida es ese grumo de dolor y angustia existencial que Eugenio Montale (Génova, 1896-Milán, 1981) ya conocía y había descrito en sus libros anteriores. No por casualidad este tercer libro de Montale se abre con Finisterre, una sección que es punto de llegada y de partida (había sido publicada en 1943 en Lugano, pues no podía serlo en la Italia fascista por una cita de Agrippa d'Aubigné contra los tiranos), un hilo de continuidad con poemas precedentes y nexo de unión con la nueva y trágica realidad.

LA TORMENTA Y OTROS POEMAS

Eugenio Montale

Traducción de Juana Ruiz

DVD. Barcelona, 2003

187 páginas. 12,40 euros

En el fondo del libro está la guerra, apocalíptica e infernal, pero no descrita sino presente y sentida, entendida como hecho cósmico y síntesis de la condición humana. Con La tormenta y otros poemas, Montale alcanza la cumbre de su madurez: al "mal de vivir", a la incapacidad de actuación del hombre, a las premoniciones y a los instantes decisivos que recupera de la memoria, ahora acentuados, se unen unos poemas que son emblemas del drama colectivo y, a la vez, capaces de descender a aquello que es propio a cada hombre, a su estado de angustiosa marginación en el mundo. La historia se vincula a lo personal y se manifiesta así como una epifanía: a la conmoción real se añade el desconcierto por el destino del hombre frente a la muerte, a una existencia condenada a la nada o al absoluto: "el vacío deshabitado / que ocupábamos y que espera hasta que llega la hora / de colmarse de nosotros, de volver a encontrarnos

...

".

Ante el espectáculo del abismo, buscar una razón y un consuelo vivo entre las estridencias y relámpagos de la tormenta parece un juego inútil. Sin embargo aparece un refugio, una figura de mujer que socorre, con su luminosidad doliente, a una humanidad inmersa en el "desvanecerse de las noches". Ese personaje es Clitia (el girasol), que ya aparecía en Las ocasiones, que pasa de ser inspiradora a salvadora, tan presente como la memoria de los muertos. Ella es la protagonista, entre otras mujeres, de esta historia o crónica ("romanzo" en la definición del propio Montale), de este romance de la "extraña hermana", mensajera sacrificada y consoladora intermediaria: "este arco iris es todo lo que puedo / dejarte como testimonio / de una fe combatida, / de una esperanza que ardió más lenta / que un grueso tronco en la chimenea". Ella asume el horror y la locura fundando un porvenir sobre las cenizas del pasado: "La espera se alarga, / y mi sueño sobre ti no ha terminado".

Las barreras entre sueño y realidad, sujeto y objeto, entre los dominios del cuerpo y la abstracción metafísica son definitivamente violentadas, algo que se muestra en la evolución del tono expresivo, que pasa de la perfección métrica y de la altura tensa y oscura de una meditación sobre el destino del hombre en los primeros poemas, al lenguaje realista y coloquial, casi disipado, en el que irrumpe explícita la prosa, del resto del libro. De Finisterre a Conclusiones provisionales, apertura y cierre de este viaje, el yo lírico se proyecta en la objetividad histórica, mientras en paralelo el amor salvífico ocupa un espacio terrenal que, desatado en el tejido textual, camina hacia la inmediatez de una poesía que se mide con la vida. Es éste un libro diacrónico, que se desarrolla y despliega en el tiempo, un libro abierto en busca de otra sonoridad. Así también esa busca de lo trascendente, nunca asumida del todo, que hace que la poesía pueda ser "una escalera a Dios", otra posible vía de luz y salvación.

La tormenta y otros poemas es uno de los libros de mayor profundidad de la poesía del siglo XX, enfrentado al dolor y al vacío, a la verdad de la condición humana. Traducir a Montale no es sencillo, y lo bueno de las ediciones bilingües es que permiten seguir la música de la letra del texto original. Esta versión está demasiado plegada a una claridad y amplitud que difiere con frecuencia de la intención del texto: de un lado encontramos una forma personal de representación sintáctica y semántica, un orden rítmico preciso y concentrado, que trata de romper la distancia entre las cosas y las palabras que las representan; del otro un esfuerzo a veces desmedido por alcanzar el sentido a costa de cambios, dislocaciones y rodeos alejados de su misterio y precisión esenciales. En todo caso, como viene a decirnos Montale, a pesar de la certeza del infierno queda la esperanza de un prodigio imposible, conocer el rostro del destino.

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