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Crónica:FÚTBOL | Ida de las semifinales de la Copa del Rey
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nadie ganó nada

El Zaragoza empató en el último minuto, aunque el Alavés, que acabó con diez, dio impresión de poder con la eliminatoria

Antiguamente la Copa, incluso a doble partido, tenía una vena racial, desordenada si se quiere, poco táctica si se desea, pero generalmente jugada a corazón abierto. Ahora no. Convertida en el tercer torneo, incordiante en el calendario, apto para suplentes, es el terreno abonado para el tacticismo y la especulación. Y así funcionaron Alavés y Zaragoza, a pesar de que la eliminatoria, por sí misma, puede dar a uno de los dos una plaza en la Copa de la UEFA si el Madrid cumple dos premisas razonables: eliminar al Sevilla y clasificarse para la Liga de Campeones. El premio es pues casi seguro.

Sea por el vértigo del éxito o por las limitaciones propias, el partido se midió por el defecto del gol. El Alavés, lleno de suplentes (no habituales, los llaman ahora los entrenadores), se lanzó en tromba, cogió el balón, lo manejó con algún criterio, redujo el campo, presionó con voracidad y dejó al Zaragoza el papel de asustado contrincante. Tenía interés la cosa, sobre todo por la verticalidad de Iván Alonso, un futbolista directo, y las travesuras de Vucko. Mientras, el Zaragoza contemporizaba con todo, incluso con su autoestima. Y llegó el gol en una jugada clásica: centro desde la derecha, toque de cabeza y remate a bocajarro. Y el partido se durmió.

ALAVÉS 1 - ZARAGOZA 1

Alavés: Juan Pablo; Coira, Téllez, Ochoa, Sietes; Turiel, Pablo; Edu Alonso, Romo (Kiko, m. 60), Iván Alonso; y Vucko (Astudillo, m. 78).

Zaragoza: Lainez; Ferrón (Movilla, m. 45), Álvaro, Milito, Toledo; Generelo (Dani, m. 62) Cuartero; Cani, Drulic (Soriano, m. 45), Savio; y Villa.

Goles: 1-0. M. 19. Centro de Edu Alonso, Iván Alonso gana el balón de cabeza y Vucko cabecea en la línea de gol, entre dos defensas.

1-1. M. 90. Contragolpe del Zaragoza, Villa se lleva el balón con fortuna y su pase lo remata Savio a puerta vacía, aunque el balón da en el poste antes de llegar a la red.

Árbitro: Ramírez Domínguez. Expulso a Turiel (m. 75) por doble amonestación y mostró tarjetas amarillas a Álvaro, Movilla y Milito

Unos 12.000 espectadores en Mendizorroza.

El Alavés, por el éxito, el Zaragoza, por el fracaso. Entre que ambos se reponían del mazazo, el partido agonizó en un ton sin son, incapaces los zaragocistas de hilvanar tres pases y de disparar a puerta (su primer remate fue de cabeza, de Milito en el minuto 44) y los alavesistas de rematar a un rival herido, confundido, espeso, plano. Pero le dejó vivir durante media hora y Víctor Muñoz, movió pieza en el descanso. Movilla y Soriano ingresaron en el partido con la obligación de apoderarse del balón y manejarlo con alguna verticalidad.

Movilla no está fino, pero su ambición para ofrecerse es ilimitada y gracias a ambos de pronto se descubrió que el delantero del Zaragoza, Villa, había salido para algo, aparte de hacer número en la alineación. Entonces, el Zaragoza dio un asomo de equipo de Primera, mientras el Alavés se escondía, abrumado, sometido al juego sin balón, al esfuerzo por el esfuerzo por puro instinto de supervivencia.

Entonces salió la vena racial de la Copa, que hace pensar que un solo gol puede ser definitivo. Es decir, había ida y vuelta, ese picante que a veces sustituye a la estrategia y alimenta los partidos. Ocasiones, ninguna, juego de tres cuartos, topetazos varios y pérdidas abundantes de balón. Lo típico en los partidos con el mando descuidado y los nervios a flor de piel.

Y así creció Iván Alonso, un futbolista con las hechuras clásicas del delantero centro (aunque juegue por el costado izquierdo) y el ADN clásico de los futbolistas uruguayos. Cada acción en la que intervenía decía algo positivo, por brega, por velocidad o por intuición. A él se confió el Alavés, visto que no había defensa que le parase por lo legal. Ni siquiera Cuartero, un experimentado rompedor que acabó jugando de lateral derecho.

El problema del Alavés fue la expulsión de Turiel, que le dejó en inferioridad numérica y psicológica. Cuando cabía pensar que pudiera buscar un gol para ¿sentenciar? la eliminatoria, el mecanismo cerebral le dijo que un gol es un gol y acabó hincando el diente. LA culpa la tuvo una jugada accidentada, rápida, vertical, que Villa puso en los pies de Savio en el minuto 90. Cuando el Alavés tenía la mitad del camino hecho, el Zaragoza lo deshizo y divisó la meta. Por lo visto, nadie ganó nada. Todo está igualado. Todo puede pasar, más aún en la Copa, cuando se enfrentan equipo tan similares. El Alavés, el factor sorpresa de la Copa, asumió su responsabiliudad y estuvo a punto de dar el primer paso para la final y quien sabe si para la Copa de la UEFA, su torneo talismán, el que le hizo tan grande con aquella involidable final ante el Liverpool. El Zaragoza le precedió en la Recopa, cuando también se hizo muy grande. Ambos comparten recuerdos, aunque ahora no repartan demasiado fútbol. Por eso empataron y dejaron la resolución para el próximo jueves.

Vucko intenta escaparse de Ferrón y Álvaro, éste caído en el suelo.
Vucko intenta escaparse de Ferrón y Álvaro, éste caído en el suelo.L. RICO

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