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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Dos años después de Enron, el sistema no está arreglado

Paul Krugman

Dos años después de descubrirse que Enron, una de las empresas más admiradas de Estados Unidos, era un fraude, parece que finalmente los fiscales están llegando a alguna parte. Andrew Fastow, antiguo director financiero de la empresa, y su mujer, Lea, supuestamente están negociando la pena. El testimonio de Fastow probablemente permitirá presentar cargos contra otros ex ejecutivos de Enron. Pero sería un gran error llegar a la conclusión de que el sistema funciona, porque no es así. Para empezar, los avances en la causa Enron son una especie de chiripa. Algo así como condenar a Al Capone por evasión de impuestos. Los cargos contra Lea Fastow no se centran en acuerdos empresariales dudosos; se centran en que no declaró las comisiones que recibió de los participantes en dichos acuerdos. Y sigue sin estar claro si los principales ejecutivos de la empresa llegarán en algún momento a ser procesados.

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Lo que es más importante, desde el punto de vista político posiblemente haya expirado ya la ley de prescripciones. Las personalidades políticas más implicadas en el escándalo de Enron -el ex secretario del Ejército Thomas White y el ex senador Phil Gramm- ya no ocupan sus cargos. La guerra y el mercado en alza han desviado, al menos por el momento, la atención sobre la actuación de otros políticos cuya deferencia con las exigencias empresariales ayudó e incitó a Enron y a otros malhechores empresariales. Y eso es una calamidad. La oleada de escándalos fue posible, si no causada, por una clima político en el que los directivos empresariales conseguían prácticamente todo lo que querían. Dado que los políticos que cumplían sus órdenes no han pagado precio alguno, ese clima no ha cambiado.

Una biografía de Lea Fastow publicada en noviembre por Business Week nos recordaba, entre otras cosas, lo importante que fue el permisivo ambiente político para la creciente sensación que la empresa tenía de que podía hacer prácticamente lo que le viniera en gana. Uno de sus primeros tratos más notorios implicó la creación de elaboradas exenciones fiscales. Fue evidente desde el principio que este tipo de exención era una estafa, y el Departamento del Tesoro intentó prohibir esta maniobra en 1994, pero el Congreso se negó a intervenir. En 1998, el Tesoro probó una nueva táctica, y consiguió que el Internal Revenue Service

[IRS, la agencia tributaria estado-unidense] rechazara la exención fiscal de Enron, aunque luego se retractó ante una inmensa campaña de presión. ¿Han cambiado las cosas? No. En octubre, el IRS tuvo que desdecirse y retirar su objeción a otra estafa clara, la deducción en la cuota del synfuel (un tipo de gas natural). El organismo niega haber cedido ante presiones políticas. Ya.

Mientras tanto, ¿qué hay de las opciones de compra de acciones? Prácticamente todos los análisis sobre la propagación de los fraudes contables hacen hincapié en el papel desvirtuador de las enormes concesiones de opciones a los altos ejecutivos, que daban a los de dentro un incentivo para hacer todo lo necesario para empujar hacia arriba el precio de las acciones. (La fijación con el precio de las acciones desempeñó un papel central en el escándalo de Enron). Puede que las empresas hubieran emitido menos opciones, y el fraude contable hubiera resultado menos problemático, si las normas de contabilidad hubieran exigido que las empresas contabilizaran la emisión de opciones de compra de acciones como gasto, en lugar de pretender que por alguna razón eran gratis. Pero en 1994, cuando el Comité para la Normalización de la Contabilidad Financiera intentó establecer una norma al respecto, las empresas que emitían grandes cantidades de opciones organizaron una campaña de presión. Y los políticos -de ambos partidos- se apresuraron a ser útiles. El senador Joseph Lieberman tomó la delantera: presentó una resolución contra el cambio, la resolución se aprobó con 88 votos a favor y 9 en contra, y el comité se echó atrás.

Así que, ahora que está claro que las opciones fueron el gran motivador del fraude empresarial, ¿ha hecho algo el Congreso para exigir que su emisión se contabilice como gasto? No. De hecho, los políticos que dirigieron la campaña contra la reforma en 1994 no han cedido. "La mejor comparación que se me ocurre es la que usa la NRA (asociación del rifle estadounidense) respecto a las armas de fuego: que las armas no matan a la gente, sino los criminales", dijo Lieberman en el programa Frontline de PBS. "El problema de Enron no fueron las opciones; fue la forma en la que los ejecutivos de Enron vendieron sus opciones". El jueves, el general Wesley Clark apareció con Sherron Watkins, el que dio la alarma sobre la situación de Enron, y prometió medidas duras contra las exenciones fiscales. Howard Dean también ha hecho de las medidas firmes contra las exenciones fiscales un elemento esencial de su campaña. Si éstos u otros candidatos consiguieran realmente convertir este abuso empresarial en un importante tema de la campaña electoral, quizá veamos por fin una verdadera reforma. Pero ahora mismo, dos años después de que Enron se viniera abajo, nos vemos obligados a decir que el sistema sigue averiado.

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