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Reportaje:FÚTBOL AMERICANO | 38ª Super Bowl

Brady quiere emular a Montana

El 'quarterback' de Nueva Inglaterra es la estrella a batir por Carolina en Houston

Javier Casqueiro

Houston, ya está aquí la 38ª Super Bowl. Esta noche, Estados Unidos se paralizará de nuevo con 130 millones de norteamericanos ante el televisor para saborear su fiesta deportiva preferida. El evento de cada año. Una movida que genera 300 millones de dólares en una semana. Y que termina en el partido de hoy, en la embellecida capital de Texas, entre los Patriots de Nueva Inglaterra y los Panthers de Carolina. Otra megafinal defensiva, el factor de moda. La estrella a batir es el quarterback, el director de juego de los Patriots, Tom Brady, el chico dorado que busca emular al mítico Joe Montana.

Sobre el terreno de juego del lujoso Reliant Stadium se enfrentan dos equipos que no eran los esperados ni los más atractivos sobre el papel, especialmente los Panthers. Es una final inédita, entre dos formas de entender el fútbol americano más bien defensivas, con dos entrenadores grises, sin grandes estrellas. Es más, con una única figura. En eso hay unanimidad.

Todas las miradas se fijarán en Tom Brady, el cerebro de los Patriots, que ya ganó un título hace tres temporadas, con apenas 24 años. Si su talento funciona como es habitual, es decir, sin cometer ningún fallo en sus lanzamientos, con economía de fuerza en su longitud pero precisión matemática en su objetivo, el choque estará sentenciado.

Tom Brady es la referencia en la cancha. Es fiable, telegénico, blanco, inteligente, soltero, millonario, confiado y cerebral. Si gana el partido entrará en el restringido club de la media docena de mariscales de campo que atesoran más de un campeonato. Pero él será el más joven que lo haya logrado jamás. Algo que no consiguió siquiera su idolatrado Joe Montana. Muchos analistas sostienen que todavía no se debe comparar a Brady con Montana, John Elway o Dan Marino, los más grandes, pero sólo "porque es un poco pronto". Puestos a encontrarle el lado débil, los expertos sostienen que Brady carece de profundidad. Él prefiere asegurar más los pases, aunque es capaz de dirigirlos en un amplísimo abanico de posibilidades. Ha ganado fuerza (20 kilos desde que fue seleccionado sin muchas esperanzas desde la Universidad de Michigan) y ha cultivado una imagen inmaculada, que ha subyugado a los hombres por su juego, a las mujeres y a los políticos. La semana pasada Brady se sentó en la tribuna de honor de invitados cerca de la primera dama para escuchar el discurso a la nación del presidente, George W. Bush.

La Super Bowl tiene tal fuerza que no permite ninguna indeferencia, y menos en campaña. El grupo político MoveOn, radicado en Internet y uno de los más activos contra Bush, ha demandado a la cadena CBS, propietaria de los derechos televisivos, por no permitirles airear uno de sus ácidos anuncios durante el encuentro. Esa es otra batalla, la publicitaria. Cada anuncio cuesta 2,3 millones de dólares. Y las multinacionales se disputan sus mejores estrenos como el ensayo de la victoria.

Tom Brady.
Tom Brady.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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