Hereje y optimista
Durante todo el siglo XX, las corrientes de pensamiento crítico que ponían la subjetividad en el centro de los procesos sociales han sido una herejía constante. La ortodoxia recomendaba más bien asignar toda la centralidad a los automatismos económicos. Precisamente por esa razón, el pensamiento de los herejes (de la Internacional Situacionista al operaismo italiano) ha sido tan productivo políticamente : prolongaba teóricamente los gestos de desafío y los deseos de justicia y autonomía. El libro de Emmanuel Rodríguez se adscribe a ese filón de pensamiento y su tesis podría resumirse así: con el paso del fordismo al posfordismo -que no fue una transición inscrita en unas leyes económicas, sino la respuesta a los movimientos de contestación de los años sesenta y setenta- el capital se ha vuelto una máquina que parasita la cooperación social de los seres humanos, sus cualidades reflexivas, imaginativas, afectivas y autoorganizativas (que la cadena de montaje muda del fordismo simplemente excluía). Es nuestra vida entera la que se pone a trabajar y crea toda la riqueza social. Los ámbitos en los que Rodríguez detiene su análisis nos permiten comprender vivamente de qué modo el capital se aprovecha de la cooperación social, mientras intenta controlarla a toda costa: patentes y copyrights contra la libre circulación de saberes, leyes de excepción contra los movimientos de migrantes, precarización y guerra global constituyente contra la hibridación de la fuerza de trabajo global. Los casos concretos de nuestra geografía que tachonan el libro verifican las hipótesis más generales: del El Ejido y Zara como ilustraciones magníficas de la cadena de explotación posfordista, las campañas "antipiratería" de la SGAE, que quieren hacernos creer que compartir cosas con un vecino equivale a asaltar y desvalijar barcos.
EL GOBIERNO IMPOSIBLE
Emmanuel Rodríguez
Traficantes de Sueños. Madrid, 2003
188 páginas. 9,5 euros
Frente a una izquierda tradicional sumida en el mayor de los despistes y pidiendo "pleno empleo", Rodríguez propone construir, otra "carta de derechos de ciudadanía" con: 1. El derecho a la movilidad (derecho a la fuga de condiciones de vida inhumanas). 2. Derecho de acceso a la información y a la libre producción (autoorganización del trabajo creativo no sujeto a la reglas corporativas de la propiedad intelectual, sino basándose más bien en ese modelo de cooperación sin mando que es el software libre). 3. Derecho general e incondicionado a un salario mínimo garantizado, como contrapartida de las "externalidades positivas" que explota el capitalismo, la vida entera.
Sin duda, se dirá de este libro que es exageradamente optimista, pero, como decía Chesterton, sólo en contraste con filosofías así el mal se hace patente: sólo el optimista es capaz de sorprenderse ante el mal, de encontrarlo absurdo, una anomalía en la existencia.
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