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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espíritus y rituales

En 1900, Gaspar-Félix Tournachon, que se hacía llamar Nadar, escribió un librito de recuerdos y chismorreos, Quand j'étais photographe, donde narra la reacción supersticiosa de sus amigos escritores -Gautier, Nerval, Balzac- frente a la fotografía: "Según Balzac", escribe, "cada cuerpo en la naturaleza está compuesto por series de espectros dispuestos en foliáceas y películas infinitesimales". Así, cada fotografía sería la monda de una de esas capas, de forma que para cada cuerpo fotografiado y en cada toma daguerriana habría una pérdida evidente de uno de esos espectros, "lo cual es una prueba terrible...". En este argumento, que prevé la existencia de una pasarela entre el mundo sensible y el de los espíritus, no cabe la teoría del simulacro -la negación de la posibilidad de distinguir la realidad del fantasma- ni la de su ocultación para producir un efecto de arte. La fotografía había nacido como un medio dócil para atrapar y recordar. Visto así, las primeras imágenes que abren el recorrido de Bamako no pueden sino producir un extraño escalofrío en la nuca. La autora es la francesa Sophie Elbaz. De padres argelinos, esta fotógrafa, que durante los años ochenta y noventa documentó para las agencias Reuters y Sygma algunos de los acontecimientos sociales y políticos más relevantes del continente africano, ha retratado los espectros de Malí frente al río Níger, en un proceso que parte de los retratos cotidianos de sus gentes para después someterlos a procedimientos químicos y a su envejecimiento. Elbaz ha conseguido realizar una película infinitesimal en la que caben, por acumulación, todo esa serie de espectros. El simulacro, pero también el efecto de arte.

Han pasado cien años y ese viaje, esta vez de vuelta, hacia lo espectral ha llegado hasta el museo por sobresaturación. Pero en Bamako hay otras realidades, otras perspectivas de lo fotográfico que permiten al visitante comprender -tal como lo entendieron constructivistas, dadaístas y surrealistas- que no miramos la realidad, sino un modo contaminado por la interpretación y la significación.

Éste es el punto de partida

desde el que valorar la muestra que presenta el CCCB, una selección de los V Encuentros de la Fotografía Africana o Bamako, convocatoria bianual celebrada desde 1994, por iniciativa del Ministerio de Cultura de Malí y del programa francés Afrique en Créations y que desde entonces se ha ido consolidando como una de las citas más importantes de la fotografía en el continente africano. Comisariada por Pep Subirós, Bamako reúne 200 imágenes bajo el lema Ritos sagrados/Ritos profanos. Pero la sorpresa de esta muestra africana es, al menos en su aspecto más formal, su "no africanidad". Como explica Simon Njami, director del evento en Malí, "he querido hacer saltar las nociones de fronteras, de nacionalidad, subvertir la noción misma de África. No existe una fotografía africana, sólo fotógrafos". En ese sentido, destacar las individualidades de Bamako no supone mayor esfuerzo. Las hay y muy buenas. Las trampas visuales y las veladuras de Roberto Stephenson (Haití), el mundo femenino tras las celosías de Susan Hefuna (Egipto) o el ritual del hammam de Tour-EddineTilsaghani (Marruecos) se miden con lo espiritual surafricano de Santu Mofokeng, de quien se exhibe una monográfica en el apartado Repensar los paisajes. El suyo es un ojo que milita con fuerza contra la existencia de un objetivo puro, sin contaminar, y repetible, algo que transforma en inquietante la egipcia Hala el Koussy o que precipita hacia el retrato el también egipcio Youssouf Nabil. El homenaje a Van Leo (Turquía, 1991-Egipto, 2002) descubre el glamour de El Cairo cosmopolita y cierra un recorrido que demuestra que el vientre negro de un continente puede dar a luz un paisaje humano del que se ha dicho erróneamente todo y al que todavía le falta decir la última palabra.

Bamako. CCCB. Montalegre, 3. Barcelona. Hasta el 28 de marzo.

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