Sensaciones picassianas
Un grupo de personas con deficiencias visuales se enfrenta al reto de descifrar la obra del artista malagueño
Puntuales a la cita, Paqui, Antonio, Fernando, Enrique, Susana, Pilar y sus acompañantes se arremolinaban algo excitados en la puerta del Palacio de Bellavista de Málaga. Eran las cinco y pico de la tarde y aguardaban para comenzar su visita guiada por el Museo Picasso. En los últimos tres meses, desde su inauguración, el museo ha recibido más de cien mil visitas, pero ninguna comparable a la que el pasado martes realizó este grupo. La peculiaridad de esta visita residía en sus componentes: personas con deficiencias visuales que en la mayoría de los casos reducen su visión a tan sólo un 10%. Todos están afiliados a la ONCE, la mayoría ronda los 65 años de edad y, como explicaba Susana Belén Porras, monitora de la ONCE, de Málaga y su provincia, les queda "poco por ver".
"Se apuntan a todas las excursiones y visitas culturales que organizamos dentro del club del mayor de la fundación. Hemos visitado la Casa de las Muñecas, el Museo Interactivo de Música de Málaga y varias exposiciones en el centro cultural de Ollerías aquí en la capital", indicaba la monitora.
Tanto es así, que este grupo ha sido el que ha estrenado la iniciativa que cada primer martes de mes ofertará el Museo Picasso para personas con deficiencias visuales.
Pertrechados con su correspondiente pegatina que les acreditaba como visitantes en grupo guiado, los miembros del club del mayor fueron recibidos a la puerta del museo por una relaciones públicas y su guía, José Fernández Rico.
Roto el hielo, comenzó la visita. Destino: el ala que alberga la exposición permanente de Picasso. "Hemos seleccionado las obras más grandes para que puedan verlas todos", advertía José Fernández al grupo al detectar alguna que otra cara de asombro por el reducido tamaño de algunas obras, como el retrato Pablo con gorro blanco.
"¿Qué veis aquí?", preguntaba el guía mostrando un enorme lienzo al óleo del artista con el título Madre y niño. "La figura de una madre y un niño con mucha ternura", replicaba una voz. "Mucho volumen", apuntaba Pilar la Sierra, una pintora autodidacta malagueña que, pese a tener una maculopatía que le ha dejado con un 10% de visión, ha sorprendido con su obra al pintor malagueño Eugenio Chicano. "Lo mío es el mar. Lo pinto de una forma muy surrealista, empleando colores muy vivos. Hace poco hice una exposición y Eugenio Chicano se interesó por un cuadro. Yo se lo envié al estudio y, en vez de comprarlo, me pagó con grabado suyo dedicado", explicaba emocionada. "Me dijo que, pese a mi vista, siguiera pintado, que ni yo misma sabía hasta dónde podía llegar", añadía. "Ahora estoy preparando otra exposición para principios de febrero", apuntaba Pilar la Sierra.
Tras una profusa explicación sobre las perspectivas de la obra, su similitud con una escultura y el sentido de la misma, José Fernández enfrentó al grupo con una obra algo más confusa y dificultosa. "¿Qué os transmite?", preguntaba. "Yo veo un boceto", decía Fernando. "Sí, pero no lo es, aunque sí es un lienzo más ligero, porque está hecho a carboncillo", explicaba el guía sobre el retrato de Olga Koklhova. "De lo que nadie parece haberse dado cuenta es de que esta mujer está desnuda", añadió suscitando las risas de todo el grupo.
Del indio siux a la Virgen del Rocío
A medida que la obra de Picasso se iba volviendo más complicada, José Fernández se explayaba más y más en sus explicaciones. Rodeando el cuadro a apenas un palmo de la pared, los integrantes de este grupo de la ONCE seguían atentos sus palabras. Alguno no dudó en ayudarse con una especie de catalejo para observar mejor las obras. Ése era el caso de Enrique Soto, el verdadero animador del grupo con sus divertidas apreciaciones sobre la obra de Picasso y el propio museo. "Yo ahí lo que veo son dos caras enfrentadas", retaba Enrique al guía mientras pegaba la nariz a la obra Mujer acróbata y el resto del grupo rompía a reír de nuevo. "Bueno, es que es una pintura difícil de contemplar", salía al paso José Fernández, apuntando que en verdad eran "las nalgas de la acróbata".
Lo que de verdad ninguno acertaba a entender era el porqué del reducido tamaño de las etiquetas que identifican cada una de las obras del museo. "Se debe a que el nombre no es tan importante", les explicaba el guía. Otra explicación, ésta de un responsable del museo, les convenció más. "Me ha dicho que es para evitar que la gente se agolpe ante los cuadros e impida verlos a los demás", les decía Enrique.
Pese a las atentas explicaciones de José Fernández, muchos no disimulaban que, entre que su visión era reducida y Picasso algo complicado, entender el sentido de los cuadros se le hacía un mundo. "A mí esto me parece un indio siux" le comentaba un integrante a su acompañante ante un autorretrato del pintor malagueño. "Pues a mí a la Virgen del Rocío", terciaba entre bromas Enrique.
Acabada la visita a la exposición permanente, el grupo aún tuvo tiempo para hacer un breve recorrido por parte de la colección temporal del Museo Picasso. "La verdad es que la experiencia ha sido muy buena. Todos han salido satisfechos por la atención del personal del museo y con ganas de volver a repetir y visitar lo que nos falta por ver", aseguraba Susana Belén Porras.
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