Iba para orfeón
Nos estamos quedando sin voces. Empezando por el cielo. Después de que la sonda marciana Beagle callara antes de hablar, le ha tocado el turno a la Spirit, que parece haber enmudecido. También ha callado ese otro marciano, por no decir dios de Marte o de la belicosidad, llamado Arzalluz. La verdad es que se despidió un tanto silencioso cuando esperábamos que lanzara un epílogo torrencial. Sin embargo, no pudo reprimir un mayestático: "Nos vamos por nuestra cuenta". Pues bien, ahora que ellos se han ido por su cuenta hay bofetadas por ocupar el púlpito.
El primero en intentarlo ha sido Arnaldo Otegi acusando a los nacionalistas de "escupir en la mano de ETA", o sea de la que mece la cuna. Pero por ingenioso o profético que haya estado -¿cómo sabe que ETA concedería una tregua a cambio de la soldadura del nacionalismo?- su mensaje ha caído en saco roto. ¿Cuándo se darán cuenta de que nadie, ni siquiera los del PNV, les hace caso? Les ha ocurrido lo peor que puede ocurrir en política, y más en una tan comprometida con el terrorismo como la suya, carecer de crédito.
En el campo de los convocados inútilmente por Otegi, ha estrenado voz una portavoz, Miren Azkarate. Y lo ha hecho con dos mensajes cargados de significación. El primero lo destinó a Navarra, que estaría crispando, como siempre. Todo porque ha decidido actuar judicialmente contra el plan Ibarretxe, como reacción a una presión intolerable por parte de un plan que no hace sino pergeñar planes para merendársela. Los pobres navarros no se habrían dado cuenta de que eso no es crispar, por lo que su crispación resultaría excesivamente crispante.
El segundo mensaje es mucho más sibilino. Al parecer se estaría produciendo una conspiración universal, o sea española, contra todo las empresas y los cantantes vascos. Conspiración que no haría sino dar una vuelta de tuerca a la campaña contra todo lo vasco que se concretó en el cierre de Egunkaria. Pues bien, de la misma manera que el cierre de aquel periódico no ha impedido que surgiera otro, Berria, y que los asuntos vascos, entre ellos la cultura, haya seguido su marcha normal y normalizada, la supuesta conspiración tampoco.
Para empezar, ni siquiera la flamante portavoz puede aducir pruebas de que exista. Menciona vagamente las dificultades de la cadena Eroski (que al no parar de abrir centros comerciales puede que haya tenido algún tropiezo municipal) y de un puñado de conciertos de rockero vascos suspendidos. Por lo menos dos de ellos hubieran podido celebrarse en salas alternativas, cosa a la que se negaron los cantantes. Es intolerable que haya grupos ultras no boicoteando sino amenazando, pero hay que recordar que una de las suspensiones se efectuó a petición de una asociación de víctimas que no creyó oportuno que cantasen en el polideportivo dedicado a una víctima de ETA quienes, a su juicio, formaban parte del mismo mundo ideológico. Sostiene la portavoz que se trata de impedir todo lo que no suene políticamente correcto: ¿querrá decir que está dispuesta a tolerar, tal vez a subvencionar, mensajes que pidan absolutamente en serio su muerte, la del lehendakari o el gaseo de los judíos, como ya hizo Mirande?
Cuando dice que alzaron la voz contra el atropello cometido contra Ibarrola omite que allí, además de destruir una obra, se amenazó de muerte al artista, y que no basta sólo con denunciar. ¿Han tomado el Gobierno vasco o la Diputación de Vizcaya medidas para proteger el artista y a su obra? Una mala voz me susurra que el grupo madrileño Suburbano no ha podio vender un disco a través del que era su distribuidor en Euskadi, por boicot de éste después de que el grupo participara en el homenaje póstumo a Joseba Pagazaurtundua.
Intentaba que en esta partitura participaran Josu Jon, el tenor de moda, Zapatero (con su Fuerza y Honor), Rojo (que parece un sexteto de diálogo), Rajoy (el sonido del silencio) y cierto miserable que aseguró que si ETA no existiera la habrían inventado los españoles, pero no hay sitio. Les dejo, pues, con un orfeón medio afónico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.