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Reportaje:JOAN TORMO | Diplomado en Magisterio | Apuntes | UN PASO POR DELANTE

"Magisterio es como un colegio"

Joan Tormo atiende a niños en un centro de refugiados políticos y en un comedor escolar, mientras prepara oposiciones

Hijo de maestros, Joan Tormo (L'Eliana, 1977) estudió Magisterio, especialidad en lengua extranjera, de manera casi natural: "Siempre he estado con niños. Desde que iba al instituto cuidaba a los hijos de los amigos de mis padres", relata el joven que tiene a su cargo a dieciséis niños de infantil, a veintidós hijos de refugiados políticos, en uno de los cuatro centros existentes en España, y a varias decenas de chavales, que se empapan de sus lecciones de tenis de mesa en la escuela de Ribarroja. Joan, como muchos titulados, recurre al pluriempleo para poder "ser autosuficiente", estatus del que goza desde la mayoría de edad. "Mis padres tienen una mentalidad muy europea y nos enseñaron a ser autónomos". Con ellos recorrió "miles de kilómetros" en autocaravana, lo que unido a un enérgico espíritu mochilero que le llevó a realizar varios interraíles, generó, "sin planificarlo", la necesidad de hablar inglés. La selectividad confirió un valor académico a aquella herramienta inherente, puesto que la nota le impidió estudiar la especialidad en educación física. Califica la carrera que cursó en la escuela privada Edetania como "un paseo por el colegio, pero con gente mayor", enfatizando que, "personalmente", la enseñanza no le gustó. "Noté muchas carencias en los maestros de maestros", advierte. Además desaprueba algunos métodos docentes, especialmente por el excesivo enclaustramiento del aula y aboga por aprender fuera. Esta idea de enseñar extramuros suscitó su interés por opositar en educación física: "Me gusta esta especialidad, no sólo porque sea un deportista nato, sino porque soy partidario de dar las clases en el exterior".

Ahora distribuye el tiempo para llegar a todo. Por la mañanas prepara oposiciones de manera autodidacta; todos los mediodías coordina a los responsables de comedor del colegio El Garbí, en l'Eliana, donde paralelamente atiende a un grupo de dieciséis niños de tres años a los que asea y da de comer. Además dedica tres de sus tardes semanales al Centro de Acogida al Refugiado de Mislata, donde ocupa el tiempo de una veintena de niños de todo el mundo, de entre cuatro y catorce años. Su labor consiste en acercarles una cultura ajena a través de actividades y ayudarles con los deberes. "Lo más complicado es hacer frente a un grupo tan heterogéneo tanto en edades como en nacionalidades", señala, apuntando que sorprendentemente todos los niños proceden de un mismo colegio, lo que en su opinión, segrega a los alumnos en "guetos". Aunque sin entrar en las consecuencias de la última reforma educativa, ni en los postulados formulados por los partidos en vísperas electorales denuncia la ausencia de recursos del sector.

Con todo, aún saca tiempo para entrenar a una escuela de niños de tenis de mesa y como número tres en el ranking autonómico a asistir a los compromisos de una liga que le obliga a viajar a Cataluña, Andalucía, Canarias y Murcia, los fines de semana, aunque no le incomoda. Proviene de una familia aventurera: su madre, que además de profesora es licenciada en Bellas Artes y en dos filologías, está en las Antípodas (Nueva Zelanda) y su padre, con varias carreras, en Cuba. "Desde pequeño siempre he conocido a mis padres estudiando", una actitud que, sin pronunciarlo, asume como indefectible en todo maestro.

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