La genialidad desfavorecida
Una proeza de Ronaldo evitó males mayores al Madrid, que tiró el primer tiempo a la basura y ofreció el pésimo aspecto que le caracteriza cuando baja a la tierra y se convierte en el más vulgar de los equipos. No importa de cuántas estrellas disponga, porque descuida uno por uno todos los principios básicos del juego. Lo que distingue al Madrid, su garantía de seguridad, es la posesión de la pelota. Es la única manera de no abocarse al sufrimiento y es también la circunstancia que produce pánico en los rivales. El Madrid no sólo es muy dañino cuando dispone del balón en dosis masivas, sino que así encuentra su mejor manera de defenderse.
El despropósito de la primera parte es la consecuencia de todos los defectos posibles: el primero y más grave de todos es que los jugadores del Madrid dedican todo su esfuerzo a hacer lo que no saben. No tienen tiempo, por tanto, para hacer lo que les hace brillantes. El Madrid se dedica, en definitiva, a perseguir inútilmente la pelota. Es un equipo sin rigor ni orden defensivo, sin los jugadores para cumplir un trabajo que odian,con una ineficacia que convierte una constelación de estrellas en unos desdibujados jornaleros en busca del balón. Al Madrid le falta la mínima red defensiva y no le sobran futbolistas capaces de disimular este problema capital. Es un equipo preparado para otra cosa, para el persistente juego de ataque, pero cada vez le cuesta más encontrar algo de armonía en su fútbol.
Es cierto que en algún rapto de genialidad puede sacar provecho de la calidad de sus jugadores, pero a la genialidad también hay que ayudarla a florecer. La situación de Ronaldo o de Raúl suele ser desesperada, aislados, en condiciones de precariedad que les impide sacar rendimiento a su indiscutible talento. Al Madrid le cuesta atacar bien porque se defiende muy mal. Sus dificultades en este aspecto no sólo nacen de una incorrecta estructura defensiva: el equipo se resiente de algunas decisiones que le dañan gravemente. El traslado de Helguera al medio campo ha sido una triple pésima decisión. Se ha perdido un notable defensa, no se ha ganado un sólido recuperador en el medio campo y se fracasa en la producción de juego desde la defensa. Ni Pavón ni Raúl Bravo están dotados para el trabajo. El fútbol del Madrid nace herido de muerte y muere inmediatamente, en condiciones imposibles para gente como Zidane y Beckham. Desde ahí es una reacción en cadena: Figo tiene que jugar lejos de su posición natural de extremo; Roberto Carlos no tiene posibilidad alguna de frecuentar la banda izquierda y se ve sometido a una tortura frente a los buenos extremos -Joaquín le machacó en la primera parte-; Ronaldo termina desconectado y aburrido, con una tropa de centrales a su alrededor. Así no anima a la genialidad. Así se preparan las derrotas. El Betis desarmó al Madrid en el primer tiempo y estuvo a punto de condenarle a una derrota sonrojante.
Sin hacer grandes cosas, el Madrid recuperó en el segundo tiempo algunas de sus mejores señas de identidad. Adelantó la defensa, acercó a sus jugadores, funcionó con más amplitud y puso a sus delanteros ante la posibilidad de manifestar su enorme calidad. Así se produjo el tanto de Ronaldo. A Zidane le correspondió un gran pase desde su posición natural; a Ronaldo le tocó consagrar su desmarque con un golazo de artista. En cualquier caso, las condiciones estaban puestas. Por si acaso, Queiroz tomó una decisión necesaria: retiró a Helguera del medio campo y le devolvió al centro de la defensa. Para el Madrid será mejor que no se mueva de ahí.
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