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Reportaje:CIENCIA FICCIÓN

La carta esférica: meridianos, tesoros y pecios (y 2)

GRACIAS A LA FESTIVIDAD DE REYES y a los últimos acontecimientos astronómicos (amartizaje de una sonda norteamericana, avistamiento de bólidos y alguna que otra estrella de Oriente, imágenes inmejorables de los anillos de Saturno, etcétera), hemos vuelto a recordar que encima de nuestras cabezas tenemos algo más que cabellos.

Si existe una obra literaria reciente en que la astronomía conforma el núcleo de la historia, ésta es sin lugar a dudas La carta esférica (2000), de Arturo Pérez-Reverte: una carta náutica convertida en novela de aventuras. El riguroso tratamiento del origen de longitudes geográficas y los equívocos históricos para su fijación, base de la trama, que comentábamos en una entrega anterior, contrasta con una pifia menor que se desliza en las primeras páginas: "Observemos la noche. Es casi perfecta, con la estrella Polar visible en su lugar exacto, cinco veces a la derecha de la línea formada por Merak y Dubhe

[dos de las estrellas que forman el Carro de la constelación de la Osa Mayor]. La Polar va a seguir en el mismo sitio durante los próximos veinte mil años; y cualquier navegante que la contemple sentirá consuelo de verla allá arriba; porque es bueno que algo siga inmutable en alguna parte mientras la gente precise trazar rumbos sobre una carta náutica o sobre el difuso paisaje de la vida".

Una descripción literariamente impecable, pero astronómicamente muy deficiente. Como cualquiera debiera saber, el fenómeno conocido como precesión de los equinoccios da al traste con la inmutabilidad de la posición de la estrella Polar (estrella alfa de la constelación de la Osa Menor, alfa Ursae Minoris o UMi, en la jerga astronómica).

En esos 20.000 años la estrella Polar habrá cedido su protagonismo temporal, entre otras, a estrellas como Vega (alfa de Lira o Lyr) después de haber recibido ese honor de ilustres antecesoras, como Thuban (alfa del Dragón o Dra), la estrella que indicaba el norte geográfico en la época de esplendor de la civilización egipcia (alrededor de 3.500 años antes de nuestra era).

Y es que en este mundo sin rumbo ni esos faros cósmicos que son las aparentemente inmutables estrellas son de fiar. Aunque la culpa, en este caso, hay que atribuírsela a nuestro propio planeta y a la fuerza gravitatoria que el Sol y la Luna ejercen sobre él.

El eje de rotación de la Tierra está relativamente fijo, excepto una pequeña variación de unos pocos metros. De ahí que las coordenadas geográficas (latitud y longitud) de los puntos situados en la superficie terrestre permanezcan esencialmente constantes (salvo, como ya comentamos, veleidades de índole humana).

Sin embargo, la intersección de este eje con la esfera celeste, que define los polos Norte y Sur celestes, se desplaza lentamente con relación a las estrellas como consecuencia del efecto gravitatorio combinado del Sol y la Luna. Así, el eje de rotación de la Tierra describe, respecto de las estrellas, una trayectoria circular y completa, una vuelta, cada 26.000 años aproximadamente.

Este movimiento, que recibe el nombre de precesión, es semejante al de una peonza cuando gira con su eje de rotación inclinado respecto de la vertical. Mucho tiempo, pensarán algunos, en comparación con la escala temporal humana. Pero tiene su efecto sobre las posiciones de las estrellas al modificar los puntos de referencia empleados para asignarles unas coordenadas celestes. Con todo, la novela es un ejemplo logrado de la conjunción posible entre literatura y ciencia.

"El Cazador, el caballo de Pegaso -ella volvía a recorrer el cielo-... ¿De veras eres capaz de ver todas esas figuras allá arriba?

-Claro. Resulta fácil cuando miras durante años y años... De cualquier modo, pronto las estrellas brillarán inútilmente sobre el mar, porque los hombres ya no las necesitan para buscar su camino.

-¿Eso es malo?

-No sé si es malo. Sé que es triste."

A falta de marinos, siempre quedarán escritores, poetas y astrónomos para describir la belleza de estos cielos. Admirarlos sigue siendo gratis.

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