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Crítica:CLÁSICA | Vadim Rapín-Itamar Golán
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Versiones geniales

Una vez más, el ciclo de Orquestas del Mundo abre hueco a un dúo de cinco estrellas como es el formato por el violinista Vadim Rapín (Novosibirsk, 1971) y el pianista lituano Itamar Golán. En uno y otro cobra evidencia de máximo interés la juntura de dos elementos sonoros tan diversos y hasta contrapuestos como el violín y el piano en obras señeras de autores plenamente decimonónicos como Brahms y Grieg, o finiseculares e incluso innovadores de las tendencias y los procedimientos del siglo XX, tal Maurice Ravel y Bela Bartok. Las obras programadas ahora de los dos autores románticos en la sustancia datan de la década de los ochenta de la centuria prodigiosa que revolucionó las ideas, los sentimientos y su expresión artística, mientras que los modernos Bartok y Ravel representan aspectos muy concretos del siglo XX, "hijo del XIX" como recordaba Salazar.

Ciclos de Ibermúsica

V. Rapín, violinista, e I. Golán, piano. Obras de Grieg, Ravel, Bartok y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 8 de enero.

No deja de ser curioso el caso del noruego Edward Grieg, tan estimado durante bastante tiempo y tan injustamente arrinconado después. Recordemos la influencia de Grieg en Rogelio del Villar -apodado "el Grieg español"-, el estreno con éxito de una pieza teatral de Federico Romero titulada La sonata de Grieg 1 (1916), o el confesado atractivo que para Falla tenía el modo de tratar lo nacional y popular por el nacionalista nórdico. Hoy, la Sonata en do menor campea en el repertorio de los grandes intérpretes, entre los que cuentan el supermusical Rapín, de sonido mágico y transparente, y su fiel colaborador al piano, Golán.

Uno y otro desentrañaron la pasión embridada de Brahms en la fabulosa Sonata en re menor en versión que puso al rojo vivo la temperatura de la audiencia cuando un poco antes habíamos seguido las mil sutilezas en el Ravel de la Sonata de 1926, con su genial tratamiento de los blues en el movimiento central y la restallante fascinación virtuosística del perpetuum mobile conclusivo. Gran tarde de música coronada por las propinas aunque después del hondísimo Brahms la fantasía sobre Carmen rompiera un tanto el encantamiento.

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