Punto cero
A falta de una jornada para el cierre de la primera vuelta de la Liga y metido hasta el cuello en la Copa, ya está el Barcelona con las mismas de siempre, rendido sobre el campo, espantado por unos números que le sitúan en un momento delicado. Por separado, cada una de las seis derrotas acumuladas tiene su explicación. Un día mete la pata el delantero centro, por dos veces se vence el portero, al cuarto se equivoca el entrenador, mejor no hablar de los árbitros y qué decir tiene que la suerte le ha dado la espalda, y así hasta contar treinta puntos perdidos. Problemas comunes, al fin y al cabo, a cualquier equipo y que los directivos suponen ajenos a su gestión, sometidos como están al azar del juego, nada comprensivo con su dedicación.
El consejo acostumbra a resolver las situaciones de apuro con un ultimátum al entrenador y hay veces en que incluso se le da puerta sin más explicación. No es el caso, sin embargo, de la junta del Barça, que parece a gusto con Rijkaard, con el secretario técnico y con cuantos tienen una responsabilidad sobre el equipo, partícipes la mayoría del ideario de Johan Cruyff. De paso por el vestuario, el cuarto en el que antes se cambiaban los jugadores y ahora se da charla a la gente de la casa, el maestro ha dicho que la segunda parte de la Liga será mucho mejor que la primera, de manera que no conviene impacientarse, y a los que aún así mantengan dudas les remite al currículo del dream team, que para alcanzar la primera Liga necesitó de una Recopa y una Copa.
La palabra de Cruyff es hoy el aval de la política deportiva del Barça ante el discurso de Laporta, que después de poner a salvo al técnico escenifica una política de gestos, se persona en el campo de entrenamiento y apunta a la plantilla. La salida de cuatro entrenadores y tres presidentes desde que Núñez tomó las de Villadiego son argumento suficiente como para pensar que los males del Barcelona no se arreglan cambiando de entrenador, aún cuando el proceder de Rijkaard ha sido tan errático que ha provocado la confusión en el vestuario y la desconfianza entre la hinchada. Pese a que no se sabe a qué juega el equipo y que a cada partido presenta una nueva alineación, los rivales le ganan sin que el técnico encuentre explicación mientras la directiva se cruza de brazos. A la derrota de Santander se respondió con el mismo mensaje que después de la goleada de Málaga: aún perderemos más partidos porque esto es lo que hay hasta final de temporada, que es lo mismo que decir que Dios nos pille confesados con los jugadores que nos han dejado. La plantilla está ciertamente descompensada desde hace tiempo, pero la directiva actual tampoco ha ayudado a equilibrarla y, por lo demás, al renegar de los futbolistas tiende a desvalorizarlos.
Aunque rehén de la herencia de Gaspart, que endeudó el club a cambio de futbolistas que juegan poco y cobran mucho, la junta de Laporta ha reincidido en el problema: la inversión, la segunda europea, no se corresponde con la clasificación del equipo, y si se pide información sobre los fichajes, la directiva se remite al maestro armero como ya ocurría en tiempos de Rexach. El acierto en la contratación de Ronaldinho no puede ser utilizado para disimular incorporaciones más discutibles ni tampoco como garantía de que Laporta sabe fichar y, consecuentemente, el problema se acabará en cuanto haya sustituido uno por uno a todos los jugadores hasta que todos sean de los suyos.
En situaciones de crisis institucional, ciertas actitudes son comprensibles, pero en el Barcelona de hoy no sólo no se discute la política social y económica sino que se aplaude el récord de carnéts, la tolerancia cero y el esfuerzo por alcanzar el déficit cero, empeñados como están todos en partir de cero. Las cosas van bien cuando el club es capaz de sostener al equipo. Ocurre, sin embargo, que los directivos se desmarcan de los jugadores hasta el punto de que se conviene en que el club funciona por nuevo mientras el equipo no anda por viejo.
Puede que los futbolistas sean unos mantas, sobre todo si se les compara con una junta hacendosa y comprometida, y es verdad que al equipo unas veces le falta talento y otras trabajo. Pero el mensaje de la junta no debería ser el mismo que el de cualquier grupo de amigos que se junta en el bar para hablar del Barça. Avalado por una mayoría absoluta, Laporta tiene dos opciones: ser más profesional con todo el mundo -y por tanto igual de exigente con el plantel que con los técnicos- o buscar la complicidad de los jugadores sin plantearse cómo llegar a fin de curso sano y salvo sino pensando en mejorar a cada partido.
Aunque la derrota abona el menosprecio hacia el equipo, el Barcelona tiene plantel de sobras para el remonte siempre que sepa a qué juega y en quién debe creer, porque de momento se desconoce. El discurso contrario, justamente la versión oficial, conduce a un camino sin salida. Pensar que el Barça tiene una directiva ganadora que juega con unos futbolistas perdedores puede servir sólo para alcanzar la orilla el primer año a costa de convertir el segundo en un ejercicio de supervivencia. Y bien que lo sabe Cruyff. Una solución podría ser entonces contratar al holandés con el riesgo de reabrir la guerra civil barcelonista. Ya sabido el final de Núñez sin Cruyff, así como el de Gaspart con Rexach, falta por conocer el destino de Cruyff sin Núñez. El dream team difícilmente se reeditará porque se supone que Laporta jamás hará de Núñez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.