El hombre que lo cambió todo
Valero Rivera, que dejará el Barça a final de temporada, realizó una auténtica revolución en el balonmano mundial, amparado en la 'complicidad' del presidente y de sus jugadores
Su leyenda irá mucho más allá de lo que logró con el único club al que ha entrenado, el FC Barcelona. Valero Rivera, de 50 años, anunció el pasado miércoles que dejará el banquillo del Barça el próximo mes de junio, al final de esta temporada, después de más de 20 años en el cargo. Es un largo trayecto en el que ha logrado la friolera de 69 títulos, una cifra que podría redondear todavía si gana la Liga o la Copa del Rey, las dos competiciones en las que su equipo sigue todavía implicado. Sin embargo, más que todo ese enorme palmarés, lo que define a Valero Rivera es su personalidad, el carácter que inculcó a sus jugadores y a sus equipos y los cambios técnicos que aportó al juego y que acabaron causando una auténtica revolución en el balonmano mundial.
"Siempre envidié que sus equipos no se relajaran nunca con las victorias", apunta Manolo Cadenas
"Valero nos transmitía la mentalidad y los jugadores la sacábamos en la pista", dice Masip
"Para mí", asegura Juan de Dios Román, ex entrenador del Atlético de Madrid, de la selección y ahora del Ciudad Real, "la clave de Valero en el Barça está en el entorno favorable y en la complicidad que siempre tuvo con el presidente del club, Josep Lluís Núñez. Gracias a ello pudo trabajar tranquilo, con absoluta confianza y pudo crear y aplicar su propia filosofia y mejorar cada día. Fue algo similar a lo que me ocurrió a mí con Vicente Calderón en el Atlético".
Este fue un factor crucial, porque dejó las manos libres a Rivera para poder marcar unas normas de conducta básicas para el buen funcionamiento de las distintas plantillas con las que ha ido trabajando. Sin embargo, hay otro aspecto en el que coinciden todos los técnicos consultados. "Su capacidad de adaptación a los recursos humanos de que disponía", agrega Román. "Haber elegido un gran equipo de colaboradores y saber escoger a los jugadores que mejor se adaptaban a su idea del balonmano, aunque no fueran siempre los mejores", ratifica Manolo Cadenas, entrenador del Ademar León. "Supo buscar un bloque de jugadores de calidad y de características semejantes", concluye Zupo Equisoaín, técnico del Portland.
La cuestión es que Valero entró en el Barça en febrero de 1984 para sustituir a Sergi Petit hasta el final de aquella temporada y terminará su trayectoria el próximo mes de junio. ¿Cómo logró convertir aquel equipo en el más laureado de todos los tiempos en el mundo del balonmano? Para eso no basta con la colaboración de un presidente. Hacen falta muchos otros factores, y Rivera los fue combinando de forma magistral. Fue configurando un equipo compacto, buscando homogeneidad y un especial espíritu de unidad en la plantilla, sacrificando muchas veces la calidad a factores humanos. Implantó un régimen interno estricto, basado en su autoridad y en la confianza absoluta en su equipo de colaboradores, y supo sacar siempre lo mejor de sus jugadores.
Esos conceptos básicos de disciplina los mantuvo también dentro de la pista, y gracias a ello consiguió aplicar unos conceptos técnicos novedosos que causaron sorpresa en sus rivales y les obligaron a buscar nuevas soluciones. "Lo más identificativo en los equipos de Rivera es su juego defensivo: las variantes que aplicó al clásico 5-1 y que resultan muy interesantes en la actividad del avanzado", analiza Román. "Combinado con ello, implantó una nueva filosofía de ataques muy rápidos y muy cortos". No fue un cambio radical. Valero comenzó su trayectoria defendiendo en 6-0 o aplicando del 3-2-1 más presionante, en boga en sus primeros años. También él tuvo una evolución técnica, basada en su propia experiencia como jugador.
El cambio en los esquemas defensivos fue posible porque implantó un régimen de preparación física durísimo en los entrenamientos. "Yo no entiendo el deporte sin velocidad", asegura Rivera. Pero para ello hace falta una condición física impresionante, un buen sistema de rotaciones -por tanto, un banquillo de calidad- y la mecanización del juego. El Barça pasó a ser el equipo más fuerte físicamente, pero también el que tenía más jugadas preparadas. "Llegamos a tener más de 40", prosigue el técnico azulgrana. Implantó un trabajo intenso frente al vídeo para estudiar tanto los errores propios como los sistemas utilizados por los rivales: en el campo se improvisaba poco. Otro aspecto fundamental fue que las renovaciones del equipo fueron muy cortas: el bloque fundamental apenas variaba de un año a otro, y ello permitía jugar de memoria. El momento culminante del equipo de Rivera llegó en 1995, cuando logró encadenar cinco copas de Europa y cinco Ligas Asobal consecutivas. En 2000 el Barça ganó siete títulos de siete posibles y la figura de Valero como líder de grupo fue estudiada como modelo de ejecutivo empresarial por el profesor Santiago Álvarez de Mon, del IESE (rama empresarial de la Universidad de Navarra). Pero, curiosamente, allí comenzó su declive.
"Logró algo que siempre le he envidiado", reconoce Cadenas. "Que sus equipos fueran constantes en la lucha, que las victorias no les relajaran: nunca se han saciado de ganar. Y no era fácil porque desarrollaban un balonmano de mucha intensidad defensiva, basado en la recuperación de balones y una velocidad espectacular en los contraataques. Jugaban sin especular, abiertamente. Con la participación de todos los jugadores de la plantilla, con lo que mantuvo siempre la unidad del grupo. Y lo que nosotros, desde León, lamentamos algunas veces fue chocar con un rival de tanta envergadura. Acabamos celebrando tanto los segundos puestos como ellos los triunfos".
El carácter del equipo fue un valor fundamental en los mejores años del Barça, cuando el equipo estaba compuesto por hombres como Enric Masip, Iñaki Urdangarín, Mateo Garralda, Andréi Chepkin, Rafael Guijosa, Carlos Ortega, Xavi O'Callaghan, David Barrufet, Jonas Svensson, Patrick Cavar. "Sí, la mentalidad era muy importante", explica Masip, el gran capitán de aquel equipo. "Valero apretaba en este aspecto, pero los jugadores la llevábamos ya dentro. Algunos asumíamos el peso de aquel equipo y Valero confiaba en nosotros. Nos transmitía aquella fuerza y nosotros la sacábamos en la pista. Pasamos de jugar como todos, con sistemas formados y ataques posicionales, a jugar a toda castaña. Los rivales sufrían mucho".
Al final de 2000, Rivera se equivocó en la primera gran reestructuración del equipo, cuando pesos pesados como Svensson, Cavar, Urdangarín y más tarde Guijosa fueron anunciando su adiós. Y el Barça, mediatizado además por las lesiones de varios hombres importantes, pasó dos temporadas alejado de los grandes títulos. La llegada de Jerome Fernández, Mathias Franzen, Glenn Solberg, Frode Hagen y Dragan Skrbic, unidos a la sólida base de los veteranos y un cada vez más sólido Laszlo Nagy, permitió al Barça ganar cinco títulos de siete, entre ellos la Liga y la Copa EHF, la pasada temporada. Pero entonces Rivera ya no disfrutaba con su equipo. Su cabeza volaba más lejos, soñaba con la dirección técnica del club que le había negado Joan Gaspart, creía que el balonmano sólo le atenazaba. Y entonces tuvo la sensación de que todo el mundo valoraba más sus fracasos que sus éxitos, y le costaba aceptar que el Barça era noticia cuando perdía, porque lo había ganado todo. Y allí se cuajó su última reflexión. Sin tener un equipo ganador, alejado ya de Europa, tras caer ante el Ciudad Real en la Copa Asobal, con la Liga realmente complicada y, sobre todo, sin contar con la complicidad del presidente, Joan Laporta, y ni siquiera de su plantilla, decidió que 20 años eran ya suficientes. Y anunció su adiós.
"El año pasado ganamos cinco de siete títulos y creo que puedo decir que es una pasada. Pero un hombre no puede trabajar y sólo sufrir. Y me di cuenta de que sólo había sufrido", dijo el entrenador el pasado miércoles, profundamente emocionado, sin poder contener las lágrimas, acompañado del presidente. Laporta dijo que el club sigue abierto a lo que Valero desee. Pero la decisión del técnico más laureado en la historia del Barça es irrevocable hasta el punto de que subrayó que sabe que está en el mercado. "Seré siempre del Barça y deberé realizar una pretemporada para entrenarme a no venir cada día a las ocho de la mañana al club... No sé dónde estará mi futuro. Estoy abierto a escuchar cualquier oferta. Pero ahora, lo único que me interesa es poder trabajar tranquilo hasta el 30 de junio y acabar mi paso por el Barça ganando la Liga o la Copa del Rey".
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