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Reportaje:

Las mujeres, imparables

El deporte femenino español, en 2003, ha unido los novedosos éxitos por equipos a los individuales

Carlos Arribas

Quizás todo empezó en Barcelona 92. El deporte femenino español, que hasta entonces no sabía lo que era obtener una medalla olímpica, despertó de forma exagerada y en los primeros Juegos organizados en España logró ocho metales, más de la tercera parte de los 22 de todo el equipo español. Los magníficos resultados de Miriam Blasco, Almudena Muñoz, Carolina Pascual, Theresa Zabell, Natalia Via, Patricia Guerra, Arantxa Sánchez, Conchita Martínez y el equipo de hockey sobre hierba fueron, más que un hecho excepcional, el reflejo de una nueva realidad, de una profunda transformación de la sociedad española.

Antes de la cita barcelonesa, el deporte femenino español era nada en el mundo. Ocupaba los últimos puestos de la clasificación establecida teniendo en cuenta el número de finalistas (ocho primeros) en los Mundiales y los Juegos exclusivamente en las pruebas olímpicas. Cualquier éxito era la excepción. Pero desde hace 11 años, según atestiguan los informes del Consejo Superior de Deportes, lo contrario es la norma. El deporte femenino español se ha establecido en la zona media del mundo, se ha enganchado a la dinámica del éxito y se ha elevado a la altura del masculino por lo menos y, a veces, lo ha pasado por encima. Y el año que hoy concluye, 2003, pese a que la clasificación basada en los Mundiales refleje curiosamente un ligero descenso, ha sido el de mayor progreso.

Las buenas noticias de otros años se han repetido, a excepción quizás del tenis, que vivió el declive definitivo de Conchita Martínez a renglón seguido de la retirada de Arantxa Sánchez. Al mismo tiempo, se han encendido focos en otras zonas antes oscuras. Siguieron estando donde estaban las grandes individualidades, pero la verdadera buena nueva llegó desde los equipos, lo que representa un salto cualitativo: una crack puede llegar por generación espontánea, pero la formación de un gran conjunto supone mucho más.

Por primera vez se clasificaron para los Juegos las selecciones de baloncesto y balonmano. Lo hicieron después de enganchar a la ofición en dos competiciones arrebatadoras y locas. Las baloncestistas conquistaron el bronce en el Campeonato de Europa y las balonmanistas rozaron las medallas en el Mundial y terminaron las quintas. Ambos torneos generaron figuras populares.

La baloncestista Amaya Valdemoro, que regresó a España después de varios años triunfando en Estados Unidos, decía después del Europeo: "Estoy muy orgullosa de lo que hemos conseguido y alucinada al comprobar cómo hemos enganchado a la gente. De las jugadoras en activo, tal vez era yo la más conocidilla. Pero ahora esto se ha multiplicado por diez. Desde que hemos regresado de competir en Grecia no paro. Todos me reconocen por la calle. No esperaba esta repercusión". Y también explicaba las claves de su éxito, que son aquéllas en las que se reconocen casi todas las deportistas españolas: "Nosotras empezamos muy fuerte y la gente fue enganchándose. Me han dicho que seguían hasta los partidos que se daban en diferido, de madrugada. Pero somos un equipo que engancha porque somos agresivas y lo damos todo en la pista. Hemos logrado victorias cuando todos pensaba ya que estábamos condenadas a perder. Nos hemos impuesto a base de carácter".

Joane Somarriba siguió ganando Tours de Francia, y ya lleva tres, y añadíó a su gran palmarés su primer título mundial: en la contrarreloj canadiense de Hamilton. Marta Domínguez, la irreductible atleta palentina, continuó sumando medallas en los Campeonatos del Mundo. La gimnasta Elena Gómez volvió a subir a los podios mundiales, logró un magnífico quinto puesto en la clasificación general indiavidual y condujo al equipo español a los Juegos; la amazona Beatriz Ferrer Salat, bronce individual, guió al grupo español, que consiguió la plata en los Europeos de doma. El equipo femenino de atletismo se mantuvo en la Superliga el mismo día que descendía el masculino. Volvieron a brillar la ciclista de montaña Marga Fullana, las triatletas Ana Burgos y Virginia Berasategi y la nadadora Nina Yivanevskaya.

Por primera vez una saltadora de altura española, la cántabra Ruth Beitia, superó el listón de los dos metros. Y surgieron nombres nuevos en disciplinas inesperadas: Gemma Peris en halterofilia, Gemma Mengual y Paola Tirados en natación sincronizada y María Quintanal, campeona mundial en tiro olímpico.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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