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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arte, política, crimen

Los antagonistas son un oficial de información de las tropas ocupantes de Alemania, en la época de los juicios de Núremberg, y el maestro Wilhelm Furtwängler, uno de los más grandes directores de orquesta del mundo. Trabajó en Alemania durante todo el nazismo y como otros -Von Karajan, Boehm, Krauss- es sospechoso de nazi. El comandante americano es brutal, innoble, acosador; Furtwängeler es digno, dramático. El caso Furwängler ha sido muy tratado en el mundo de la posguerra: no en España, donde los casos de colaboracionismo son tratados como materia tabú y donde la cultura musical es mínima. Esta misma obra ha sido convertida en cine con el guión del mismo autor: no conozco ni la obra original ni la película, por tanto no sé si esta versión es fiel, la cantidad de matices es importante. Supongo que sí. Una parte de ella es la discusión entre arte y política: el maestro cree que lo importante es el arte, y que su deber es seguir ofreciéndolo independientemente del régimen de su país, es ese régimen el que invade el terreno del artista. Temo yo que todos: la oficialización de la cultura se hizo democrática después de totalitaria. La primera discusión que se presenta es si el nazismo se puede considerar como política o como crimen; la segunda es si la invasión americana de Alemania y la desnacificación por parte de los vencedores es política, justicia o ley del más fuerte. Hay tanto gris en la obra que ese tema se presta a que cada espectador piense sobre él.

Tomar partido

Autor: Ronald Harwood ("Taking sides", Broadway 1996).- Intérpretes, Pedro Civera, Marisa Lahoz, Pepa Sarsa, Guillermo Montesinos, Luis Muñiz, José Lifante. Teatro Fígaro.

Nazi antinazi

No hay gris en el combate -desigual- entre los antagonistas. El comandante es perfectamente odioso, y es a su manera un nazi antinazi (desde la tragedia griega las funciones de protagonista y antagonista se comunican mucho); su declaración en que ignora todo de la música y en general del arte le califica negativamente para este caso. Pero el autor coloca a dos ayudantes, un oficial y una secretaria, que están decididamente de parte del acusado. Ésta es la parte más directamente teatral de la obra. La duda -real, biográfica- es que Furwängler hizo declaraciones antisemitas, pero también protegió y ayudó judíos; que tocó en el cumpleaños de Hitler, pero hizo un vago saludo que podía ser o no el nazi; que cuando Hitler le tendió la mano, él se la estrechó. Todo esto parece hoy miserable y grotesco, y una absoluta ignorancia de lo que es una dictadura de ese tipo: naturalmente que si alguna vez Franco me hubiera tendido la mano, se la hubiera dado. Para odiar realmente las tiranías hay que saber lo que son y en qué consiste su horror íntimo además del público y notorio.

El autor Ronald Hartwood es británico surafricano y trabaja en Estados Unidos. Nació en 1934: su idea de la guerra mundial y la posguerra en Alemania es adquirida.

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