Spoleto, una ciudad en movimiento
Calles medievales y esculturas modernas, a 125 kilómetros de Roma
Hay ciudades que bajo un semblante plácido y adormecido esconden un alma en ebullición. Ése es el caso de la pequeña Spoleto, ciudad de no más de 40.000 habitantes, oculta entre los pliegues de la Spoletana, uno de los valles más jugosos de Umbría, a tan sólo 125 kilómetros de Roma.
El alcalde, Massimo Brunini, tiene a la ciudad enfebrecida. "Ya está bien de vivir del cuento", explica este hombre de físico corpulento y ánimo compacto, "esta ciudad no era hasta hace poco sino el reflejo de lo que sucede en Italia. Vivimos de las rentas del arte, pero en la cultura de la precariedad". Brunini, de la coalición Democratici di Sinistra, quiere convertir su ciudad en un referente cultural en la región, restaurando sus numerosos monumentos y atrayendo a jóvenes talentos con la creación de oficios especializados.
Spoleto, sin embargo, ya despunta desde hace años por albergar varias instituciones tan prestigiosas como el Centro Italiano de Estudios de la Alta Edad Media, fundado en 1951; el célebre Festival de los dos Mundos, surgido en 1958, y el Teatro Lírico Experimental, creado en 1947, y que ha servido para promocionar figuras tan relevantes como Lucia Aliberti, Ruggero Raimondi, Antonietta Stella o Renato Bruson. Más reciente, pero no menos interesante, es la Fundación para la Conservación y la Restauración del Libro, que, asentada entre las aulas luminosas del castillo, ve desfilar a decenas de jóvenes que se afanan en la fabricación del pergamino, investigan los parásitos del papel y restauran viejos incunables que huelen a polvo y a siglos.
El tiempo perdido
"Aquí somos todos un poco vagos", explica este alcalde hiperactivo que desborda dinamismo. "Y ahora ha llegado la hora de despertar y ganar el tiempo perdido". Pero hasta hace relativamente poco, el peso político y social no recaía aquí en el Ayuntamiento, sino en la banca y la burguesía local. Su poderío se aprecia en el cementerio, entre sus innumerables mausoleos, que son un canto a lo kitsch y el culto al más allá. Los hay para todos los gustos: neorrománicos, neogóticos, neobarrocos, neofascistas... Un delirio a las puertas mismas de la basílica de San Salvatore. Construida en el siglo IV, este templo paleocristiano sobrecoge por la verticalidad airosa de sus proporciones y su soberbio presbiterio flanqueado de enormes columnas corintias sobre arquitrabe dórico, y bañado en una dulce luz cenital. No muy lejos, la iglesia románica de San Ponciano oculta una cripta del siglo XI, con frescos y gruesas arcadas que modelan un espacio recoleto y evocador.
Caminar por las calles medievales de la ciudad alta de Spoleto obliga a sortear automóviles que rozan los muros a su paso. Las plazas están atestadas de coches que impiden su pleno disfrute. Para aliviar este problema se ha planteado una alternativa novedosa, consistente en la excavación de aparcamientos y túneles subterráneos a 30 metros bajo tierra, para evitar dañar los restos romanos arqueológicos enterrados bajo una gruesa capa de historia y de hormigón. También se facilitará de este modo un acceso cómodo a algunos de los monumentos más señeros. Entre ellos, la Rocca Albornoziana, o castillo, encaramada en la cima de esta ciudad adherida a una colina que la convierte en un sube y baja más o menos fatigoso.
Para aprehenderla y escapar de la tiranía de sus cuestas y sus callejas se puede atravesar el acueducto y viaducto de finales del siglo XIII que la une con el Monteluco, y recorrer el llamado Sentiero dei Condotti, que a lo largo de tres kilómetros la rodea mostrando su urbanismo medieval, tan estructurado como un cézanne y tan cubista como un juan gris. Por cierto que la admiración de Goethe hacia la monumental obra de ingeniería que representa el acueducto evocó en él la siguiente reflexión: "Y ahora compruebo con cuánta razón siempre he encontrado detestables las construcciones hechas a capricho, cosas todas nacidas muertas, porque aquello que realmente no tiene una razón de existir, no tiene vida y no puede ser grande, ni convertirse en algo grande" (Viaje a Italia).
El Duomo, o catedral, es el plato fuerte del centro histórico con su fachada tardorrománica delicada como un encaje y presidida por un mosaico de inspiración bizantina y teselas doradas. El ábside está cubierto de frescos de Filippo Lippi. Fue éste el último trabajo del fraile díscolo y vividor, que dejó inmortalizada en él toda la delicadeza de su trazo, la profundidad de sus paisajes y la insolencia de sus azules y su simbología. En la misma plaza, el teatro Caio Melisso, del siglo XVII, acoge algunas de las óperas del Teatro Lírico Experimental, a través de las cuales los jóvenes cantantes venidos de todas partes se abrirán hueco en el mundo de la lírica. Y junto a él se alza la iglesia románica de Santa Eufemia, que da la espalda al paseante ofreciendo un ábside orondo y sobrio.
Base romana
Pero los cimientos de la ciudad se asientan sobre otras culturas anteriores y sobre una sólida base romana, como era de esperar. Para intuirla basta con visitar la Casa Romana, del siglo I antes de Cristo; el Teatro Romano, y el Museo Nacional de Arqueología. Allí, la conservadora Liliana Costamagna describe con entusiasmo la singularidad de las piezas exhibidas, entre las que destacan una serie de votivos umbros de gran fineza y realismo, fíbulas y toda clase de objetos ornamentales, vasijas de cerámica etrusca y unas extrañas ornamentaciones de lechos funerarios romanos de hueso. Sin embargo, la museística no está a la altura de la colección. "Estamos tan escasos de fondos", explica Costamagna, "que nos falta dinero hasta para recambiar las bombillas halógenas que se nos funden". Triste condición tratándose de un museo nacional.
Pero Spoleto se jacta también de no ser tan sólo un escenario para el pasado, por muy apabullante que éste sea. Las esculturas contemporáneas diseminadas aquí y allá durante los años sesenta -y no siempre lo bien señalizadas y valorizadas que deberían- lo demuestran. La reina es sin duda la enorme bestia Teodelapio, de Alexander Calder, que preside la estación de ferrocarril con su cabeza onírica apuntando al cielo.
Y para enfatizar aún más este deseo de aggiornamento está la hermosa Galleria Civica d'Arte Moderna (contemporánea, para entendernos), en la que brillan con luz propia nombres como el propio Calder, Henri Moore, Richard Serra, Anthony Caro, Eduardo Chillida, David Smith, Pietro Consagra, Renato Guttuso, Arnaldo Pomodoro o Leoncillo. Muchos recursos, los de esta pequeña ciudad, para aliviar la sed de belleza y cultura.
GUÍA PRÁCTICA
Prefijo telefónico
- 0039.
Cómo llegar
- Iberia (902 40 05 00) ofrece tarifas
a Roma, a partir de 99 euros, desde Madrid y Barcelona.
- Alitalia (902 10 03 23) vuela desde Madrid y Barcelona a Roma por 160.
- Desde la estación de Termini, en Roma, se puede tomar uno de los frecuentes trenes hacia Ancona, Foligno o Perugia. Todos paran en Spoleto, a una hora y media.
Dormir
- Casa di Accoglienza San Ponciano (07 43 22 52 88). Via della Basilica di San Salvatore, 2. En el antiguo monasterio de San Ponziano. La doble, 42 euros.
- Albornoz Palace (07 43 22 12 21). Viale G. Matteotti, s/n. En la entrada de la ciudad. 104 euros con desayuno.
- Palazzo Leti (07 43 22 49 30). Via degli Eremiti, 10. En pleno casco histórico,
y con excelentes vistas, acogedor palacio de los siglos XV y XVI. De 145 a 160 euros, con desayuno.
Comer
- L'Angolo Antico (074 34 90 66). Via Monterone, 109. Pizzería. De 15 a 30.
- Caffè Ristorante della Signoria
(074 34 63 33). Piazza della Signoria, 5. Cocina local. De 20 a 35 euros.
- Sabatini (07 43 22 18 31). Corso Manzini, 52. Entre 20 y 40 euros.
Información
- Turismo de Spoleto (07 43 23 89 20). - www.comune.spoleto.pg.it.
- www.umbria2000.it.
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