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Crítica:TEATRO | 'La noche al desnudo'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Combate de pareja

Cada pareja es un mundo: todo el teatro universal es la historia de la pareja imposible. La que forman estas dos personas es la de unos cuarentones que se amaron diez años atrás, se separaron, volvieron a su vida burguesa y a sus buenos trabajos; se reencuentran, se necesitan desesperadamente uno al otro, se maltratan de amor y de imposibilidad. "Todos matamos a quienes amamos", decía Wilde: aquí hay casi simulacros de asesinato físico, y amor desesperado y miedo verdadero. La pelea está entre lo que llamamos convenciones: casados cada uno con otra persona, con hijos, con fastidio; ella, con nervios de desesperación. Termina mal -o bien, según la óptica del espectador- y, así como la representación volverá a empezar al día siguiente, se supone que en miles de parejas la tragedia continuará al día siguiente.

La noche al desnudo

De Michael Séller (What the night is for, 2002), versión de Pape Pérez y María Luisa Luengo. Intérpretes: Blanca Marsillach y Juan Messeguer. Escenografía: Delia Piccirilli. Iluminación: Francisco Ruiz Ariza. Dirección: Pape Pérez. Centro Cultural de la Villa de Madrid.

La representación se hizo famosa en Londres por Gillian Anderson: aquí, Blanca Marsillach le da nervio, ternura y cuerpo. Sobre esta pintura de pareja de clase media y sus angustias entre la libertad y lo posible encuentro que hay, sobre todo, un retrato de mujer, una chica de provincias que mantiene viejos principios inculcados y ciertas formas de libertad que no la impiden el adulterio y el amor directo. Encuentro que en toda la versión de Pape Pérez hay algún exceso: el movimiento de Blanca, el exceso de luces psicológicas, la velocidad de la palabra y el exceso de palabras. El autor, que fue un hippie a la americana de los años setenta vuelve con un teatro de clase media muy hablado, demasiado justificado. Cierto que Messeguer se comporta con más precaución escénica, lo cual es también lógico para el carácter de su personaje, pe-ro establece demasiado contraste.

Son casi dos horas tensas. Osadas, más que en las representaciones extranjeras: la enorme cama de hotel de lujo -un buen decorado- que se tiende ante nosotros no está allí para nada, y la noche y la pareja están para algo. Hubo aplausos para una escena de amor profundo y fuerte en la noche del estreno. Y los hubo para todos los creadores, con entregas de flores, besos entre ellos, miradas de alegría. Se ve que han terminado días de gran fuerza en los ensayos y que la primera representación les tuvo en vilo hasta su final entre ovaciones. Debe ser el principio de otras producciones conjuntas.

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