Un paseo sobre las aguas
Los esteros y las antiguas salinas rodean parte del camino del Parque Natural de la Bahía de Cádiz
Hace tiempo que la sal abandonó el paisaje de la Bahía de Cádiz, esas montañas blancas que acompañaban a los conductores cuando atravesaban la carretera entre Cádiz y San Fernando. La sal ya no se ve, pero sigue ahí, oculta entre el azul del río Arillo y el azul de los esteros. Y cerca del verde de las algas, de los armajos y los saladillos.
El Parque Natural de la Bahía de Cádiz está en Chiclana de la Frontera, en San Fernando, en El Puerto de Santa María, en Puerto Real y en la propia ciudad de Cádiz. Lejos de la sierra, aquí no hay montañas que subir, no hay rocas ni árboles, pero sí un paisaje inaudito compuesto de salinas y playas, de esteros y dunas que rodean mínimas extensiones de tierra.
Muchos caminos recorren un parque de 10.000 hectáreas. Uno de ellos es la ruta salina Tres Amigos-Río Arillo. Son cuatro kilómetros de tierra llana que cualquiera puede andar. Muchos gaditanos van allí a diario para despejarse y respirar aire puro. Aunque de lejos se ve el paisaje urbano, el único ruido que se oye es el de las cigüeñuelas, las avocetas, las gaviotas y, si hay suerte, el de los flamencos. Y el ladrido de algún perro, como Azahara, que pasea a sus anchas replicando a las aves y sin acercarse mucho al agua.
Esta perra, grande y peluda, va con Vicente Delgado y su esposa, Isabel Prieto. En verano, el calor hace el paseo casi imposible y apenas recorren la ruta. Por eso aprovechan el invierno para ir todos los días. "Esto está muy cuidado y viene poca gente", dicen. "Además, por aquí no hay muchas zonas donde pasear". Cuando dicen "aquí", se refieren a San Fernando, una ciudad rodeada por el Parque Natural. Así que para entrar en la ruta hay que dejar atrás esta localidad y acceder por la carretera que conduce a la playa de Camposoto. Hay un aparcamiento en la entrada y, a partir de ese punto, sólo se puede entrar a pie o en bicicleta.
Todo el camino está lleno de pequeñas piedras no aptas para zapatos con tacón, pero es llano. Lo rodea una basta extensión salinera que hasta la década de los ochenta estuvo en producción. Unos carteles explican cómo se dividían las salinas. Aún se puede ver dónde se desecaba la sal. Las compuertas que dejaban pasar el agua del mar siguen allí. Ésta se dividía y acumulaba para que el sol hiciera su trabajo. El agua se evaporaba y quedaban sólo las montañas de sal. Este paisaje desalado es que el acompaña toda la excursión.
Es un paseo tranquilo. Adolfo Cardoso, de 28 años, y su primo Juan Luis Loaiza, de 16, lo recorren al menos tres veces a la semana. Adolfo trabaja en un centro comercial que se ve desde el camino. "Estoy allí metido de ocho de la mañana a tres y media de la tarde. Dentro, no sé si llueve o hace sol. Por eso vengo aquí, porque es muy tranquilo y me relajo mucho". Adolfo y Juan Luis se conocen casi de memoria todos los recovecos del paseo, las especies de aves y plantas que hay y hasta cómo se producía la sal. "La primera parte del recorrido", dice Adolfo, "se hace un poco monótona. Pero si sigues andando se pueden ver distintos tipos de aves, y hasta los flamencos". Esa primera parte se termina a unos 800 metros de la entrada, al llegar al caño mareal del río Arillo.
Un castillo en el mar
- Cómo llegar. Desde Cádiz se puede acceder a través de la Nacional IV, la autovía que conduce a San Fernando. Al llegar a la rotonda de acceso -una enorme construcción de hierro obra del arquitecto Óscar Tusquets- hay que ir a la derecha, en dirección a la playa de Camposoto. Pasado aproximadamente un kilómetro, se ve la entrada a la salina y el aparcamiento. Justo en frente hay un cuartel militar.
- Qué ver. Uno de los monumentos más característicos de San Fernando es su Real Instituto y Observatorio de la Armada, que está sobre un montículo y se ve desde varios puntos de la ciudad. Es el lugar donde se da la hora más exacta de todo el país. También es recomendable visitar el Panteón de Marinos Ilustres. La playa de Camposoto merece la pena porque no hay ni un edificio cerca. Se recomienda visitar los lugares por los que pasó Camarón de La Isla.
- Otras rutas. Si en lugar de entrar en la ruta de la salina Tres Amigos seguimos andando y cogemos una vía pecuaria, conocida como la vereda de Cádiz a Chiclana, se llega hasta la Punta del Boquerón tras recorrer tres kilómetros. Por el camino se observan cordones dunares, grandes extensiones de retama y el mayor caño de la Bahía de Cádiz. Desde allí, se ve perfectamente el castillo de Sancti-Petri, situado en una pequeña isla en medio del mar. Antiguamente, los fenicios construyeron allí el templo de Melkart, y personajes como Julio César o Amilcar Barca lo visitaron. El castillo es del siglo XVIII, y hoy se lo disputan las localidades de Chiclana y San Fernando.
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