Manolo Vidal y los caudillos de antaño
Nunca se sabía bien si lo que contaba Manolito Vidal eran cuentos de pícaro extraídos de vidas poco ejemplares, historias inventadas para torear la mala fortuna o eran notas biográficas de uno de los últimos supervivientes de una suerte de bohemia que ya no tenía asiento en nuestra normalización democrática.
El protagonista de su única novela es un rijoso escritor, un premio Nobel español, que presumía de su miembro viril, de sus escándalos en hoteles, de sus amores de una noche, de su capacidad para beber, trasnochar, escandalizar. En fin, un macho ilustrado y de otra época.
Sin embargo, más allá de la tristeza, del cabreo, por la muerte de alguien tan vivo como nos parecía siempre Manuel Vidal, es esa pregunta que su protagonista se hacía en la novela: "¿Cuántos años hace, en realidad, que tienen preparada mi necrológica?". Mierda. Nadie había preparado la necrológica de Manolito Vidal. Además habían, habíamos, confundido el muerto. Sí, Manolo, con esa vida tuya acelerada, exagerada, llena de hazañas que te llevaban de tu nativa Sanlúcar hasta los años gloriosos del Paralelo barcelonés, entre las chicas del Molino, los primeros travestidos y el amparo del empresario Coslada. Desde los gourmets de Lyón al amparo iraní de Farah Diba. O desde las tertulias en el hotel Wellington con tu amigo, el poeta y penúltimo bohemio, Pedro Beltrán a la mítica huelga de los actores. Del trabajo con Víctor García a las risas con el guión de aquella celtibérica historia del destape, con Cela, Tito Fernández y toda la cuadrilla de La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona.
Pues sí, Manolo, como te pasaban esas cosas, como era cierto que habías regresado al paraíso de tu infancia, vivías en un palacio del duque de Montpansier que habías comprado de saldo y conseguiste vender como un caballeroso pícaro, como todo eso y muchas cosas más que recordamos con risas, con alegría, con complicidad y con envidia de una vida que parecía vivida para ser contada en las noches sin fin; como todo eso eran las verdades de tus mentiras, ayer no creíamos que fuera verdad tu muerte rápida y silenciosa, en Sevilla y rodeado de los tuyos.
Siempre más caballero que pícaro. Ahora que el año termina, perdona, pero no puedo evitar unas risas con esa historia que tanto te gustaba de los tiempos del franquismo, era de un anuncio en el Dígame: "Tomás Delgado, Tomasito, el torero del futuro, les desea un feliz año 1953 a todos los españoles, menos a uno". Se le llevaron dos secretas a los calabozos de la Puerta del Sol, porque el uno sólo podía ser el Caudillo. Tranquilo, ya no hay calabozos en la Puerta del Sol. Ni caudillos. Creo.
[Manuel Vidal, escritor y periodista taurino, falleció en Sevilla el 22 de diciembre a los 58 años, a causa de una grave dolencia gástrica de la que había sido operado recientemente].
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.