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GUIÑOS
Columna
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Cartier-Bresson

De viaje por Barcelona he caído en la tentación de visitar la exposición Al gusto de Cartier-Bresson organizada por la Caixa-Forum. Tres meses más tarde de haber sido inaugurada, son numerosos los visitantes que siguen acudiendo a disfrutar de las fotografías de este gran maestro de la cámara oscura. Después de todo lo exhibido sobre este autor, sus imágenes siguen llamando poderosamente la atención. Atraen por la originalidad de los momentos de vida elegidos para su congelación visual o por el sugestivo reparto de los distintos elementos que conforman la composición. Además, la retrospectiva que ahora se muestra ofrece aspectos pocos conocidos y vienen a sumar más prestigio, si cabe, a los criterios manejados en fotografía por nuestro personaje.

Aquel hombre que pudo huir de un campo de concentración en 1943 ha dejado un legado magnífico. Su compleja producción fotográfica hace que se le pueda ver como un clásico o incluso como un surrealista. Su humanismo se convierte en para numerosos observadores en la mirada de un observador cruel capaz de mostrar los aspectos más trágicos de la existencia. En otras circunstancias parece interesarse únicamente por la estética. Sus poemas visuales se cargan de vibraciones románticas y melancólicas sin poder apartarse de la realidad. La obra de este gigante de la fotografía le convierte en un auténtico artista. En medio de todas estas loas no debemos olvidar que Henri Cartier-Bresson (Chanteloup-Francia, 1908) fue, antes que nada, un fotoperiodista. En sus años de mayor actividad no pudo escapar de un marcado espíritu aventurero. Recorrió con su Leica al rostro, y también al hombro, el mundo entero. Son incontables los rincones que llegó a chequear, las conmociones del planeta en las que estuvo presente y de las que dio cuenta gráfica, tal como el mismo indicaba, con "un instrumento más rápido que el pincel". Aquel pincel y lapicero de su infancia que retomó una vez abandonada la cámara en 1973 y que todavía, próximo a cumplir cien años, sigue utilizando.

Sus fotografías encontraron sitio en las revistas ilustradas más prestigiosas del mundo. Con geometría muy precisa enseñaban los acontecimientos más llamativos de la época, sin olvidar la vida cotidiana u sus gentes. Pobres y ricos, con techo o sin él, pasaban ante su objetivo. Tampoco dejó de lado la desnaturalización del entorno, eso que hoy denominamos aspectos ecológicos. Otro punto clave de su interés fue el retrato. De esta manera nos ofrece toda una galería de personajes ilustres entre los que están los grandes artistas contemporáneos, muchos de ellos amigos suyos, a los que retrataba en ambientes familiares.

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