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Arquitectura hacia la nada

Se ha clausurado recientemente en Barcelona la exposición Hicat (Hiper Catalunya, territoris de recerca, estratègies multicapa). Esta exhibición, aparentemente centrada en el fenómeno de la urbanización y su repercusión en el territorio catalán, pasó sin pena ni gloria a pesar de estar servida con un aparato mediático de aparente actualidad.

El interés que de entrada pueda suscitar su propósito es evidente puesto que estamos asistiendo en Cataluña a un fenómeno singular. En los últimos 25 años se ha urbanizado tanto suelo como el existente en los años cincuenta, fenómeno atípico que requiere un estudio a fondo que explique las causas y prevea sus posible consecuencias.

Toda exposición que se precie suele comportar la edición de un catálogo, instrumento auxiliar para una mejor y más atenta comprensión de sus contenidos. En este caso el catálogo va acompañado de un segundo y menor volumen, mágicamente sujeto a aquél mediante una tapa imantada, en el que se expone una avalancha de datos en forma de gráficos y estadísticas que se supone que han de dotar de verosimilitud a lo que viene a continuación.

El propósito de comentar críticamente dicho producto editorial y la exposición que le ha dado su razón de ser es su directa relación con la creación del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña, el IAAC, en función de un encargo del Departamento de Presidencia de la Generalitat al colectivo Metápolis, con un presupuesto inicial de un millón de euros.

A la vista de la común autoría de la exposición y del catálogo, y conociendo la trayectoria profesional de los dirigentes del IAAC, desde la Escuela de Arquitectura de Barcelona y con el pretexto servido, debemos expresar nuestra posición contraria a la forma como se ha gestado y aparecido dicho instituto, y alertar de sus previsibles resultados, deseando que esta toma de posición se entienda, por un lado, como una aportación para clarificar el confuso y contradictorio panorama en el que se desarrolla nuestra actividad de arquitectos, y por otro, para que los recursos públicos se empleen con mayor cordura.

Semejantes eventos aumentan el desconcierto de la ciudadanía en momentos en los que determinadas arquitecturas, de singular impacto mediático, han aportado a la ciudad un evidente valor iconográfico, hasta el punto de que esta arquitectura -que, por cierto, aún no hemos definido adecuadamente- deviene instrumento y reclamo para la atracción de curiosos y turistas urbanos. Este fenómeno es independiente del reconocimiento mediático que la arquitectura de calidad siempre ha tenido, creándose felices complicidades con los poderes establecidos, que han dado lugar a magníficos edificios y conjuntos urbanos.

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Con la llegada del nuevo siglo, Cataluña aportará una nueva categoría arquitectónica: la avanzada, que habremos de intuir a partir de los materiales, que no edificios, mostrados por sus promotores en mediáticas apariciones que ofrecen una serie de elucubraciones visuales aderezadas informáticamente, pero que en el fondo poco aportan a un objetivo tan noble e interesante como el de investigar nuevos caminos por los que la arquitectura del siglo XXI pueda transitar sin desdoro y con el máximo provecho.

La prolija utilización de términos seudocientíficos, usados de un modo arbitrario y vacío de significado, parece estar destinada a amedrentar a un lector inexperto con mensajes crípticos y de singular banalidad que lo bombardean con una serie de imágenes insistentes y estratégicamente saturadas, configurando un mundo de evidencias sospechosas. La teoría de los fractales, la relatividad, el caos, la computación, la sinergia transversal, por citar algo, se utilizan para fundamentar la necesidad de un orden nuevo: la metápolis.

No suele ser habitual que quienes han transitado fugazmente por las vías académicas sin lograr un reconocimiento como buenos profesores y no han realizado un doctorado solvente que los acredite como investigadores, por citar los estadios primeros de un currículo académico, recurran tortuosamente a alguna estructura periférica de gestión universitaria para obtener una apariencia de seriedad, quedando en segundo lugar la imprescindible calidad de la oferta académica.

Celebramos que el Gobierno de la Generalitat decida destinar recursos a la investigación en el campo disciplinar de la arquitectura y el urbanismo, aunque pueda sorprender el momento en el que ello se materializa, coincidente con el final de una legislatura, y no se comprenda que una iniciativa de este tipo no se dirija a través del Departamento de Universidades e Investigación.

Como es sabido, la docencia y la investigación son los dos objetivos primordiales de las universidades que deseen participar en el espacio europeo de educación superior. El creciente papel de la investigación, al que cada vez concurre con mayor interés y compromiso la iniciativa privada, revierte en la docencia, fomentándose una sinergia que las enriquece. El fomento de la investigación en arquitectura y urbanismo ha sido siempre necesario, y más lo es cuando las contradicciones entre el poder y las responsabilidades de los países ricos van tensando una sociedad cada vez más próxima y comunicada. La reflexión disciplinar no debe quedar aislada en el interior de una burbuja confortable y autocomplaciente, sino que debe materializarse aportando soluciones a los problemas que presenta una sociedad.

Si esta labor es promovida desde el sector público, debería asignarse a las estructuras básicas de la Universidad: las escuelas de arquitectura y los departamentos adscritos a éstas, a las que la sociedad ha otorgado la responsabilidad de la docencia y la investigación, y que deben rendir cuentas ante aquélla por ser, en definitiva, la que aporta los recursos. Esperemos que el nuevo Gobierno de la Generalitat surgido de las recientes elecciones suspenda la iniciativa en los términos en los que está planteada y le dé un nuevo enfoque, de modo que los ciudadanos perciban que el rigor y la seriedad son los parámetros de referencia de la investigación en el campo de la arquitectura y del urbanismo.

Jaume Sanmartí Verdaguer es arquitecto y director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña.

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