"Me gusta el buen fútbol aunque nunca lo practicase"
Javier Aguirre (México DF, 1 de diciembre de 1958) vive su mejor momento en España. Cuando llegó a Osasuna como jugador, se lesionó y tuvo que abandonar el fútbol. Ahora, como entrenador, vive el momento más dulce del equipo navarro en los últimos decenios y acaricia una competición europea. Un leñero, como él se reconoce en su etapa activa, ha imbuido a Osasuna del gusto por el buen fútbol y le ha hecho dejar de ser un equipo pequeño.
Pregunta. Hace un curso, usted no sabía si iba a seguir entrenando. Decía aquello de que igual no estaría aquí, sino viendo partidos de bisbol o de fútbol americano, porque no se veía en el fútbol muchos años. ¿Que le ha hecho cambiar de opinión?
"Como futbolista, fui un desgraciado. Daba más patadas que todo mi equipo junto"
"Fomentamos la autocrítica. Mis jugadores se disculpan entre ellos, lo que les hace mejores personas"
"Todos los días hacemos 15 minutos de 'chorradas', de ronditos y gestos técnicos"
Respuesta. El curso pasado no sabía qué iba a pasar conmigo ni con mi familia. Eso me preocupaba. Hay que tener en cuento que tenía a mis dos hijos estudiando en Boston y era como si... me faltara un brazo. Ahora estamos todos reunidos y soy feliz. Tengo los dos brazos. Si ahora tuvieran que despedirme, estaría muy tranquilo porque, por lo menos, me probé en España y sé lo que voy consiguiendo. En cambio, hace un curso, no.
P. También habrá influido la soprendente situación de Osasuna, entonces en el pozo y ahora en las alturas?
R. La ubicación sorprende a todo el mundo. Está claro que ni los más optimistas esperábamos que Osasuna estuviese en el cuarto puesto, lo que reafirma esa frase de que en el fútbol todo es posible. Si confías en tus posibilidades, es muy probable que obtengas los resultados apetecidos. No hay lógica, no hay matemáticas. Hay trabajo y mucha confianza mutua, los dos argumentos principales para conseguir objetivos interesantes
P. ¿No puede ocurrir que, actualmente, su equipo esté sobrevalorado?
R. Trato de que los jugadores no se crean lo que están consiguiendo porque eso es muy peligroso. Me parece bien que la gente del entorno, los aficionados, los periodistas..., le den la dimensión que quieran, que disfruten con ello y que se hagan todas las ilusiones razonables del mundo. Pero me preocupa que los de dentro sepan cuál es el objetivo. Hasta el momento, no lo hemos olvidado nadie.
P. Es decir, que, pese a los éxitos, a la ilusión por la Champions, Osasuna sigue pensando en la permanencia en la Primera División.
R. Como que dos y dos son cuatro. Nosotros vamos a por los 44 puntos. Según las estadísticas, desde que la victoria vale tres, con 44 te salvas. Esto significa que hoy [con 27] estamos más cerca del objetivo que antes de empezar la Liga, pero también significa que aún no hemos conseguido nada, salvo los elogios, que son una cosa pasajera. Con tres derrotas consecutivas podríamos pasar a ser cuestionados. Por eso hay que andar con pies de plomo. Yo sé que ahora mi nombre y el de Osasuna están en boca de mucha gente, pero pueden dejar de estarlo en un instante, en tres partidos. Hay que saber gestionar lo uno y lo otro.
P. Es curioso que un jugador como lo era usted, medio volante defensivo, bastante contundente, leñero se diría, propugne ahora el buen juego
R. Yo era un desgraciado jugando al fútbol. Daba más patadas que todo mi equipo junto. Y pobres árbitros... Los tenía fritos. Entonces, me retiré y me dije: 'Nada de árbitros y nada de patadas'. Nunca lo había analizado, pero me gusta el buen fútbol aunque nunca lo practicase. Ocurre como el padre que no quiere que sus hijos repitan sus errores, sino sus aciertos. Fui consciente de que lo que hacía estaba mal, pero no había más tela que cortar. Con la tela de mi juego no se podía hacer un gran traje. Aun así, jugué 80 partidos con la selección mexicana, llegue a jugar en la Liga española... No me quejo. Con lo poquito que era, llegué lejos.
P. Lo que está claro es que Osasuna ha cambiado. Tiene más gusto por el juego. ¿Cómo se ha operado ese cambio?
R. Lo principal ha sido la confianza. Ahora los futbolistas confían más en mí. Nos hemos demostrado lealtad y verdad durante 18 meses. En lo bueno y lo malo. Seguro que, cuando llegué, comentaban: "Pero este tío de qué va... Nos está mintiendo...". Había cierto recelo en todos: jugadores, directivos, prensa... Hoy, no. Hoy sigo mirando a los ojos y haciéndolo igual. Yo les he dicho a mis jugadores por qué juegan o por qué no, pero mirándoles a los ojos. Y les he dicho a los que tenían que irse por qué tenían que hacerlo. Pero siempre mirándoles a los ojos. Ése es un factor fundamental: la confianza y el conocimiento mutuo. La experiencia es otro factor.
P. Pero no cabe duda de que también han influido los fichajes. No en vano ahora mismo Osasuna es el equipo con más delanteros centro natos en su plantilla de toda la Liga.
R. Luego, efectivamente, fichamos jugadores poseedores de características que no existían en el conjunto, como la velocidad. Éste era un equipo de buen fútbol, pero sin velocidad ni variantes. Éramos predecibles. No teníamos otra manera de jugar y los contrarios lo sabían: 'A éstos vamos a dejarles llegar hasta aquí porque a partir de aquí no saben'. Hoy agregamos a ese buen fútbol la velocidad de jugadores como Bakayoko, Webó o Valdo. También, la planificación de la temporada, en México, que nos ha permitido llegar a diciembre con suficiente gasolina. Básicamente, son estas circunstancias las que explican el momento de Osasuna y... la dosis de suerte, que nunca debe faltar en un deporte como el fútbol.
P. La suerte les dio la espalda en muchos encuentros de la temporada pasada.
R. Sí, fue durísimo. Pero ni el árbitro ni la suerte se entrenan conmigo en el día a día, como dice [Claudio] Ranieri [técnico del Chelsea y antes del Valencia y el Atlético]. O están o no están. Yo contra eso no puedo hacer nada. Pero es verdad que perdimos partidos increíbles contra equipos de abajo, no menos de cinco, que habrían alterado el discurrir de la competición.
P. También se ha cambiado la filosofía. Se sigue manteniendo la garra y el juego físico, pero se ha evolucionado hacia un juego más técnico.
R. Eso es cuestión de trabajo diario. Todos los días hacemos 15 minutos de, como dicen aquí, chorradas, es decir ronditos y gestos técnicos. Pero, después de seis meses, se obtiene un jugador mejor. Se trata de impulsar el tesón con el convencimiento del jugador. Pero el trabajo táctico no vale la pena si no hay técnica. De qué vale hacer un buen movimiento por la izquierda si el que pasa el balón lo hace mal o el que lo recibe hace un mal control. De nada vale la táctica si no existe técnica para ejecutarla.
P. Una de las claves de Osasuna ha sido el vestuario.
R. Todos fomentamos la autocrítica. Con la autocrítica hemos conseguido dinámicas de grupo muy positivas en las que los jugadores reconocen sus fallos. Es difícil que un futbolista haga público un error. Pero, para mí, lo que vale es que hablen ante sus compañeros. Eso significa que el que ha contado su error sale siendo un tipo mejor porque se ha liberado de las culpas y se pone a trabajar. Reconocer los errores no nos hace mejores futbolistas, pero sí mejores personas. Y eso lo hacemos a menudo: que todos se disculpen por sus errores y salgan tranquilos como personas.
P. El partido contra el Madrid ha sido clave: se jugó como nunca, aunque Osasuna sólo consiguió un empate.
R. Para los aficionados es motivo de orgullo, pero el curso pasado ganamos al Madrid y después nos hundimos. Yo estaba muy atento y dije: 'El Madrid es el Madrid y hay que ganar, pero el Murcia es el Murcia y también hay que ganar'. No me valen los grandes esfuerzos de una jornada para estar en las portadas. Entonces se perdió contra los teóricos pequeños. Eso te habla de un equipo chico y Osasuna está dejando de serlo porque ahora desplegamos el mismo juego contra el Madrid que contra el Murcia. Ahora bien, contra el Madrid se vive mejor porque no hay que hacer ningun trabajo de mentalización. Está hecho por sí solo, de antemano.
P. ¿Le decepcionó el Madrid?
R. No. Todos jugamos a ganarle. Así que tienen finales cada semana. En todos los campos le tiramos a matar. Por eso es el Madrid y sus jugadores cobran lo que cobran y tienen la calidad que tienen. A pesar de que ya saben cómo les van a recibir sus rivales, van líderes. Esos equipos, el Madrid, el Valencia, el Deportivo, el Barcelona, que irá a más..., están acostumbrados a jugar con la presión de ganar siempre. Y los demás están acostumbrados a poner un plus mayor para ganarles.
P. ¿No envidia a los entrenadores que disponen de futbolistas galácticos?
R. Trabajas con lo que hay y yo estoy muy contento con lo que tengo. Llevo pocos años entrenando. Así que no me ha tocado dirigir para ganar campeonatos, sino para no descender. Ésta es mi vida hasta el momento
P. Cuando se tienen tantos jugadores, como en su etapa en la selección mexicana...
R. Es mucha labor mental, de convencimiento. El tiempo que uno se ahorra en el campo debe invertirlo en el vestuario. De ahí el mérito de [Vicente] del Bosque o de [Carlos] Queiroz, en los que nunca ves un mal gesto. Es un gran trabajo de relaciones humanas. Además, en los grandes existe la desventaja de que no hay entrenamiento. Estuve un año viendo al Madrid de [Jupp] Heynckes, campeón de Europa, y si entrenó ocho veces en el campo en esa temporada fueron muchas.
P. Tiene como norma firmar por un año. Así que en junio volverá a estar libre y ya se han desatado los rumores.
R. Los rumores son como los elogios. En enero o marzo hablaremos. Si el equipo entra en franca caída, esos comentarios se van a desvanecer y se hablará de los entrenadores de clubes que estén por encima de Osasuna.
P. Pero usted nunca ha vivido la experiencia del despido.
R. Nunca. Dice [José Antonio] Camacho que si no te echan dos veces es que no eres un buen entrenador. Una frase muy sabia. Pero está claro que no quiero ser buen entrenador con ese esquema. También me dio vergüenza lo que dijo [Alex] Ferguson de que él ve ocho partidos diarios. Yo no podría.
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