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AL VOLANTE | PRUEBA
Columna
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Carácter y solidez

El Mazda 3 es un familiar que busca la funcionalidad, pero tiene también un toque deportivo que lo diferencia y refuerza su atractivo. El carácter de la línea se refleja en el diseño interior, con una instrumentación llamativa, el volante grueso y la palanca de cambios corta, ambos de piel, y una imagen sugerente que rompe con la monotonía de otros familiares de su tamaño. Además tiene una posición de conducción más baja de lo habitual, aunque con todas las regulaciones para conseguir una buena postura: volante regulable en altura y distancia, banqueta graduable en altura...

Un motor elástico, pero discreto

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Estilo deportivo con soluciones funcionales

La versión básica del Mazda 3 monta un motor 1.6 de gasolina con 105 CV que puede ser suficiente para muchos usuarios, aunque por un poco más se puede acceder al 2.0 de 150 CV, que permite disfrutar mejor de las virtudes dinámicas de este coche. Sin embargo, el 1.6 ofrece ya una buena elasticidad a bajo régimen: se recupera desde 1.000 vueltas y sube progresivamente hasta las 6.500 sin dar sensación de ir forzado.

Además, como lleva un cambio de cinco marchas bien escalonado y cómodo de accionar, en ciudad se circula sin reducir a menudo y ofrece unas prestaciones correctas en carretera. No impacta por su fuerza y poderío, pero llanea bien, adelanta sin muchos agobios y permite viajar a buen ritmo aprovechando su buena aerodinámica. Y sólo a plena carga acusa las subidas y exige estirar las marchas para no perder brío.

Los consumos están en la media de la cilindrada: 8 litros a ritmos legales, 10 en ciudad y 11 cuando se apura la mecánica.

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Una dirección muy conseguida

La deportividad estética del Mazda 3 se aprecia también en el comportamiento dinámico. Destacan el tacto y las reacciones precisas de la dirección, que aportan una gran agilidad a la entrada de las curvas. Pero al mismo tiempo es muy progresivo en trazados rápidos y autopistas. Una de las claves está en las medidas generosas de las ruedas que monta el acabado Active+ (205/55/16), que suelen ser opcionales en coches de este tamaño. Y junto a una longitud superior a la de sus rivales, transmite la sensación de solidez y consistencia de un coche más grande.

El Mazda 3 es fácil y agradable de conducir. Viaja muy bien y tiene unas suspensiones equilibradas que responden con carácter manteniendo una comodidad correcta para no cansar. Sin embargo, el confort de marcha está penalizado por una insonorización mejorable, y aunque no hay nada especialmente ruidoso, la mecánica, la aerodinámica y la rodadura crean un rumor de fondo que resulta molesto en carretera.

El conjunto se completa con unos frenos potentes y un ABS que paran con rapidez y destacan por su buen tacto. En cambio, esta versión no puede llevar el control de estabilidad ESP ni como opción, aunque viene de serie con el motor 2.0 de gasolina.

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