Marcha lenta
7.30. La incorporación a la carretera de Andalucía en sentido Madrid, desde el cambio de sentido de Pinto, es trabajosa y lenta. Desmoraliza observar la longitud de la hilera de vehículos, turismos en torno a grandes camiones y transportes de tamaños inquietantes, antes aún de consumar la entrada en la carretera. La lluvia cada vez más fina ha vuelto a empapar los parabrisas. La situación, en esos primeros momentos, podría ser considerada de marcha lenta continua, porque no hay parones en este primer trecho hasta que el cuentakilómetros marca 1.7. Comienzan las detenciones consecutivas. 7.41. En el mejor de los casos, entre parada y parada, la velocidad máxima alcanzada frisa los 30 kilómetros a la hora. La gente conduce mientras hojea los periódicos.
7.43. Un nuevo parón permite comprobar que apenas se han recorrido 1,8 kilómetros. Los tres carriles no permiten superar los 25 kilómetros a la hora. La marcha lenta ya es discontinua. A las 7.45, la mirada descubre un punteado de luces rojas sobre antenas en la cima del Cerro de los Ángeles. La hilera de entrada a Madrid por una vía común que anuncia M-30 y M-40 permite un respiro: hasta 100 kilómetros a la hora de velocidad, pero es apenas un espejismo. Una masa de pilotos traseros rojos hierve frente al automóvil.
A lo lejos se columbra ya la M-30, pero es tan ancha la riada de automóviles y son tantos los canales por los que los coches intentan adentrarse en la ciudad que el reloj corre implacable sin que el automóvil avance.
Son las 8.02. La radio habla de 16 kilómetros de cola en el Nudo Sur. Un cuarto viaje, desde el punto kilométrico 12 de la M-30, a las 8.36, es aún más problemático: no termina hasta las 9.19, entre la desesperanza y la resignación.
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