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Crónica:FÚTBOL | Concluye la primera fase de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un ejercicio de superioridad

La Real Sociedad sigue adelante con un empate ante un Galatasaray rácano que jugó a su merced

San Sebastián

El debate era claro entre lo ránano y lo espléndido. Los turcos optaron por lo primero, aún en estado terminal; la Real por lo segundo, en estado visceral, con susto incluIdo. Moda turca o moda donostiarra para los octavos de final. Clasicismo demodé o atrevimiento supino. Ganó la Real, ganó el fútbol.

Con la imperiosa necesidad de ganar, como único resultado rentable, el Galatasaray alineó a cinco defensas, cuatro centrocampistas y como único delantero al inevitable Hakan Sukur. Psicología del fatalismo positivo: de momento, intento no perder, porque soy poquita cosa, y si cazo un gol no tengo que cambiar la estructura del equipo, que ya estaba prevista para defender. Y va la Real y se duerme. Y para una vez que se acerca el Galatasary a las inmediaciones del área, le abre un pasillo a Hakan Sukur para que supere a Alberto en su salida desesperada y dé lógica al fatalismo.

REAL SOCIEDAD 1 - GALATASARAY 1

Real Sociedad: Alberto; Rekarte, Kvarme, Schürrer, Aranzabal; Xabi Alonso, Alkiza (Boris, m. 87); Karpin, Nihat (Jauregi, m. 90), Gabilondo; y De Paula (Aranburu, m. 72).

Galatasaray: Mondragón; Tamas, Büllent, De Boer (Umit, m. 88), Unsal (Cihan, m. 77); Sabri, Penbe; Berkant, Petre, Hasan Sas (Erdem, m. 66); y Hakan Sukur.

Goles: 0-1. M. 27. Pase de Berkant sobre Sukur, que, solo en el área, supera a Alberto.

1-1. M. 51. Falta en el vértice derecho del área que bota Xabi Alonso, De Paula se adelanta a su defensor, para el balón y marca por bajo.

Árbitro: Hauge (Noruega). Amonestó a Xabi Alonso, Unsal y Berkant.

Unos 30.000 espectadores en Anoeta.

Y apareció el mejor Xabi Alonso, el intuitivo, el que casi siempre sabe lo que hay que hacer
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Era eso, que ataquen ellos (sin mucha cabeza), que inventen ellos (sin mucho raciocinio), que se descuiden ellos y nosotros a lo nuestro, a jugar poco y ganar mucho si la bolsa del fútbol lo permite. Lo malo es que el fatalismo es contagioso y como un virus va y viene, da paseos, se posa o vuela y alcanza a cualquiera, sobre todo a los más débiles. Y débil es el que cede el campo, el balón, el fútbol y lo que haga falta con tal de defender el factor sorpresa.

Todo tiene su fin. La Real, por mal que esté (que lo está), tiene ambición, tiene carácter y, aunque a trancas y barrancas, recuerda las enseñanzas de Denoueix, aunque se trabuque al repetirlas este año en este y aquel campo.

La pasada temporada, el Galatasary le hubiera durado a la Real veinte minutos, un aspaviento apenas para que Nihat calentara los gemelos y Xabi Alonso acariciara el balón hasta cogerle el tacto preciso. Con una defensa tan blanda como la del Galatasaray, poblada pero tersa, y un centro del campo poco agresivo, ideal para Xabi Alonso, de esos que dejan controlar y pensar y llegar, en un pis pas la Real hubiera resuelto el argumento sin dejar que llegase al drama de encajar un gol absurdo, en una jugada absurda y malgastando tanta posesión de balón, tanto asedio sin ocasiones, tanta previsibilidad en el juego frente a una defensa de cinco hombres a la que necesariamente hay que mover, sacar de sitio, sacar de quicio.

Pero, para su bien, apareció el mejor Xabi Alonso de la temporada, el futbolista intuitivo, el que siempre está, el que casi siempre sabe lo que hay que hacer, es decir mover al personal y llegar en condiciones de hacer daño, desde atrás pero de frente, asustando, es decir moviendo el balón. Era tan poco el Galatasray que el asedio al que le sometió la Real era una premonición constante de gol, no por ocasiones, sí por insistencia. Y cayó el gol, en una jugada a balón parado que acabó en los pies de De Paula, que está para eso, para ponerla si se la ponen. Como Hakan Sukur sale para eso. Ambos cumplieron su cometido. El resto de su partido va al beneficio del inventario.

El resto era de los demás. Nadie le puede pedir, hoy por hoy, a la Real excelencias, pero ayer asomaron recuperaciones positivas. Xabi Alonso y Alkiza sostuvieron con temple al equipo, Rekarte fue el que es, el extremo más peligroso. El problema es la defensa, demasiado apurada frente a tan poca cosa como era el Galatasaray. Baste decir que Hakan Sukur sólo tocó un balón, el del gol. El resto fueron toquiteos en saques de banda y algunos fueras de juego como tarjeta de visita. Poca cosa. Nada. Un asomo de peligro porque el marcador es siempre traicionero y de la nada a veces sale petróleo.

Lo había avsado el técnico turco Fatih Therim: "El Galatasray no saldrá a atacar". No mintió. Sólo se desmandó cuando se vio perdido, a falta de diez minutos, que tampoco era cuestión de arriesgar sino de poner emotividad a la contienda. Tanta que incluso reivindicó al Alberto de siempre, el portero que ayer sustituía a Westerveld y que atrapó un centro de Arif en el área pequeña cuando Anoeta se mordía las uñas. No pasó nada. Es decir pasó todo: que la Real alcanzó los octavos de final, que cogió fuerzas para la Liga, que se enganchó a la afición y que recuperó el derecho a soñar en Europa y a vivir en la Liga. A sentirse superior, en definitiva, a su rival, una terapia muy productiva de autoestima.

Alkiza dispara ante la oposición de Tamas.
Alkiza dispara ante la oposición de Tamas.EFE
Mondragón atrapa la pelota ante Kvarme.
Mondragón atrapa la pelota ante Kvarme.EFE

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